Corría el año 1977, yo tenía seis años por entonces, para dimensionar el tiempo transcurrido digo…el psiquiatra estadounidense George Engel acuña la expresión del Modelo Biopsicosocial para la enfermedad, reconociendo que todas las enfermedades tienen componentes biológicos, psicológicos y sociales. En contraposición al modelo médico tradicional, esta concepción implicaba una comprensión amplia de los procesos patológicos. La salud, la enfermedad y el sentirse enfermo son conceptos relativos y multifactorialmente condicionados.
El dualismo cartesiano que escindía mente y cuerpo como entidades separadas, había intensificado su dicotomía con el descubrimiento de las bacterias como agentes causales de enfermedad, por lo cual para finales del siglo XIX se reforzaba el concepto sobre simplificado de causalidad lineal, entendiendo que había una causa unitaria de enfermedad, poniendo de relieve el aspecto físico, por supuesto.
El camino para abandonar el modelo etiológico unitario fue largo, durante el siglo XX aportes de investigadores como Cannon, Wolff, Dumbar, Mirsky, Grinker, contribuyeron a iniciarlo. Hans Selye en 1974 describe el Síndrome General de Adaptación por el cual el organismo entero reacciona al estrés. Ya cerca de 1950 el médico psicoanalista Franz Alexander presentó lo que consideraba las siete enfermedades psicosomáticas clásicas, considerado el padre de la psicosomática, abriendo las puertas a que la propia medicina abandonara el dualismo mente cuerpo para pensar la enfermedad.
El psiquiatra suizo Adolf Meyer en 1930 introdujo el término Psicobiología contemplando los aspectos psicológicos, biológicos y sociales de los procesos de salud enfermedad. En psicooncología, José Schavelzon en 1965 al referirse a los pacientes con cáncer, hablaba de una sincronización psicoorgánica, y de la imperiosa necesidad de pensar al ser humano enfermo como una unidad, en tanto la persona funciona y enferma como tal.
Pero en 2020 en nuestro país ante una pandemia se piensan estrategias en base al paradigma bio médico unitario de causalidad lineal, que por supuesto, fracasa. Hoy leí una nota al sociólogo e investigador Daniel Feierstein (Página12)[i], cuya lectura recomiendo. Habló de las dificultades para pronosticar comportamientos sociales en la toma de decisiones de lineamientos y acciones políticas, la no consideración del modo en que las sociedades reaccionan ante situaciones críticas, y los mecanismos psíquicos humanos que no se contemplan a la hora de implementarlas.
En una de sus expresiones plantea: “Pero sin querer ponerme muy técnico, podríamos decir q lo q suponen los médicos sobre el comportamiento social en pandemia es lo que Weber llama «acción racional con arreglo a fines»: q calculan que el riesgo de contagiarse es preferible al de quedarse sin otras actividades…Aunque eso podría sonar plausible (no sensato) para quien necesita trabajar porque podría verse sometido al hambre o a la pérdida de bienes, en modo alguno explica el caso de quien sale a tomar una birra, hace el asadito con los amigos o visita a la tía, foco de los contagios.” Aquí vuelve a cometer el mismo error que señala en los asesores médicos. Que es la subestimación de la importancia de lo socio afectivo (presencial) para el ser humano. El ser humano es un ser social, el trabajo y los vínculos afectivos no sólo nos sostienen, nos definen, nos permiten ser en el mundo.
Sin contar con la motivación, ¡ay la motivación! La motivación de la conducta humana está lejos, muy lejos de poder considerarse racional, y los fines y la toma de decisiones, tienen más que ver con las emociones que con la racionalidad. Ahora bien, ya lo he dicho en notas de comienzo de la pandemia, la sexualidad, por ejemplo, es un motivo primario, y por lo tanto casi indomesticable. ¿Puede alguien pensar o creer realmente, que una estrategia sanitaria es capaz de gobernar sobre el deseo? ¿Puede ser que nadie registre el detalle de que lo prohibido, además, atrae? ¿Nos sorprende que los mecanismos de negación puedan duplicarse a sí mismos, al punto de que personas oficialistas que defienden a ultranza las medidas de aislamiento/distanciamiento social preventivo y obligatorio, tengan el doble discurso de pregonar el “quédate en casa” y al mismo tiempo se hayan encontrado desde la fase 1 con sus parejas no convivientes y/o hayan concertado citas para encuentros ocasionales, y se saquen fotos grupales multitudinarias sin barbijo en espacios cerrados descaradamente, pero se horroricen cuando alguien cuestiona las medidas por el impacto devastador de la economía de los más vulnerables? Es negación de la negación, ¿o es cinismo puro? Realmente creo que es una doble negación, hay muchas personas en mi entorno propio que considero bienintencionadas, y sostienen sin darse cuenta siquiera ese doble discurso.
