En un bar de la zona sur de Rosario, el lunes por la mañana, dos leprosos susurraban sin parar. Dos clientes tradicionales que, cada día, temprano y con un cortado de por medio, se sientan a hablar sobre su amado club.
«Viste Jorge, al final el único hincha en serio fue Pepe. Y eso que llegó hace poquito…», dijo Miguel; declaración algo confusa por cierto, difícil era entender a qué se refería.
«Increíble. Los otros se llenaron la boca hablando del club, del sentido de pertenencia, de los colores… ¡Y se quedaron con la guita!», respondió Jorge, a lo que Miguel acotó: «¡Pero claro! Que decepción, cómo nos comimos esa curva. Parece que tanto escribir cuentitos de fútbol lo cambió bastante al hombre».
«La gente cambia Miguel. Pero ojo que no fue el único que se hizo el desentendido y se quedó con el vuelto…», aseguró Jorge.