21°
viernes 26 de abril del 2024

¿De qué hablamos cuando hablamos de acoso sexual?

En términos generales, acosar es perseguir sin tregua, apremiar de forma insistente a alguien con molestias o requerimientos. El acoso sexual es una conducta de acoso, intimidación o coerción de naturaleza sexual.

Puede definirse como “la situación en que se produce cualquier comportamiento verbal, no verbal o físico no deseado de índole sexual con el propósito o el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo”.[i]

[i]Parlamento Europeo y Consejo (de 23 de septiembre de 2002). «DIRECTIVA 2002/73/CE relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres en lo que se refiere al acceso al empleo, a la formación y a la promoción profesionales, y a las condiciones de trabajo».

El acoso sexual puede perjudicar a personas de cualquier género, no obstante estadísticamente las víctimas de acoso sexual son mayoritariamente mujeres. El contacto físico indeseado, los comentarios lascivos y las bromas sexuales constantes suelen ser también formas de manifestación del acoso especialmente en ámbitos laborales. Muchas veces la dificultad en poner un límite al acoso reside en el temor a perder el trabajo, o a que de alguna manera u otra la persona pueda perder oportunidades en su carrera laboral, allí queda expuesta la naturaleza coercitiva del acoso sexual, que se produce en el contexto de una asimetría de poder.

De no mediar esa asimetría de poder, es decir, si se tratase de pares entre quienes ninguno tiene la capacidad de influir sobre la situación del otro (despedirlo, impedirle el avance en la carrera, otorgar o negar aumentos de sueldo o ascensos laborales, etc.), o si las bromas, insinuaciones, tocamientos o expresiones no incomodan al receptor, sino que son recibidas con agrado en un contexto de consenso, NO hablamos entonces de Acoso Sexual en tanto delito.

De lo que se trata entonces en el acoso sexual es de una manifestación de relaciones de poder.

En cualquier contexto en el que un varón es el acosador, hostigando a una mujer con insinuaciones o contacto físico indeseado por ella, y aun pese a que la mujer haya expresado su rechazo, negativa, disgusto o incomodidad frente a esos comportamientos, queda en evidencia que el acoso sexual es una forma de discriminación por razón del género e incluso Naciones Unidas considera al Acoso Sexual como una de las formas de violencia contra las mujeres.[ii]

La concepción machista de la mujer como objeto sexual, los roles de género atribuidos a las mujeres en la vida social, el hecho de que en muchos casos no detenten el poder en ámbitos laborales o académicos, agravado por el hecho de que en gran cantidad de casos las mujeres han sido educadas por la sociedad para sufrir en silencio, para “aguantar” y callar, hace que las mujeres históricamente hayamos sido más vulnerables al acoso.

En diciembre de 2017 el movimiento HeForShe de ONU Mujeres hizo un llamamiento a los varones para unirse en solidaridad entre sí y con las mujeres a fin de eliminar el Acoso Sexual a nivel mundial mediante el comunicado de prensa “Eres HeForShe?”[iii]

¿Acoso o seducción?

Es importante mencionar, que las insinuaciones, el contacto físico con cualquier pretexto, la insistencia de la mirada, ciertas expresiones de índole sexual, incluso las bromas, y tantos otros comportamientos susceptibles de ser interpretados como acoso sexual, forman también parte del repertorio de acciones, estrategias y expresiones aplicadas a la seducción (entendiendo la seducción como la capacidad para persuadir, en este caso, orientada a establecer un vínculo sexo afectivo). ¿Entonces cuál es el parámetro para establecer si nos encontramos ante un acto de seducción o un acoso?

Lo que debe quedar claro es que el acoso sexual no depende de la intencionalidad del sujeto acosador, sino de la receptividad del destinatario de los comportamientos. En muchos casos, el “acosador” puede no tener conciencia de que está acosando a la otra persona, porque entre otras cosas puede no descifrar correctamente la respuesta del otro cuando no es explícita. Es decir, alguien puede intentar seducir con lo que considera un juego sin percibir la incomodidad que genera. Por lo tanto, se vuelve fundamental la capacidad para expresar lo que no nos gusta y para decir que no con todas las letras. Pero por favor, no nos volvamos temerosos de la seducción!

