A través de los siglos, la antigua cultura japonesa contempla la idea de que el futuro de cada una de las personas está predestinado desde el momento en que inicia su camino.
Explicación que toma fuerza con el dogma de que todo ser humano está atado al destino de alguien más por medio de un intangible hilo color rojo que se encuentra amarrado al dedo meñique.
¿Almas gemelas?
La leyenda cuenta la historia de un hilo que conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. Un hilo rojo e invisible, atado al dedo meñique de dos que se aman inexorablemente y más allá de todo, se aman incluso contra su voluntad. Dice la leyenda que el hilo se puede estirar o contraer, pero nunca se rompe, pase lo que pase, estén juntos o separados se sostiene, uniéndolos a lo largo del tiempo y del espacio.
La conexión con el dedo meñique, visto como el dedo de los vínculos y las relaciones en oriente, enlaza con la arteria ulnar que conecta el corazón y la mano y que de alguna manera sella con su latido el enlace amoroso con aquellos que hemos guardado en las cavernas del rojo corazón.
Dos versiones de la leyenda
En China la cuentan diciendo que el Abuelo de la Luna sale cada noche y recorre la Tierra para conocer a los recién nacidos, entonces les ata el hilo rojo que decidirá su destino.
En Japón la misma leyenda cuenta que hace muchos años había un emperador que era un niño joven e impaciente que quería conocer a la que iba a ser su futura esposa, esa mujer a la que estaba predestinado, y enterándose de la existencia de una bruja que era capaz de ver los hilos rojos de todas las personas, le mandó llamar y le ordenó que siguiera su hilo hasta el final. La historia cuenta que la bruja obedeció al joven emperador y comenzó su búsqueda. Tras un largo recorrido, llegaron a una ciudad lejana y en el mercado la bruja le señaló al emperador una campesina con un bebé en brazos. El emperador no le gustó el resultado, y caprichoso como era empujó a la campesina, el bebé cayó y se lastimó la frente haciéndose una herida. Pasaron los años y ya en edad de casarse, el emperador buscó esposa, y siguió el consejo de su corte que le hablaban de una preciosa joven, hija de un general de su ejército. La mandó llamar, y al retirar el velo que le cubría la cara, el emperador quedó impresionado por su belleza, sólo ensombrecida por una fea cicatriz en la frente.
¿Estamos predestinados a conocernos?
En realidad nos rodean tantas historias conocidas de amores imposibles y otros tantos amores que fueron posibles gracias a esa mano invisible que guía todos los destinos: de madres y padres que pudieron serlo gracias a un hijo que no era de su sangre y sin embargo fue tan esperado, buscado y finalmente encontrado. Historias de desconocidos que se transforman en amigos inseparables después de compartir un evento intenso que los obligó a vivir juntos. Experiencias que marcan nuestra personalidad y donde se ve que la divina providencia, el destino, el hado o el karma como a veces se lo llama, une y a veces separa a dos personas más allá de sus propios deseos.
Podemos entender al destino como algo programado para ser vivido y que la sincronía, “la casualidad” nos lleva a conocer a esa persona que nació para amarnos.
Estas cuestiones siempre nos llevan a pensar en el libre albedrío, habrá algo de eso o simplemente ya está todo escrito y guiado por ese hilo.
Que hace que nos encontremos con esa persona justo en ese momento? Que nos separa de ella después?
Parte de la historia del hilo rojo habla de una herida que nos queda en la frente, un lugar que desde lo simbólico nos dice que no vamos a podernos olvidar ese amor herido, existirá un dolor siempre presente por la pérdida del amor que no pudo ser.
Amor, casualidad o un hilo invisible
Todos tenemos historias vividas con hilo rojo, no importa el tipo de vínculo que hablemos, claro que cuando hablamos de amores de pareja siempre está ese fuego encendido debajo de la superficie cenicienta, y ese calor nos dice la verdad.
Inevitablemente no podemos dejar de amar a aquellos que amamos alguna vez, son amores que guardamos en lo profundo de nuestro corazón y aunque no los veamos o no estemos con ellos compartiendo nuestra vida, inconscientemente seguimos conectados, viven en nuestros recuerdos y están anclados en nuestra Alma.
Algunas veces debemos resignar ese amor para otra vida y en secreto comparamos a la pareja que tenemos al lado con ese amor que tuvimos que dejar ir. Se siente cierta añoranza por ese vínculo atado en el dedo meñique.
Conozco a algunos que enredados por este hilo rojo permanecen unidos a dos personas al mismo tiempo, amándolas con locura y pasión y viendo que no pueden soltar a ninguna. A algunas personas les tocan varias de estas relaciones intensas en una vida. Otras tienen un solo hilo rojo y permanecen toda su vida al lado de su amor predestinado.
Entiendo que existen varios hilos rojos que nos conectan con los que amamos. El corazón es estirable y nuestra capacidad de amar también, de tal forma que podemos amar a muchas personas y nuestro destino puede vincularnos con muchos seres que acompañan nuestra vida.
Supongo que ya te diste cuenta quien está del otro lado de tu hilo rojo. Realmente esta es una hermosa leyenda que nos recuerda que el amor es la conexión más grande que existe, que no reconoce fronteras, ni tiempo, ni distancia y que parte del destino ya está escrito para cada uno de nosotros.
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