Las enfermedades alérgicas, han aumentado de forma importante durante los últimos años en los países industrializados y las personas que las padecen son más susceptibles a estos efectos y con frecuencia deben adaptar su atención médica y aspectos de su vida diaria. Por lo tanto, es esencial que los profesionales de la salud también se adapten y encuentren nuevos enfoques para controlar las alergias, teniendo en cuenta los cambios ambientales.
¿Cuáles son los factores ambientales implicados?
Los relacionados con la exposición a nuevos alérgenos y contaminantes, tanto de interior (humo del tabaco) como de exterior (polución ambiental).
Las partículas eliminadas en la combustión de los motores y por la calefacción crean un ambiente hostil. Las plantas para defenderse producen proteínas de estrés que hacen más agresivos a los pólenes, ocasionado una mayor capacidad para producir alergia.
Además, los altos niveles de contaminación urbana impulsan el fenómeno de inversión térmica que impide a los pólenes abandonar la atmósfera sobre las ciudades y, así, aumentan el tiempo de su exposición. Esto explicaría porque en las zonas rurales hay un menor número de alérgicos a pesar de que haya mayor cantidad de plantas que en las ciudades.
El aumento de las temperaturas, el calentamiento de los océanos, el aumento del nivel del mar y el derretimiento acelerado de los glaciares son algunos de los efectos medibles del cambio climático, junto con sequías intensas, aumento de la contaminación del aire, escasez de agua, temporadas de polen más tempranas e intensas, incendios graves, inundaciones, catástrofes tormentas y disminución de la biodiversidad.
¿Qué les podemos recomendar a los pacientes?
Medidas individuales: horas adecuadas para pasear, ventilación de la vivienda y uso de mascarillas, entre otras. Sin embargo son más escasas las políticas públicas dirigidas a conseguir parques y jardines hipoalergénicos, tales como: utilización de árboles no alergénicos en las nuevas plantaciones (tilo, olmo, pino), evitando el uso de los más alergénicos como olivo, plátano de sombra, ciprés y abedul; o plantación de especies hembra en aquellas que tienen el género separado (enebros, palmeras) ya que no producen pólenes; o la poda controlada antes de la floración, sobre todo en la vecindad de colegios, hospitales, universidades, jardines públicos, porque los pólenes se producen en las ramas más externas; o el mantenimiento de los céspedes, para evitar la floración de las gramíneas con la siega.
La reducción de los contaminantes atmosféricos mejoraría la salud de millones de personas en el mundo y la adecuada protección en la calidad del aire que respiramos es uno de los desafíos más importantes a los que se enfrenta la humanidad.
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