Por Andrés Cánepa…
Cerraron las campañas y para muchos es un alivio. Ya no consumiremos los spots –al menos por un año y medio- en la tele, las radios, Youtube o el rondín. Las clausuras han sido disímiles, con distintas temáticas y formatos. La lógica indica que el peronismo haga un acto masivo y que Juntos por el Cambio muestre austeridad, pero ha sido todo al revés.
La calle quedó invertida. La movilización desde que se inició la pandemia la puso el macrismo. Primero por la defensa de Vicentín, al poco tiempo por la posible reforma judicial que había anunciado Alberto, y de repente se transformó en una costumbre.
Por las restricciones vigentes, los dirigentes peronistas no convocaron a marchas y para la clase media antiperonista se hizo una cuestión cotidiana agarrar la bandera argentina, alguna corneta, el auto y salir a las plazas –aquí el Monumento fue el escenario principal- a quejarse de algo.
Esa acción se vio reflejada en el cierre de campaña, en el cual convocaron Losada y compañía a las escalinatas del Parque España a miles de rosarinos y ciudadanos de la región a escuchar sus discursos, con la visita de Patricia Bullrich y Alfonso Prat Gay. Algo impensado hace un lustro, hoy es una realidad. Del acto del pasado con escenario redondo en un club, asustados por el escrache con asistentes con pulseritas VIP, pasaron al aire libre y acceso popular para todo aquel que quiera ir a apoyar sin necesidades de invitaciones protocolares. Clima de época.
El peronismo en la provincia tuvo un cierre virtual, con dirigentes de toda la provincia, pero sin convocatoria al pueblo, algo habitual en la historia pejotista. Si algo identifica al justicialismo es el acto masivo en la Plaza de Mayo, expectante para escuchar el discurso del líder o para apoyar en un momento histórico. Los tiempos, y las comunicaciones, han cambiado. Pero también se explica en la pérdida de esa mística, en la militancia aburguesada, la derrota en las PASO y que no han recuperado aún de cara a las generales.
El porteñismo dominante en el gobierno central hace que tampoco lo sienta propio el núcleo duro del peronismo. Alberto no enamora y en privado, también a veces en público, muchos lo critican casi al nivel de su antecesor. El gobernador Perotti ha logrado penetrar con medidas dirigidas a la clase media –como la Billetera Santa Fe- y a las clases populares –como el Boleto Educativo Gratuito-, pero no ha logrado, producto de la pandemia y de su estilo, movilizar a las masas a un acto propio. Necesita levantar, al menos, para maquillar un resultado electoral adverso el próximo domingo y mostrarse competitivo en su territorio.
El Frente Amplio Progresista, fiel a su estilo, armó una caminata por la autonomía de Rosario, y tuvo distintas actividades en toda la provincia. Se centraron en Santa Fe y Rosario, donde creen tener la fortaleza para soñar con al menos meter uno o dos diputados, y en la visita a medios locales y nacionales para decir las últimas palabras. La grieta los ha dejado en un segundo plano nuevamente, y buscaron en el valor agregado desde lo discursivo convencer a un electorado crítico. Con levantar un poco les alcanza, pero será otra elección legislativa magra para el sector a nivel provincial.
La contienda se sobre analizará, pero internamente dejará fortalecidos y heridos de cara a un 2023 que hasta hoy es incierto. Juntos por el Cambio no se diluyó a pesar de la derrota y por ahora sólo se tiñó un poco más de rojo que de amarillo. El peronismo se debate entre el centralismo de CABA y el pejotismo provincial que siempre le inyectó la mística que perdieron adentro de la General Paz. La calle pasó de los bombos y el chori, a la bandera argentina y vincha de la clase media, y se puede sentir en las urnas este domingo.
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