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viernes 19 de abril del 2024

Zona 84: 25 años de amistad, crítica social y autogestión en lenguaje punk rocker

Corría el año 1993. Un cuartito entre el escenario y las vías del Viaducto de Avellaneda oficiaba de sala de ensayos. «Un vecino piola nos consiguió la llave. Éramos horripilantes», rememora Guillermo Rodríguez, guitarrista y voz de Zona 84, una de las bandas locales de punk rock con mayor presencia en la escena del circuito independiente local, que hace pocos días se consagró ganadora del premio Rosario Edita; galardón que reconoció lo mejor de la producción under. Desde esos tiempos menemistas de secundaria y cassettes pasaron un cuarto de siglo, giras al otro lado del charco y miles de historias de «aguante»- y no tanto-, que el propio Guille, como lo llaman sus amigos  y seguidores, relata en primera persona.

La formación de Zona se completa con Juan Rodríguez, hermano de Guillermo, en la voz; Belisario Gronda, en guitarra; Diego Emilio Chain, en bajo y coros y Tomás Lewis, en batería. Todos muchachos que promedian los 40 años y no viven de la música, ni tuvieron jamás la mirada puesta en eso. «Nuestra intención nunca fue pegarla», dispara Guille con su dicción impecable, sin fisuras y un timbre de voz que recuerda al Indio Solari. Guille es cardiólogo y, para acceder a este diálogo, tuvo que interrumpir una jornada de trabajo intensa.

Zona 84 surgió cuando no había internet pero se tejían otras redes. Los músicos de punk rock se agrupaban por barrios y se cruzaban en distintos puntos de Rosario. Conducían programas de radio o hacían fanzines, revistas chicas que se encargaban de hacer circular entre los más cercanos. Guille habla con nostalgia de esa época que quedó atrás, aunque reconoce las bondades del avance tecnológico para la dinámica de trabajo y distribución de la música. Hoy la banda tiene su propio estudio de grabación, diseña su arte y lleva adelante un sello discográfico, proyectos que concretó a fuerza de autogestión y voluntad.

Desde Despabila Récords Zona edita no sólo sus materiales, sino los de otros artistas de la ciudad y alrededores. «Si alguna vez queda dinero lo usamos para generar cosas nuevas. Fuimos aprendiendo todo lo necesario y lo compartimos con otras bandas, eso nos permite hacer lo que queremos», asegura el vocalista. Pero quizás su patrimonio más valioso sea el grupo de fanáticos que la rodea. Algunos amigos del barrio, muchos que los integrantes conocieron en los inicios de la movida punk en la ciudad, otros tantos de pagos en los que su música tocó alguna fibra. Y los de siempre: los que acompañan a todos lados y se suben al micro rumbo adonde sea.

El nombre Zona 84 se inspiró en un famoso comic español de los ’80 que a los hermanos Rodríguez les gustaba mucho. «Era la parte gráfica del punk rock. Hacía una crítica social muy inteligente. Con historias de ciencia ficción hablaba de todo lo que nosotros queríamos cantar». A Zona no le tiembla el pulso a la hora de meterse con instituciones como la Iglesia o despotricar contra las formas hegemónicas de la política, el consumismo o el Estado. Las letras de las canciones destilan anarquía pero el guitarrista, prefiere no ubicarse en ninguna categoría. «Si levantás una bandera, todo lo que hacés es visto desde esa óptica. Cuando empezamos estábamos más radicalizados». A sus 43, Guille detecta sus contradicciones y se hace cargo.

En 2013, el grupo cumplió veinte años y lo celebró con arte. Lanzó una trilogía, compuesta por un CD que grabó en vivo en El Sótano (antes de que cierre); un libro, escrito por un amigo de Barcelona que recolectó testimonios cercanos a los integrantes y un disco en formato de vinilo. Pieza esta última que, en palabras de Rodríguez, les abrió las puertas de Europa. «Lamentablemente, allá esta música tiene más aceptación que acá». Los músicos viajaron dos veces a Alemania, gracias a haber sido teloneros de Die Toten Hosen, una agrupación germana también antifascista y punk.

Las influencias de Zona, claro está, son musicales y no musicales, como señala Guille sobre el final del diálogo. La sociedad de vigilancia de Orwell en 1984 se volvió casi el cristal para mirar el mundo. Stanley Kubrick también está presente, igual que Osvaldo Bayer y tantas otras lecturas. En el relato de Guille Rodríguez proliferan las anécdotas de cervezas y de charlas de amigos alrededor de una mesa. Amigos que hablan el mismo idioma, que se mueven colectivamnete, que miran la realidad y no se conforman. Amigos que con los años se volvieron hermanos.