Por Silvana Savoini.
Es la primera vez que me pasa, no entiendo lo que pasó, te juro que nunca tengo problemas, esto no puede estar pasando, son algunas de las expresiones típicamente asociadas a los intentos de justificación o disculpas encubiertas que esgrimen los varones ante una dificultad en lograr o mantener una erección, en el contexto de un encuentro erótico con personas de cualquier género y orientación.
En el ciclo de Instagram en vivo de Rosario Nuestro “Entre 4 paredes”, el miércoles conversamos sobre este tema.
La erección es el signo visible de la excitación sexual en las personas con pene, en este caso nos referimos particularmente a los varones, que lamentablemente también sufren los mandatos sociales del machismo, que los coloca en un lugar exigido a la hora del “rendimiento” sexual. Hasta ahora ha imperado un sistema de creencias heteronormativo, centrado en el coito como práctica sexual casi excluyente en encuentros heterosexuales, y por lo tanto con una sobrevaloración de la genitalidad y especialmente, la masculina.
Estas creencias en torno a la sexualidad, han plagado al erotismo de mitos y prejuicios que condicionan la respuesta sexual. Por ejemplo, que el varón debe estar siempre listo (el mito del Boy Scaut), que tiene más deseo sexual que las mujeres, que tiene “necesidades” como si cierta pauta biológica diferencial transformase el deseo sexual en una imperativa necesidad fisiológica, no aplicable a otros géneros.
Entonces, debe tener ganas, no importa el contexto o la persona que tenga en frente, debe responder siempre que se lo invita a participar de un encuentro erótico, esa respuesta debe consistir en toda la curva de respuesta sexual, es decir, experimentar deseo, excitarse, tener un orgasmo, que se suele equiparar a la eyaculación aunque la diferencia sea sutil, existe. Y rigen también por lo tanto, cuestiones que quedan vedadas: no debe rechazar propuestas, no puede no tener ganas, y no puede permitirse no lograr o mantener una erección peneana, que además debe ser lo bastante firme para una penetración de cualquier tipo.
Si esto no ocurre, se da por terminado el encuentro, y se instala un clima de frustración, enojo, decepción, angustia, que provoca la bochornosa emoción de vergüenza, a partir de la cual, emergen las expresiones de las que hablamos.
La vergüenza, no debería ser una emoción que forme parte de ningún encuentro erótico, no importa lo que ocurra.
La sensación de no poder, de fallar, de fracasar, de no ser “lo suficientemente hombre” invade todo su ser y si la respuesta de su partenaire es adversa, tanto peor.
Lo cierto es que es absolutamente normal y esperable, que no sólo una, sino muchas veces a lo largo de la vida, un varón experimente este tipo de vivencias, y no hay de qué preocuparse, excepto que se instale a modo de una disfunción. Ocurre que muchas veces, un episodio aislado termina transformándose en disfunción a raíz del miedo que condiciona los siguientes encuentros. La expectativa de desempeño, y la ansiedad concomitante, es el verdadero problema para desarrollar la respuesta sexual.
Seguir adelante con el encuentro erótico, sin sobredimensionar el protagonismo de los genitales, es lo que debería ocurrir. El universo erótico es infinito, las sensaciones muy diversas a explorar, la extensión inmensa de la piel de todo el cuerpo, lo que decimos, lo lúdico, la ternura, los mimos, los estímulos no coitales, todo debe ser esencial en un encuentro.
La clave, es disfrutar cada conexión física, mental y emocional y divertirse. Conectar con la dimensión placentera, relajados, sin esperar resultados, sin miedos, y sobre todo, sin vivirlo como si fuese rendir un examen.
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