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viernes 29 de marzo del 2024

La disfunción sexual como alerta de salud

Era un varón cincuentenario, llegó a la consulta consternado por el supuesto “fracaso” de sus consultas sexológicas anteriores. Dado que se trataba de un caso “refractario” a los tratamientos, una colega me lo deriva expresando su confianza en que quizá podría ayudarlo. Supuestamente la dificultad tendría que ver con el tenor de sus fantasías, que eran lo suficientemente bizarras como para atribuirles parte de su malestar.

Lo recibo, lo escucho atentamente, pero también lo observo. A mi mirada clínica no se le escapan ciertos detalles, como su leve agitación al hablar, su contextura física, el cuello ancho con alguna pigmentación particular, la circunferencia abdominal, su dentadura, entre otras cosas…Estos datos orientan la anamnesis o interrogatorio clínico, en los que siempre se incluyen todas las variables psicológicas, biológicas, sociales y culturales que pueden estar interviniendo en la función erótica. Le pregunto cuándo fue su último chequeo médico: pasó tanto tiempo que no lo recuerda. Le pregunto si realiza alguna actividad física, responde que no. Le pregunto si es fumador, contesta que sí.

Por supuesto que la entrevista tocó muchos otros temas, relacionados a su biografía sexual, a su sistema de creencias, a sus niveles de ansiedad, a sus crisis vitales, a sus vínculos, a su actividad laboral, alas culpas, las exigencias y los miedos…Escucho atentamente su relato, incluso el discurso de atribución causal que ha construido en torno al síntoma que motiva su consulta.

Una vez reunida toda la información preliminar, le transmito categóricamente la necesidad de realizar una interconsulta con su médico de cabecera, o con algún médico clínico…notando la desaprobación en su rostro. Le pregunto por qué está a disgusto con mi indicación. Me responde que vino por un problema “sexual”, que no le estoy ayudando a resolver. Amablemente le explico la compleja interacción psicobiológica de factores que se conjugan detrás de lo que percibimos como manifestaciones de la respuesta sexual.

Con mi pasión didáctica trato de ayudarle a comprenderla delicada regulación de funciones psico neuro endócrinas que subyacen a la vivencia erótica. Le cuento cómo la desregulación de esos ejes puede impactar en los procesos de salud enfermedad y en las funciones vitales. Para que capte la dimensión sistémica del erotismo (y por lo tanto de la disfunción sexual), intento graficar ese sistema como una red de vóley, susceptible de deformarse íntegramente si tiramos de uno sólo de sus puntos.

La sexología no puede pensarse como disciplina aislada, del mismo modo que la sexualidad no puede reducirse a la genitalidad, por lo que solemos trabajar en un diálogo interdisciplinario.

Nunca más lo volví a ver. La respuesta que le ofrecí no era la que venía a buscar, y probablemente fuesimilar la de mis colegas. En estos casos siempre queda la duda, ¿habré hecho bien? ¿Habré equivocado el criterio? ¿Debería haber reparado en sus señalamientos sin dar importancia a lo que mi intuición experta me decía sobre su modo de ser en el mundo?

Pasaron años de aquella consulta. El sábado pasado, asistí virtualmente a un Conversatorio de la Academia Internacional de Sexología Médica, en el cual disertó el Dr. Santiago Cedrés, presidente de esa Academia. En su exposición puso un especial énfasis en desatacar la importancia de la Disfunción Eréctil como síntoma centinela de otras enfermedades. Haciendo referencia a líneas de investigación que se orientan a pensar la Disfunción Eréctil como factor de riesgo cardiovascular, es decir como predictor (centinela) de infarto de miocardio o ACV hasta dos o tres años antes del evento vascular, en varones que reúnen ciertas características predisponentes.

Cuando escuchaba hablar al Dr. Cedrés, me acordé de aquel paciente y reafirmé mi convicción de haber indicado lo correcto. Psicológicamente hablando, cuidarse, poner atención a cómo tratamos a nuestro propio cuerpo, es una actitud erótica primordial, es el amor al servicio de la vida, lo demás es anecdótico. Es difícil pensar el placer sexual sin cuidado por la vida misma. Los deseos y las pulsiones contrarias a la vida también son objeto de la terapia, claro está.

Sabemos ampliamente que la hipertensión, la obesidad, la diabetes, el síndrome metabólico, el estrés, el sedentarismo, el tabaquismo, la depresión, entre otros, pueden ser parte de la etiología multifactorial de una disfunción sexual. En el ejemplo me refiero a un varón, pero aplica a todos los géneros.

Además de un diagnóstico adecuado y a tiempo, por supuesto existen recomendaciones que aplican para la promoción de la salud tanto vascular como sexual. Una alimentación saludable, la eliminación de hábitos tóxicos (tabaco, alcohol, etc.), la actividad física regular y el procurar cierta estabilidad emocional y socio afectiva, son elementos cotidianos a tener en cuenta comopoderosos afrodisíacos.