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viernes 26 de abril del 2024

Practicó 12 años rugby y criticó al deporte tras lo ocurrido en Gesell: «La rutina rugbier está siempre a un paso de tener un final brutal»

Se trata de un usuario que compartió sus experiencias en Twitter y su reflexión tuvo mucha repercusión por lo crudo de sus relatos. Denunció casos de abuso físicos y extremada violencia.
Un hombre que hizo 12 años rugby se mostró autocrítico en las redes sociales e hizo una fuerte reflexión sobre la práctica del deporte en la semana que se volvió noticia el brutal asesinato de Fernando Báez Sosa, un joven de La Plata que murió productos de las serias heridas que le provocaron una patota de rugbiers a la salida de un boliche en Villa Gesell.
El usuario Martín Mazalán, quien se define como actor y redactor, escribió un hilo en Twitter contando experiencias personales a lo largo de su trayectoria en ese deporte y a modo de reflexión por lo ocurrido el pasado fin de semana. «Jugué 12 años al rugby. Amaba el juego. Afuera, «ser parte» era agridulce. Siempre incómodo. No me podía (¿quería?) integrar. Vi, escuché y hasta viví «anécdotas» que no pasaron a mayores pero que afirman que la rutina rugbier está SIEMPRE a un paso de tener un final brutal», escribió en una primera publicación.
«Una golpiza brutal, una joda brutal, un noviazgo brutal, un bautismo brutal, una fiesta brutal, un asesinato brutal. La palabra es de diccionario directo: Persona necia, sin educación ni moderación. Aquel que emplea la fuerza física sin medida. Tosco. Animal irracional. El rugbier se entrena para jugar un deporte brutal de la manera más afilada, efectiva y letal posible. Pero el nivel de atención y detalle que se le pone al trabajo del cuerpo no es ni cercano al que se le pone a la cabeza. En la cabeza te meten que siempre podés dar un poco más», agregó.
En esa línea, sostuvo que en la cabeza del rugbier «se entrena romper al otro, no dar respiro, salir a matar». «Son metáforas, obvio, pero ese lenguaje aun lavado sigue siendo violento. El cuerpo responde a la mente. ¿Qué consume esa mente? Contacto. El cuerpo del juego no es un juego fuera de la cancha», aclaró.
Además, detalló un caso de abuso físico: «Adolescente varón privilegiado. Y vivir demostrando fortaleza. Cada tradición de club de rugby busca eso, que su equipo demuestre fortaleza incansable. En mi club, debutar en primera se festejaba con una buena cagada a palos. Moretones grandes y violetas eran lo normal. La primera vez que lo vi le dije a mi mejor amigo «Che, no está bueno. No voy a dejar que me lo hagan a mí». La respuesta fue ‘Es obvio que vas a correr, no lo hagas. Va a ser peor’. Tenía 16. Ese día pensé: no voy a jugar nunca en primera. Esquivar tradiciones ya me era común».
«Todo es agresivo pero con un contexto festivo que lo camufla y justifica. Lo que terminan generando es masculinidad toxica. Machos listos para saltar. Ansiosos de saltar y demostrar. ¿Todos? No. La mayoría. Ah, no hay homosexuales en el rugby. Bah, reformulo. No vas a enterarte», señaló Mazalán. Y añadió: «Algo que me acuerdo siempre de los entrenamientos y que yo admiraba era que no nos dejaban apoyar las manos en las rodillas en medio de un partido. Era señal de cansancio. Debilidad. ‘Si estás cansado, las manos a la cintura. La frente y el pecho siempre arriba'».