“Dime qué tienes en tu heladera y te diré cómo te alimentas”, dicen los expertos. Y la realidad es que tienen toda la razón ya que este electrodoméstico revela gran parte de los alimentos y nutrientes que componen nuestra alimentación.
Parece un dato menor pero el qué poseemos, cómo lo consumimos, el cuánto y dónde distribuimos cada integrante repercute directamente en nuestra conducta alimentaria de manera positiva o… negativa.
Por eso, con pequeños detalles podemos lograr un armado y distribución que resulte práctica y saludable adecuándose a los requerimientos, gustos y estilos de vida de cada persona. La estrategia se centra en tener lo más cerca posible aquellos alimentos de alto valor nutritivo y, por otro lado, lo más alejado y poco visible a aquellos que carecen de contenido nutricional.
- Parte inferior:
Frutas inmediatas: ‘fast food’. Lavas en el compartimento inferior ya que allí les llega el frío necesario para su conservación.
Vegetales enteros: de todos los colores. Lavados.
- Parte media:
Carnes cocidas: hasta 4 días de conservación dependiendo del tipo. Lo mejor es rotularlas. Entera o en trozos para incorporar a otras preparaciones.
Cereales y legumbres cocidos: en tuppers listos para consumir. Para mezclar en los diferentes platos.
Dulces: en su justa medida, envases pequeños. En la parte más inferior de la mitad para que, acceder a ellos, resulte un poco más difícil y demande esfuerzo (agarcharse, por ejemplo), recipientes oscuros para no dejarlos tan a la vista.
- Parte superior:
Lácteos descremados: tener en cuenta l tiempo de consumo para evaluar su compra. Leche, trozos de queso, yogur.
- Puerta:
Huevos: sin lavar para no eliminar su cutícula protectora. Aislados en la huevera para evitar contaminación. Ideal utilizarlos en revueltos con vegetales, cereales y legumbres.
Agua y bebidas: agua natural y saborizadas. Preferir variedades ‘light’ sin azúcar y moderar su consumo.
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