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martes 30 de abril del 2024

Detrás del crimen en el albergue transitorio, una historia de amor y adicción al paco

La docena de primos y hermanos de Alfredo Humberto Roldán lo observan desde atrás. El hombre está parado en la calle de tierra, frente a su casilla en un asentamiento en Quilmes Oeste viendo quien viene. Su madre también anda por ahí, entre los carros cartoneros de los vecinos y los perros del barrio que revisan la basura. Alfredo se presenta: «Sí, sí, soy yo«. Sobresaltado. Llorando de a ratos. Parece estar en guardia, esperando aún.

Carolina Medina, su pareja, estaba embarazada de seis meses. En la madrugada del domingo, alrededor de las 2, salió a comprar chocolates y yogurth, pero nunca volvió. Un par de horas después fue hallada sin vida en la cama del hotel alojamiento «Susurros» en Florencio Varela, por efectivos de la Jefatura Departamental de Quilmes. Sus piernas estaban cubiertas de sangre y sus órganos sexuales presentaban heridas graves, según lo que arrojó la investigación de la UFI Nº3 de la jurisdicción. La causa fue rápidamente caratulada como homicidio.

Alfredo todavía esperaba, preguntando a sus amigos por su amada que no regresaba. Todavía no estaba enterado de lo peor. Aún no existía conexión entre el brutal femicidio y su intensa búsqueda.

El cuerpo de Carolina fue identificado ayer. Alfredo fue trasladado a la morgue de Ezpeleta y su humanidad se enfrió tanto como la mesa de metal en donde estaba apoyada su pareja embarazada. «La vi en la morgue, toda cortada. Me mostraron solo la cara, después me mostraron un brazo, una pierna que estaba toda moretoneada. Vi sangre, loco. Sangre. Me la hicieron mierda», dice el hombre sin encontrar consuelo.

El crimen  fue puesto por Alfredo en el contexto de su vida. Los jóvenes habían decidido estar juntos para estar mejor. El femicidio arrancó de raíz sus planes y sus esfuerzos. «Los dos consumíamos paco, ella compraba en otro lado, consumíamos juntos«, confiesa, «pero cuando quedó embarazada dejamos los dos, nos rescatamos».

La mujer se había mudado con Alfredo luego de dejar la casa de sus padres y tenía dos hijos producto de otra relación, un nene y una nena, pero nunca hablaba del padre (aparentemente ausente) ante Roldán. Él había conseguido trabajo en una empresa gastronómica y confiesa que la niña lo trataba de «papá».

Hay un hombre de 37 años, identificado como Ariel G., detenido como el principal sospechoso del crimen. La patente de su Ford Focus, que fue visto saliendo del albergue, terminó llevando a su captura. El acusado intentó refugiarse en la casa de su ex mujer en Do0n Bosco. Alfredo confiesa que sabe que el dueño del auto es un tipo del barrio, aunque afirma que nunca lo sintió nombrar. «No vi nada raro en torno a mi mujer en los últimos meses», asegura.

La familia de Carolina espera en San Francisco Solano, donde se crió junto a sus cuatro hermanos. Su padre Gustavo, un albañil, asiente que la vio por última vez el jueves, cuando ella fue a buscar plata. «No había ningún problema con Alfredo. Y de este tipo Ariel al que detuvieron nunca escuché nada, no sé quién es» , soslaya el progenitor. Hugo, el tío de la víctima, se enoja con lo que muestra la televisión: «Sí, ella consumió, tuvo su historia, pero los canales la tratan de falopera. Es una canallada«.

Gustavo fue citado mañana para comenzar los trámites para recibir el cuerpo de su hija en la Comisaría Nº3. Según la investigación policial, la hipótesis principal del crimen deriva en un juego sexual particularmente violento. No obstante, a Alfredo se le apareció un recuerdo en su mente de cuando estuvo en la morgue: «Cuando le vi los brazos para reconocer en el cuerpo vi marcas como de dedos, marcas para defenderse. Para mí se la llevaron por la fuerza», culmina.

 

 

Fuente: Infobae