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martes 30 de abril del 2024

Una mochila con un arma, un juego fatal, falsas acusaciones y un prófugo: la triste historia tras la trágica muerte de un nene de 9 años

La fiscal que trabajó en el lugar reconstruyó lo que ocurrió en horas de la tarde del miércoles en la zona sur.

Una cadena de hechos negligentes provocaron la trágica muerte de un nene de 9 años en la zona sur de la ciudad. La oscura historia incluyó desatención familiar, falsos testimonios e investigaciones policiales que derribaron la principal hipótesis que daba cuenta de un asesinato. Fue en ese entonces que se produjo un quiebre en la historia, una confesión que terminó confirmando que Thiago Avaca no murió en un ataque mafioso, sino que su vida se fue en un puñado de minutos trágicos.

En los primeros relatos policiales, la muerte del nene se enmarcó en un brutal homicidio -el que hubiera sido el número 67 en la región- pero uno de los más resonantes por la edad de la víctima. Sin embargo, horas posteriores desde el Ministerio Público de la Acusación (MPA) difundieron un segundo parte -ya con el trabajo de la fiscal en la escena- que barrió esas primeras informaciones.

Según lo que pudo reconstruir la fiscal de Unidad Homicidios Dolosos, Marisol Fabbro, ese soleado miércoles Thiago abandonó su casa -pese al aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia de coronavirus- para jugar con sus amigos del barrio Fuerte Apache. En la vivienda que se desencadenó todo, lo esperaban Alexis, Brandom, Fernando, Álex, Uriel y Lucas sin saber lo que iba a ocurrir horas después.

Al hogar ubicado en Lamadrid al 1600 llegó un hombre, tío de algunos de los que estaban presentes en el lugar, que en la cocina colgó una mochila que contenía en el interior un arma de fuego. Como si fuera una travesura, uno de los menores inspeccionó el bolso y sacó lo que había adentro.

Ya con el revólver en la mano se puso a jugar frente a sus amigos hasta que, en un momento, alguien apuntó contra el rostro de Thiago y en un segundo catastrófico el arma se disparó, provocándole la muerte casi instantánea.

Minutos más tarde, tras un desesperado llamado a urgencias, personal de la policía arribó al lugar. En la escena del hecho a los uniformados los esperaban el grupo de menores, quienes fueron uno a uno contando lo que había sucedido.

Según los primeros testimonios de los testigos, en la escena había aparecido un hombre misterioso, que ingresó por el fondo de la casa y disparó a través de una ventana hiriendo al menos en tres ocasiones a Thiago. Pero toda la reconstrucción del hecho de la fiscal no encontró pruebas que avalaran la hipótesis inicial de homicidio. Los primeros trabajos de los peritos sobre el cuerpo del menor -quien había ingresado sin vida al hospital Roque Sáenz Peña- indicaron que Thiago murió por una herida de arma de fuego en el cráneo y no por tres lesiones como se había indicado en un principio.

Llantos y confesiones cruzadas

Una vez que se descartó la teoría del asesinato y la hipótesis de accidente por manipulación de arma tomó forma, la policía recabó dos testimonios con secuencias similares pero con diferentes protagonistas.

Alexis, de 17 años, fue el primero en quebrar en llanto y derribar la teoría del ataque. El joven contó que su hermano Fernando de 11 años le confesó que Álex, de la misma edad, fue quien agarró el arma de la mochila y disparó accidentalmente contra Thiago.

Los efectivos se dirigieron a la vivienda de la madre de Thiago, quien declaró que su hijo no fue el autor del disparo, sino que el menor le había confesado llorando que fue Fernando quien utilizó el arma y gatilló.

La policía científica que trabajó en la zona sometió a un estudio de dermotest a los menores. Todos fueron trasladados hacia una dependencia policial y puestos a disposición de la Secretaría de la Niñez.

Un prófugo

Continuando con la investigación, la fiscal fue tras los pasos del hombre identificado como Pablo G., el tío de dos de los menores involucrados y el dueño de la mochila que contenía el arma de fuego.

El procedimiento siguió cerca de la madrugada en una vivienda de pasillos ubicada en Dorrego al 5200, domicilio en el que vive el acusado, pero cuando la policía llegó al lugar nadie respondió detrás de la puerta.

Pablo G. desapareció de escena y las autoridades tampoco pudieron encontrar en la casa elementos de interés para la causa, por lo que el implicado continúa prófugo.