Susana Chiarotti, de viaje por sus convicciones: «Si supieran lo que se gana, todos serían feministas»
por Tatiana Pace
Esa tarde, una voz amena me acompañó durante el viaje. No fue largo, pero lo suficiente para entender, en pocas palabras, el sentido de una lucha que viene desde hace varios años. Mientras miraba el paisaje, llano y gris, detrás del teléfono Susana pronunciaba conceptos claves. Al hacerlo de manera simple y cotidiana, hizo que reflexione -quizás- unos cuantos kilómetros más. Para la mujer que estaba detrás de la pantalla de mi celular, su viaje por el feminismo comenzó hace muchos años atrás, casi sin saberlo. “Soy feminista y estoy muy orgullosa de serlo”, comenzó diciendo Susana Chiarotti, de 71 años, abogada, integrante del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (INSGENAR), feminista. “Creo que es importante decirlo cuando uno lo es para ir eliminando los estigmas de esa palabra”.
Ella, al igual que yo, también se abrochó el cinturón y decidió embarcarse. Yo me dirigía a un pueblo cerca y ella hacía un recorrido a lo largo del ideal que sostiene en su vida. Su vuelo comenzó a los 40. “Medio tarde”, me indica, porque durante mucho tiempo había sido feminista pero no lo sabía, no se sabía acercado a la teoría del movimiento. “A eso le llamo feminismo salvaje”, definió Susana. Pero empezó a leer. Herramienta que, quizás, a veces falta en nuestra sociedad y nos hace opinar sin saber. “Cuando empecé a informarme, vi que el feminismo cruzaba todas las otras discriminaciones y reclamaba diferencias sociales de todo tipo”, me indicó.
Mientras la charla avanzaba, yo seguía transitando por la ruta. El viaje era tranquilo, no había demoras ni ningún otro altercado. Susana no vivió el suyo así. La época en donde inició su recorrido fue “dura” y “muy cerrada”. Declararse feminista cerca del fin de la última dictadura fue “muy difícil”. Sin embargo, el movimiento seguía avanzando dentro y fuera del país. En Argentina, me cuenta Susana, hubo “grupos de consciencia”, es decir, encuentros durante la dictadura que ayudaron a que se fuera cocinando lo que vino después, lo que está siendo ahora. En el exterior, arrancaba “la segunda ola del feminismo”. Fue alrededor de los ‘70 y se replicó en Latinoamérica en los ‘80. “Las mujeres que pelearon por el voto tenían la idea de que, logrando la igualdad política, iban a ser ciudadanas de manera igualitaria. Pero hubo que seguir trabajando”, explicó Susana.
La música también formaba parte de mi viaje, hasta que en la radio retomaron las repercusiones de los dichos de Araceli González. Como un efecto dominó, el tema llevaba a otros (no muy ajenos): la declaración de Cacho Castaña, los escándalos por abusos sexuales en Hollywood y ahora también en nuestro país. La gente llamaba, dejaba su mensaje manifestando su opinión. Yo escuchaba algunas pero me reconfortó saber que, del otro lado del teléfono, la tenía Susana, que me brindaba una explicación con fundamento sobre el tema. Me dio curiosidad saber si tenía maridos e hijos, puesto que para la actriz que generó polémica estos son factores que hacen que ella no sea feminista.
La respuesta a mi inquietud llegó después de una curva. La frase “hay un estigma en el movimiento” apareció en la conversación, cual cartel en la ruta. “Cuando nosotras empezamos a militar, se pensaba que éramos unas brujas amargas que no sabíamos lo que era un hombre”, me detalló Susana. Según ella, la mayoría de las mujeres que estaban en ese primer grupo no solo están casadas, sino que tienen hijos y hasta nietos varones. Para ella, los vínculos con su familia tratan de construirse desde la igualdad y la negociación. Susana me indicó: “Negociamos con muchas más herramientas y desde una posición más segura”, en comparación a aquellas mujeres que no tienen herramientas feministas. “Construimos otras formas de masculinidad, una masculinidad que no necesita tener una sirvienta al lado, sino una compañera”. En esto, Susana incluye arreglos cotidianos, como los cuidados de la casa y de los chicos.
Mi viaje llevaba casi media hora. El de ella y sus compañeras, 30 años. En ese tiempo han conseguido “deslegitimar la violencia”. En muchos ámbitos puede reflejarse eso: la pantalla grande de Hollywood es un ejemplo. En un acto de empoderamiento, muchas son las actrices que se animaron a contar su caso. Y no sólo actrices, mujeres comunes, normales, cotidianas. Muchas mujeres. ¿Por qué? “Lo pueden hacer porque se ha construido un relato social que les permite sostenerse y sentirse apoyada”, me aseguró Susana. El cambio cultural es importantísimo y me lo graficó con el dicho: “Ladran Sancho, señal que cabalgamos”. “Cuando hay gente que sale a patalear, es porque realmente estamos haciendo cambios gigantescos”, dijo. «Es una transformación cultural que tenemos que seguir”.
Susana tiene casi cincuenta años más que yo. En ese lapso, la lucha feminista estuvo acompañada por el avance tecnológico. Por eso, ella con 71 y yo con 22, nos dimos el lujo de hablar de redes sociales. El hashtag #SoyFeminista revolucionó Twitter esta semana tanto cómo revolucionaba nombrarse así en la juventud de Susana. Estas plataformas “nos facilitan” me dijo, “son apropiadas por el movimiento para construir solidaridad”. Estos días, fueron miles y miles de usuarios y usuarias que contaban el por quéser feminista; pero también a través de un e-mail o un simple mensaje de Whatsapp, alguien que esté alejada puede contactarse, contar lo que pasó y logar una defensa. “Eso no se lo esperaban”, reflexionó Susana.
“Ya no somos las mismas”, me dijo, a pocos kilómetros de mi destino. Quizás yo tampoco vuelva a ser la misma después de esta charla o este viaje, no solo el mío, sino el colectivo, el de ellas, que luchan por buscar una igualdad. En 20 minutos de recorrido, también recorrí años de lucha. Minutos después, llegué a destino. Pero todavía hay un viaje que debe de continuar e inició décadas atrás. Antes de cortar, Susana me dice que “ya se puede sentir tranquila” porque “el mensaje llegó y se multiplicó”. Esto se resume en cientos de mujeres que se unen en asambleas, marchas y convocatorias. Pero sobre todo, luego de desabrocharme el cinturón, me quedé pensando algo que me dijo Susana durante la conversación: “Se gana mucho. Si la gente supiera todo lo que se gana, todo el mundo sería feminista”.