Pasó un 2018 turbulento y Macri, desde el sur, retoma fuerzas para encarar un 2019 que lo va a tener nuevamente en el centro de la escena. Si algo supo Cambiemos en todos estos años es que se hable de lo que ellos querían en los medios hegemónicos y, prácticamente, no pudieron instalarle agendas paralelas.
Siempre dijimos que el PRO tenía una política de comunicación de avanzada en campaña, pero, mirando lo superficial, criticamos fuertemente los “errores” a la hora de comunicar durante en gestión. Esas supuestas fallas, después de tres años de gobierno, pasaron a prendernos las antenas y entender que lo que hacen, lo hacen queriendo.
Se habla de los fallos discursivos de Macri, los bailecitos, los twits, sus opiniones sobre el fútbol, de sus vacaciones, de sus frases a los presidentes de otros países, de Antonia, de la ropa que se puso su mujer, entre otros temas menores. Se habla, en definitiva, de Macri y de todas cosas que no hacen mella sobre la gobernabilidad.
En medio de todas estas banalidades, la economía es un dolor de cabeza para todos los argentinos y es lo único que les preocupa para encarar la campaña 2019. La estrategia es clara: hablar de cualquier cosa menos de números. Y apenas arrancado el año la expusieron a Patricia Bullrich e instaló baja en la edad de imputabilidad de menores, pistolas Taser y extranjeros delincuentes deportados.
La famosa cortina de humo. Pueden ser temas buenos, temas neutros o hasta temas malos para la generalidad de la audiencia, pero que se hable de ese tema malo y no del otro tema malo hace que corran la mirada de los potenciales votantes de Cambiemos que no la están pasando nada bien y que sienten en el bolsillo la crisis.
En 2018 hubo 48 por ciento de inflación, las tasas de interés están en 59 puntos, devaluaron el dólar un 100 por ciento, hubo un aumento de 5 por ciento de la pobreza, aumentó 1 punto la desocupación, la industria cayó un 13 por ciento, el riesgo país se disparó a más de 800 –ahora bajó un poco- y las ventas, promedio, se desplomaron 20 por ciento. Un combo letal para cualquier gobierno democrático.
Sin embargo, Macri llegó con vida a este proceso electoral. Por virtudes propias, sin dudas, pero por sobre todas las cosas por la ausencia total de una oposición respetable a la hora de pensar en una alternativa. El cambio más potable hoy es Cristina Kirchner, un fantasma del pasado que gran parte del país no quiere volver. Y otra gran masa de electores no quiere ni a uno ni a otro.
Mientras se sigue hablando de los temas que quiere Cambiemos, van a seguir estirando los tiempos. Pasan los meses y hay un lema que debe repetirse: al campeón se le gana por nocaut. Los desastres económicos no son por sí solos los que lo van a sacar a Macri. La gente vota con el bolsillo, es cierto, pero también elige por perfiles de seguridad.
El kirchnerismo desde lo discursivo niega haber cometido errores desde lo económico y la autocrítica es nula. Y la gente no se olvida de los 12 años de inflación, el cepo cambiario, los últimos 4 años de estancamiento y falta de generación de empleo. Así y todo, la grieta sigue siendo negocio para dos.
Habrá que analizar bien detenidamente quién no quiere el pueblo argentino que gobierne a partir del 10 de diciembre que viene. Seguramente el voto espanto será crucial para pensar lo que pase en octubre, o en noviembre por un supuesto balotaje. Antes de las paso van a ser meras especulaciones, pero hoy se sigue jugando al juego que propone el equipo de comunicación de la Presidencia.