Pero en ese abandono del modelo psico bio social de la enfermedad, no sólo se olvidan las motivaciones humanas, los mecanismos de negación, el comportamiento de las masas en situaciones críticas, y la eficacia simbólica del discurso. También se olvida que, si las autoridades adoptan un posicionamiento paternalista, habilitando el concomitante estatus filial para sus gobernados, van a obtener la respuesta del adolescente ante la represión: la transgresión. El análisis transaccional ya lo planteaba, uno puede establecer comunicación del tipo padre-niño, o del tipo adulto-adulto, y la dinámica será diferente. Como pueblo somos tratados como niños o adolescentes, o ni siquiera, porque las leyes de protección de niños, niñas y adolescentes les garantizan ser tratados como sujetos de derecho, ser escuchados e incluso tener autonomía sobre sus cuerpos. Nosotros no. Pero no se entiende por qué se transgreden las pautas impuestas.
Desde las teorías de la motivación humana, sabemos que existen motivos internos y externos, el control es una de las motivaciones extrínsecas. Sabemos que el exceso de controles aniquila la motivación intrínseca. Es decir, si uno quiere que alguien asuma por motus propio una acción o responsabilidad, no debemos controlar demasiado. Como ejemplo clarísimo ante la pandemia está la actitud del presidente uruguayo, cuyo lema fue libertad y responsabilidad, confió en su población, trató a sus ciudadanos como adultos capaces de cuidarse a sí mismos y de cuidar a los demás, los resultados están a la vista.
Una última reflexión, me lleva a pensar cómo puede no tenerse en cuenta qué es lo que una persona considera más importante para su vida, o incluso, para su muerte. La muerte digna, que hoy se está empezando a considerar al habilitar en algunas regiones el derecho a despedirse de los familiares. Y si es que muchos vamos a morir (a causa del coronavirus, ya que morir, moriremos todos ineludiblemente algún día), ¿qué pasa con el último tramo de nuestras vidas? A veces pienso, cualquiera de nosotros que no sobreviva al coronavirus, a la inseguridad, o a un infarto, se lleva el vacío de los momentos no compartidos con afectos en este tiempo, seis meses en los cuales muchos cerraron la puerta de sus emprendimientos de toda una vida, la frustración y la tristeza de haber trabajado durísimo para terminar dependiendo de un estado benefactor que recluta cada vez más personas empobrecidas, y afectivamente desamparadas. Quitar al ser humano su trabajo y sus afectos, es simbólicamente desnudarlo y dejarlo a la intemperie, doblegado y capaz de tolerar casi cualquier cosa. Volverlo dependiente, vulnerable, incapaz de valerse por sí mismo y sin juntarse con otros para sociabilizar su dolor. Los ritos sociales también están vedados.
No poder trabajar para ganar dignamente tu sustento, no poder reunirte con afectos que te apuntalen en las pérdidas, materiales o afectivas, ante la muerte misma, sólo la virtualidad, ahora también regulada y no sabemos hasta cuándo funcionando bien sin inversiones, entonces ni siquiera lo virtual. Privado del trabajo, la educación, los afectos, al humano no le queda nada más que un cuerpo tan biológico como vulnerable, incluso, inmunológicamente. La depresión conlleva inmunosupresión, es un hecho fisiológico estudiado por la Psiconeuroendócrinoinmunología hace rato. El virus no se va a ir, necesitaríamos estar inmunológicamente más fuertes. Eso lo da el bienestar psico bio social, el barbijo y el distanciamiento te protegen en lo bio, lo psico social, te lo debo.
[i] https://www.pagina12.com.ar/289199-coronavirus-por-que-fracasan-todas-las-estrategias-para-fren
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