Se recuperó del coronavirus y hoy festeja su día: «Tuve una chance más, pensé que no salía»
Hugo Fitta es docente, oriundo de Oliveros, una localidad a 50 kilómetros de Rosario. A principios de abril, visitó a su mamá, que se encontraba internada en un sanatorio de la ciudad, y contrajo coronavirus. Desde ese momento comenzó un período de incertidumbre para él y su familia. Aunque ahora se encuentra bien, estuvo complicado. Durante dos días quedó conectado a un respirador artificial y en terapia intensiva. «Tuve una chance más, pensé que no salía de ahí adentro«, aseguró emocionado.
El Día del Padre evoca el amor y reconocimiento hacia su figura. Si bien para muchos el acontecimiento queda sujeto a los intereses del mercado, toca un punto sensible en relación a la familia. A eso se suma que en 2020 es una jornada en la que los abrazos son reemplazados por saludos virtuales o a una distancia de 2 metros. Para Hugo, de 41 años, quien luego de dar positivo en el test de covid-19 quedó ingresado en terapia intensiva del Sanatorio Parque, esta celebración es la más especial de su vida. Hugo tiene una hija de 7 años, Samba. Por el difícil trance de salud, su vínculo con ella cobró otro sentido.
«Fue uno de los peores momentos de mi vida«, exclamó Fitta durante una entrevista con Rosario Nuestro y continuó: «Fui a cuidar a mi mamá a un sanatorio y lamentablemente la compañera de habitación tenía coronavirus y por lo tanto nosotros dos también». Ella estuvo internada y evolucionó bien, pero dos días antes de que fuera externada, ingresó su hijo.
El maestro se encontraba aislado en su casa de Oliveros hasta el 17 de abril que empezó a notar que le costaba respirar. «Llamé al doctor y me dijo que me fuera urgente al hospital, comencé con la pérdida del gusto y olfato, después con fiebre lo que me llevo a quedar internado en terapia. Fue raro porque no tengo ninguna enfermedad previa, no fumo, no tomaba medicamentos, siempre hice ejercicios. Es la segunda vez en la vida que estuve internado.»
Durante su estadía en terapia intensiva, Hugo recuerda a sus «ángeles azules». Eran los médicos que lo entraban a atender, todos vestidos con batas de ese color y el equipo reglamentario. Esos días fueron ellos quienes lo cuidaron. «Fue uno de los peores momentos de mi vida. Perdí la noción del tiempo, me durmieron, me intubaron y estuve cinco días en los que no me enteré de nada. Los médicos después me contaron que me hicieron una tomografía porque pensaron que me había agarrado un accidente cerebro vascular. Me tuvieron que reanimar».
Finalmente, el docente fue trasladado a una habitación común, aunque siguió aislado. Hubo un equipo numeroso de enfermeros, médicos, psicólogos, nutricionistas, mucamas y otros que trabajaron fuertemente para sacarlo adelante. El amor que recibió en su internación se vio reflejado en la despedida que le hicieron los profesionales al darle el alta tras los dos hisopados negativos: «No me lo imaginaba, estaba preparándome el bolso esperando que me busquen, vino la médica y me pidió que salga. Encontré a todas las personas que estuvieron conmigo, ahora sin máscaras, a las cuales les agradezco de corazón, se me caían las lágrimas de felicidad».
Hoy Hugo está de nuevo con su esposa y su hija. Ellas también dieron positivo a los test pero fueron asintomáticas. Ya no tienen que estar aislados porque pudieron superar el coronavirus. «Lo único que quería era volver a casa», dijo el hombre feliz y agradecido.
En los últimos minutos de la comunicación, entre lágrimas y pedido de disculpas por la emoción lógica del momento, hizo mención a la celebración de la fecha: «Es un día del padre bastante atípico. Uno lo vive de otra forma después de lo que pasamos. Disfruto las cosas más simples, no me hago tanto problema por todo. Si bien ya disfrutaba a mi hija ahora lo hago con más intensidad. Tuve una chance más, pensé que no salía de ahí adentro. Deseo que todos digan cuánto quieren a sus padres, que si tienen la posibilidad lo abracen, que lo disfruten como yo lo disfruté al mio, que digan cuanto lo quieren».
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