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viernes 26 de abril del 2024

Susy Shock: un relato para leer en clave de diversidad

Se baja primera del taxi. Mauricio, su compañero – «Mauri», como ella lo llama-, desciende después. Su atuendo: pantalones oxford negros y plataformas a tono, más una ruana roja para afrontar el fresco de la mañana pre-primaveral. Se presta con total predisposición para las fotos con la vidriera del bar/librería de Urquiza y Moreno de fondo. Y, hablando de libros, es justamente la presentación de «Crianzas: historias para crecer en toda la diversidad» la excusa de su paso por Rosario que tendrá lugar este miércoles a las 18.30 en el Centro de Formación Profesional del Sindicato de Prensa Rosario, Santiago 146 bis.

Ella es Susy Shock, una artista trans del conurbano bonaerense de 48 años que incursiona en los escenarios desde la adolescencia. Multifacética y verborrágica, Susy es poeta, música y actriz. Su imagen es fuerte, intensa y conmovedora, como todo lo que dice. «Vivo en una trieja«, explica para presentar a Mauri, pareja desde hace 14 años. «Mi otro compañero es Edu«, con quien están juntos desde hace casi tres décadas. «Tenemos nuestras cosas, como todos. A veces me voy, a veces se va él, otras Edu, después nos volvemos a juntar», expresa en una frase que ilustra su cotidianidad.

«Estamos dañando autoestimas que tardan mucho en levantarse, en decir yo soy, yo puedo esto, yo vine a este mundo a aportar mi propia aventura. Porque cada niñito y niñita que nace es una aventura que empieza. Algo hay que hacer con esos niños que condenamos a la desigualdad, a la prostitución, a la guerra», dice tras el pedido fallido de un jugo de naranja.

«El problema es el mundo adulto. Nosotras, desde nuestra insolencia, tenemos que empezar a levantar ese dedo acusador que pregunte ¿quién se hace cargo de esto?  Y no tengo miedo a decirlo. Porque detrás de esos pibitos y pibitas en la calle, hay adultos que producen eso», continúa. La artista enfatiza en el poder transformador necesario desde el colectivo de la diversidad en orden a establecer nuevos- u otros- vínculos con las infancias.

Contrariamente a lo que circula en el imaginario colectivo sobre las historias trans, la niñez de Susy distó de las modalidades tradicionales de educación de «familias heterosexuales que expulsan a los hijos de sus hogares a las calles porque no cumplen con las expectativas». Los suyos fueron padres»abrazadores». «La Nelly y el Benincho, la tucumana y el pampeano, han hecho de mi y de mis hermanos eso: la sabiduría del abrazo. El abrazo es ese concreto, del abrigo, pero también de abrazar eso que sos. No sos mi proyección, no venís a llenar mi vacío», detalla acerca de la época que empezó en un conventillo del barrio de Ituzaingó. De su rostro resalta el labial fucsia furioso.

«Yo tuve la posibilidad de terminar el secundario, de conocer a los 14 años este gigante mundo del arte.

«Yo tuve la posibilidad de terminar el secundario, de conocer a los 14 años este gigante mundo del arte. Ese abrazo significó tantas cosas… Como el desabrazo puede implicar tantas otras… Todo eso fue abonando mi autoestima. Desde donde me paré frente a este mundo, incompleta como cualquier humanidad que se construye, pero también completa por la no exigencia de tener que ser de una determinada manera», prosigue Susy, que hace rato se quitó la ruana roja para dar paso a una remera negra con arabescos violetas y amarillos.

Con los anteojos de sol posados sobre su cabeza, declara que esos progenitores nunca le regalaron ni a ella ni a sus hermanos «juguetes de género» y enseguida  subraya el juego como otra de las prácticas a revisar en el universo de las generaciones venideras para crear «nuevas tribus abrazadoras». Otra vez, la contención psíquica y física para establecer nuevos y más profundos lazos. Es esa premisa la que marca el cierre de la charla.

Al final, una palabra se instala en la mente de aquel que conoce a Susy Shock: ruptura. Ruptura con el pensamiento binario. Ese esquema basado en la contraposición:  lindo/feo, bueno/malo, gordo/ flaco, femenino/masculino. Como si en el medio no hubiera nada, como si todo lo humano, en su complejidad inmanente, pudiera reducirse a lo uno o lo otro.