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martes 30 de abril del 2024

Glifosato: un debate con miradas opuestas

El Concejo Municipal de Rosario prohibió en la sesión del jueves pasado el uso y aplicación del herbicida glifosato en todas sus vertientes, tanto para la actividad agropecuaria como así también para espacios públicos y jardines particulares en Rosario.

La normativa fue impulsada por los concejales Osvaldo Miatello del peronismo y Pedro Salinas de Ciudad Futura. La legislación indica que la Secretaría de Ambiente y Espacio Público de la Municipalidad deberá encargarse de encontrar “medidas alternativas para el control de malezas, atentas al cuidado del medio ambiente y la salud de las personas”.

Los ediles recordaron que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer ha incluido al glifosato en el grupo 2A de principios activos que “se clasifican como probables carcinógenos para los seres humanos”.
También aseguraron que numerosos países (Holanda, Malta, Sri Lanka, entre otros) y municipios (Barcelona, Madrid, Hamburgo, Edimburgo, Minneapolis), a lo largo del mundo, han prohibido el uso del herbicida.

En Argentina, el uso del glifosato y de otros pesticidas no paró de crecer durante la década pasada. Según un estudio realizado en 2014 por el Ministerio de Salud argentino, el comercio de productos fitosanitarios –plaguicidas y fertilizantes – aumentó un 48,7% entre 2002 y 2008. Ese año, se comercializaron un total de 225 millones de litros de estos químicos, de los cuales cerca de un 75% fueron herbicidas.

«Yo puedo afirmar que hay evidencia científica que demuestra la relación entre la exposición a la química y el daño a los organismos biológicos en distintos grados y en distintas características. Lo que no puedo decir es que solamente por esa química se producen estos problemas de salud», sostiene Damián Verzeñassi, director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario.

Verzeñassi comenzó en 2010 una novedosa experiencia con los estudiantes del último año de Medicina: cinco días de investigación de campo en poblaciones rurales con menos de 10.000 habitantes. Durante ese lapso, los alumnos toman muestras del estado de salud de los vecinos, definen diferentes diagnósticos e introducen todos esos datos en un sistema estadístico.

El principal cambio en el modelo productivo de la Argentina rural se dio en 1996, cuando el Gobierno aprobó la utilización de cultivos transgénicos capaces de sobrevivir a potentes agroquímicos, especialmente la soja Roundup Ready (RR) –del inglés ‘lista para el roundup’, un herbicida cuyo principal activo es el glifosato –. Todas las localidades del interior del país fueron quedando rodeadas de campos extensivos de soja, aunque también de maíz y trigo, con semillas transgénicas.

Para Matías Longoni, periodista especializado en temas agrarios de la agencia Télam, si bien el glifosato está siendo cuestionado “es uno de los agroquímicos de menor toxicidad que existe”. Aunque sostiene que eso “no quiere decir que sea inofensivo, sino que quiere decir que hay que usarlo como cualquier insecticida o agroquímico, siguiendo las instrucciones de uso”.

“Me parece que acá se está demonizando el glifosato y la verdad es que muchas veces se repiten consignas vacías que no nos conducen a la verdadera discusión que es si se usa bien o mal”, argumentó. Además, Longoni dijo que el tema agroquímicos “está muy ideologizado” y que Argentina no tiene una cultura de premios y castigos con respecto al mal uso de estos productos.

El viernes 17 de noviembre el INTA sacó un pronunciamiento donde pone énfasis en el uso de los agroquímicos. “No hay que demonizar a los insumos sino, más bien, a la mala praxis”, sentenció Ramiro Cid, responsable del Módulo de Aplicación de Tecnología de Fitosanitarios en el INTA.

“Es un conjunto de prácticas que hacen que el trabajo que hacemos sea eficiente en el sentido de cumplir el cometido principal de controlar plagas, insectos o malezas con el agregado de no generar ningún inconveniente para el medio ambiente o para las personas siendo sustentable”, definió Cid.

Pedro Vigneau, titular de Aapresid, entidad que agrupa a los cultivadores de soja con el sistema de siembra directa, consideró que la ordenanza dictada en Rosario fija un precedente poco feliz, por las formas. “El Concejo aprobó esto y ninguna de las partes interesadas tuvimos la posibilidad de ir a contar como vemos la situación. Dentro de nuestros asociados hay mucha consternación, ya que Rosario está absolutamente hermanada con la producción agropecuaria”, sostuvo.

En consonancia, dijo que cualquiera puede tomar esta norma como ejemplo y avanzar. “Nosotros sostenemos que la ciencia debe jugar un papel fundamental en esto. Todas las agencias mundiales que se ocupan de verificar jamás encontraron algo para prohibir el glifosato”, sentenció.