Por Jorge Cánepa
Rosario es una ciudad que busca, incesantemente, su identidad.
La cercanía con la capital del país, el origen inmigratorio de su población, la lejanía de los centros de producción de bienes culturales, la clara posición de dominio de los medios de comunicación porteños, entre otras causas, determinaron que el rosarino vea partir a sus hijos, músicos, pintores, actores, escenógrafos, autores, periodistas, y creadores en general, en búsqueda de su realización profesional, para no volver.
Tenemos que darnos la tarea de recuperar el legado de los grandes artistas que llevaron un pedazo del alma Rosarina, culta y solidaria, por el mundo entero.
Es con ese propósito que considero necesario el retorno de los restos de Alberto Olmedo a su lugar de nacimiento, el que nunca negó y siempre mostró con orgullo, durante toda su vida.
Sería justo que el Gran Cómico Argentino descanse para siempre en el lugar que lo vio nacer y a la que regresó todas las veces que pudo, para abrazar a sus afectos, respirar su aroma y recargar su espíritu juguetón.
Olmedo representa el ejemplo claro de un metabolismo cultural que nos debilita y nos confunde. Es nuestra identidad la que emigra y no nos permite encontrarnos.
De concretarse este sueño, el gran Alberto podría ocupar un lugar en El PASEO DE LOS ILUSTRES del cementerio El Salvador, lugar destinado para los hijos destacados de esta ciudad que tanto lo ama.
Hagamos los esfuerzos que sean necesarios para lograrlo, porque Alberto Olmedo es Rosario y creemos que aquí debe estar.
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