Pasó el primer debate presidencial realizado en el Paraninfo de Derecho de la Universidad Nacional del Litoral, donde se realizó el Congreso Constituyente de 1994, y dejaron un saldo de chicanas, contestaciones viralizables y poco contenido de plataformas de hipotéticos futuros gobiernos. Espert y Alberto Fernández los más sueltos, sólido Macri, Del Caño por los pasillos militantes de Sociales de la UBA y Gómez Centurión desprolijo, captando el voto de derecha.
La estrategia fue desconcertante: Mauricio Macri salió a la cancha austero, como si fuera ganando 3 a 0 y sin necesidad de salir a contrarestar a su rival más firme. Y todo lo contrario sucedió con Alberto Fernández: no paró de interpelar al presidente, a pesar de que las encuestas lo dan como un amplio vencedor.
Tal vez no quiso especular y buscó el nocaut. Inclusive, su invitado fue Daniel Scioli, sentado en primera fila, y abrió su discurso haciendo referencia al debate de hace 4 años atrás en donde el ex gobernador bonaerense vaticinó muchas de las cosas que sucedieron durante el gobierno de Cambiemos.
En la segunda mitad Macri buscó confrontación, aunque no tan directa. Fernández levantó el dedo contra la investidura presidencial prácticamente en todas sus intervenciones, y el primer mandatario reaccionó en una muy firme, tal vez en dos si hacemos referencia a lo que dijo sobre Kiciloff y la narcocapacitación. Pero claramente evitó el contacto dialéctico con el ex jefe de Gabinete de Néstor y Cristina, y sobre el final lo pegó al kirchnerismo diciendo que “no cambió, sólo se disfraza”.
Faltaron las propuestas. Tanto Macri, hablando como candidato pero con poca referencia a su gestión que está concluyendo, como Fernández, contestatario con el presidente pero poco propositivo, evitaron mencionar su plataforma de gobierno a partir del 10 de diciembre. Tal vez el futuro oscuro desde lo económico y no volver a ser presos de sus palabras hicieron no anticipar lo que puede ser un 2020 muy difícil gane quien gane.
Los actores de reparto jugaron sus juegos desde las trincheras idiológicas. Espert, Gómez Centurión y Del Caño no se salieron del libreto y dieron lo que se esperaba. El manejo del discurso del economista es bueno y supo encontrar su espacio para sobresalir de la media, aunque con propuestas controvertidas desde lo ideológico como “arancelar la universidad pública”. Gómez Centurión buscó con la militancia de las “dos vidas” su nicho para cosechar algunos votos radicalizados, y mencionó varias veces su participación en la guerra de Malvinas.
Del Caño habló de la crisis en Ecuador y pidió silencio en lo que le restaba de su participación por los fallecidos en la represión del país latinoamericano, como dato llamativo del debate. Sirvió para una catarata de memes en redes sociales, y no mucho más. El candidato troskista atacó constantemente a Fernández, como si fuera él el presidente y no Macri, que estaba del otro lado.
Pasó un debate que no fue tal, podemos resumirlo como un cúmulo de discursos vacíos de contenido en búsqueda de no perder lo cosechado en campaña y salir a consolidar los votos que creen tener. Tal vez el formato no ayuda, pero achicar el margen de error para ellos lo torna aburrido para el espectador. La semana que viene tienen otra chance, veremos si superan las expectativas.
No hay ganadores y perdedores, todo es según quién lo vea y qué ideología tiene. Inclusive, durante gran parte del debate, ganó en el rating Susana Giménez desde Telefé, único canal abierto que no apostó al evento de candidatos a Presidente.