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jueves 25 de abril del 2024

Sin alma y sin fútbol

Central vendió demasiado barato una nueva derrota frente a River en el Monumental.  A pesar de que el partido recién se definió en los últimos 15 minutos, el equipo rosarino nunca demostró actitud ni juego para quedarse con el encuentro.

No se trata de buscar excusas o atenuantes, es más, todo lo que atinó a justificar el DT Fernández tiene su cuota de verdad. Sin embargo, el análisis tiene que ser más profundo. No era ilógico que Central pierda con River de visitante, sí hace ruido la forma en la que decidió jugar y la pasividad con la que encaró un partido que era, a priori, vital para cumplir el objetivo.

Central saltó al campo de juego con la premisa de que los 90 minutos transcurran sin que pase nada. Lograr eso contra un rival en levantada y necesitado de puntos como River, era prácticamente imposible. A pesar de eso, el equipo de Gallardo, sin demasiadas luces y con más ganas que fútbol, tardó un tiempo y medio en aprovechar los errores y las ventajas que el Canalla regaló desde el minuto 0.

Atacá o defendete, pero hacé algo. Tomá un riesgo o minimizá el margen de error, pero no te quedes inmóvil. Sin asumir la responsabilidad de jugar y ocupando un rol peligrosamente secundario, el equipo de Fernández «resistió» (sin sufrir tanto ya que las situaciones de gol fueron escasas) hasta el tramo final del partido.  Nunca tuvo la intención de discutir el encuentro, sólo esperó que los minutos pasen.

Cuando cuesta tanto encontrar rendimientos individuales destacados, claramente las falencias son colectivas. En los últimos tres partidos, todos con resultados diferentes (triunfo ante Belgrano, empate con San Pablo y derrota contra River), ésta fue una constante. Solo Cabezas, nuevamente lo mejorcito del equipo canalla hasta la lesión, puede considerarse en un nivel aceptable para la media del fútbol argentino.

El resto, da ventajas físicas, tácticas y técnicas.  Ledesma tapó una pelota de gol en el primer tiempo, pero después fue cómplice en el segundo tanto. La vuelta de Ferrari es injustificable, Lioi jugó con miedo y excesivos nervios, mientras que Martínez quedó siempre a destiempo y pagó caro la falta de ritmo.  La mitad de cancha de Central fue la zona más baja, con Joaquín Pereyra incómodo y en un rol indefinido y Fernández a años luz del que se destacó en temporadas anteriores.  En el repaso nominal, todos los jugadores tuvieron más errores que aciertos.

Con futbolistas livianitos (Carrizo como el «referente» de la nueva camada), mal parados en el campo de juego, sin actitud para luchar las divididas y transitando el partido con cierta displicencia, el equipo rosarino hizo demasiado poco para lograr un resultado positivo.  Y todas esas ventajas, River las aprovechó.

No hay una idea de juego, un mínimo concepto futbolístico de qué es lo que deben hacer los jugadores con la pelota. Son puras improvisaciones, todo queda librado a un balón detenido o a la aparición de alguna individualidad. Al margen de las lesiones y las ausencias que signaron y traumaron el 2018 (¡15 desgarros!), a esta altura y cuando falta tan poco para que se termine el semestre, resulta inadmisible la falta de identidad y la ausencia de por lo menos un plan de acción.

Desde el partido con Olimpo que Central no supera a un rival, ni futbolística, física o por lo menos tácticamente. En todas las fechas posteriores, el contrincante de turno dominó la mayor parte de las acciones del partido y tuvo control del mismo. Y eso es lo más preocupante. Central puede ganar, perder o empatar prácticamente con cualquiera, y lo ha demostrado en el presente torneo, pero a diferencia de ciclos anteriores, ahora se acostumbró a ser punto y asumir habitualmente un papel secundario.

El calendario marca que todavía quedan 5 partidos para que se cierre el semestre, aunque con la derrota de ayer el terreno perdido en Superliga parece irremontable. Por ende, todo apunta a que la vuelta en Brasil contra el San Pablo serán los 90 minutos más importantes de la temporada. Ahí Central y Leo Fernández se jugarán a todo o nada un año futbolístico que siempre se transitó desde atrás y cuesta arriba.