Por María Cecilia Chitarroni
Es muy fácil hablar de hacer, pero a la hora de estar ahí y coordinar acciones en <formas de hacer eficientes> para el núcleo familiar, puede tornarse una misión de alto riesgo para la salud emocional de toda la familia.
Para los profesionales del Coaching Ontológico el lenguaje es acción. Por nuestra “manera de hacer” es que hoy somos como somos y a su vez como estamos siendo, determina nuestras acciones. Es aquí donde pasan por nuestra cabeza las imágenes de los años anteriores u otras actividades en familia, donde corríamos llegando tarde, desayunando en el trayecto, estacionando en doble fila, domingo a la noche con la tarea, sin mirar el cuadernos de comunicaciones en 2 o 3 días y olvidando una actividad, entre otras cosas.
En este punto pensamos en la vuelta al cole y nos aborda una doble emoción, por un lado todo lo que implica a nivel logístico, los trayectos, las tareas, los refrigerios, la lista de los útiles solicitados, los uniformes, el período de adaptación de los más pequeños, etc. Y por otro la disponibilidad de tiempo y espacio para nuestra vida adulta, la culpa que implica sentir alegría por tener, atención y energía disponible para nosotros, ¡sí!, culpa, por todo, pero ese va a ser otro tema en otra columna. NUESTRO LENGUAJE NO ES INOCENTE el capítulo de mala madre, y papá sin tiempo, son para la próxima nota.
Institucionalizamos determinadas maneras de hacer las cosas, de ocuparnos de ciertas inquietudes. Hacemos las cosas sin pensar en las acciones que realizamos, muy a menudo, las ejecutamos en automático (no reflexionamos ni elegimos cómo hacerlo, lo hacemos como por inercia, porque es así). ¿Para qué hago hincapié en este punto? Para buscar información acerca de nuestra forma de vivir estas prácticas familiares, para darle lugar al territorio emocional, que dejamos tirados por hacer lo que. <tenemos que hacer> sin tener en cuenta el impacto que nuestra manera de hacerlo y de vivirlo tiene en la familia. Esa configuración transparente tiene impacto directo en: cómo nos vamos a dormir, el descanso, el clima del hogar, el proceso de aprendizaje de los chicos y nuestra predisposición al trabajo.
Bueno, fijate si no importa. Entiendo que poner el automático parece hacernos más eficientes, pero doy fe que elegir cómo vivir el período escolar es bueno para toda la familia. Estamos en permanente cambio, al cambiar nuestra forma de actuar, cambiamos nuestra forma de habitar nuestros espacios, y nuestra forma de ser en resumen. Nuestros éxitos y fracasos se configuran en nuestras conversaciones.
Esto trae ventajas significativas y también algunas desventajas. Aquí me quiero detener en el impacto de la vuelta al cole en nuestro estado de ánimo, en consecuencia en nuestras conversaciones: me refiero a lo que hablamos para adentro y lo que decimos con otros, incluidos los niños. Acá no existe un bien o un mal, nos molestan cosas, nos resultan incómodas y a contrareloj, el tema es que eso que nos pasa no impacte en qué hacemos con eso. En los diálogos está la info que requerimos para un rediseño de puntos estratégicos. Aquí no me refiero a que podamos cambiar la lista de útiles con los condimentos que cada caso acarrea, (porque a veces se siente como la búsqueda del tesoro) y RE- NEGAR con esto, nos trae a volver a negar lo que en el fondo no aceptamos. Mi primer invitación es a tomar registro explícito de las “novedades” a abordar, luego diferenciar aquello con lo que no estoy tan a gusto. ( Yo lo hago escrito y lo marco con color, los días que no me siento con tiempo para escribir y sentarme, me automando audios de whatsapp y chateo conmigo). Eso que distinguí (puede ser en color o en un audio) , es lo que no estoy aceptando. En estos casos diseño una regla estratégica para abordarlo, y deja de ser tan terrible, entonces no se lo trasladamos a los niños ni nos juntamos con otros adultos a despotricar, sino que simplemente nos contactamos con otros para resolver, conseguir el material difícil, mandar fotos de los chicos que no podemos acompañar en su adaptación y otras acciones contingentes que responden a una forma de hacer estratégica para lo que leo “polémico”.
¿Cómo detectar aquello que no suma del abordaje del periodo lectivo? REVISANDO CÓMO ESTÁN NUESTRAS CONVERSACIONES ACERCA DE LA VUELTA A CLASES. Sí las públicas y las privadas, sobre todo las que tenemos en el hogar, eso de que los niños son esponjas, es una forma de decir que el hogar y el espacio vincular familiar es su plataforma de construcción de la autoconfianza, si no sabemos como adultos configurar un espacio de coordinación de acciones ameno, ¿cómo se estarán configurando para asistir y relacionarse con otros?
En esa revisión mirar que cuento es el que me cuento y la fuerza que le doy a esa historia nos convoca a ser autores de un capítulo nuevo. Sin tanto “tengo que” sino practicando la autonomía y la responsabilidad del quiero, siento y elijo.
Porque siempre estamos eligiendo.
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