NO es NO

También es importante desmitificar algunas creencias asociadas a estereotipos de rol de género, por las cuales se habilitaría a pensar que cuando alguien dice que NO, está queriendo decir que SI (particularmente si se trata de mujeres). En verdad, la premisa es aceptar y respetar el NO, como lo que es, un NO, una negativa que no requiere insistencias ni omisiones. En nuestra cultura, la doble moral que operó durante mucho tiempo en relación al comportamiento sexual, promovió este tipo de creencias con el fomento de expresiones de doble discurso del tipo “aunque te guste decile que no al principio, para no quedar como una chica fácil”, “para hacerte valer tenés que negarte”, “le tiene que costar conseguirte porque sino no te toma en serio”, etc. etc. etc., todas expresiones tendientes a la represión del deseo sexual femenino en pos de un supuesto status moral que, hagámonos cargo, alimentó la costumbre de la insistencia y de la subestimación de la negativa “como si” sólo fuese parte del juego. (Basta con ver cómo este modo disfuncional de relacionarse se ve reflejado vulgarmente en interpretaciones musicales exitosas como “Dime que no” de Arjona, y todo el andamiaje teórico que movilizó la lucha por la equidad de género parece colapsar en un instante ante esa melodía!!!).

El ejercicio de la libertad sexual, que es uno de los Derechos Sexuales, implica para la mujer: desarrollar la asertividad para expresar sin pudores ni falsa moralina sus deseos, tanto como para decir decididamente que NO cuando realmente no lo desee, sin miedos. Del mismo modo y con más énfasis, implica para los varones el poner en valor, aceptar y respetar el NO en cualquiera de sus formas, sin sentirse en derecho de insistir subestimando su significado. Educar en salud sexual, es inculcar estas nociones desde la más tierna infancia.

La otra cara de la moneda

Como contracara de las situaciones de acoso sexual sufridas silenciosamente por muchas mujeres, aparecen cada vez con más frecuencia (al menos recurrentemente en la clínica), casos de varones que acusan a mujeres y/o a otros varones de acoso sexual sin que éste haya existido realmente, sólo como un bajo recurso para no hacerse cargo de su deseo y/o participación en una relación que han establecido o fomentado.

Ya sea porque están en una relación de pareja estable, y establecieron un vínculo sexual paralelo del que luego se arrepienten o son descubiertos, o incluso siendo personas solteras, pero que no desean asumir ningún tipo de compromisos, ni siquiera el de responder un mensaje a alguien con quien hace horas atrás tuvieron un encuentro sexual aunque sea ocasional. Estos desapegados sujetos, vienen echando mano a la figura del acoso sexual para diluir su parte de responsabilidad en la interacción de lazos sexo afectivos que se construyen siempre de a dos, acusando de “Acosador/a” a la persona con la cual ellos mismos se esforzaron en provocar, disfrutando del roce de los cuerpos, de las bromas, de los chats subidos de tono (sexting), hasta que el aburrimiento post coital, el miedo a ser descubiertos por la pareja, o la fobia al compromiso, los hacen querer huir o “eliminar” al otro de sus vidas (al mejor estilo de la película nacional “El lado oscuro del corazón” de Eliseo Subiela, cuando luego de tener sexo oprimía un botón que hacía que su partenaire sexual desaparezca de la cama).

Este pésimo modus operandi de muchos seductores seriales que no se hacen cargo de lo que generan o que no saben cómo manejar los límites (por supuesto que tienen derecho a decir «gracias, pero ya no me apetece”), eligen esta acusación como recurso para “sacarse de encima” a quien ya no les interesa, limpiar la vergüenza si no aceptan sentirse atraídos por alguien del mismo sexo,  o licuar las culpas de una infidelidad,  usándola como agravio para humillar y alejar al otro, tanto como en la forma de una amenaza (no me escribas, o no digas nada, o no me molestes porque te denuncio por acoso). De más está decir, que en ninguno de esos casos había asimetría de poder coercitivo que los haya presionado a hacer algo que no quisieran, ni habían existido indicios de desagrado, rechazo o negación, sino todo lo contrario.

Las nuevas tecnologías facilitan por un lado el establecimiento de contactos y encuentros sexuales ocasionales, pero dejan tendales de personas sufrientes tras el “bloqueo”, la “eliminación”, y las perversas y cobardes acusaciones de acoso cuando uno de los participantes pierde el interés y no tiene valor para afrontarlo.

[i] Parlamento Europeo y Consejo (de 23 de septiembre de 2002). «DIRECTIVA 2002/73/CE relativa a la aplicación del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres en lo que se refiere al acceso al empleo, a la formación y a la promoción profesionales, y a las condiciones de trabajo».

[ii] http://www.unwomen.org/es/news/stories/2017/11/press-release-25-november

 

[iii] http://www.unwomen.org/es/news/stories/2017/12/press-release-heforshe-international-human-solidarity-day