por Joaquín Sánchez
Richard Camarasa usa zapatos, pantalón de vestir y camisa. A cualquiera que lo vea, le costará creer que este hombre de 37 años es el principal encargado de una ONG que ayuda a los que menos tienen en nuestra ciudad. Quien lo conoce, sin embargo, sabe que esa formalidad es su vestimenta habitual.
El Movimiento Solidario Rosario (MSR) tiene casi 10 años y nació tras una idea de Richard: “Una vez vi en Buenos Aires, en la esquina de Acoyte y Rivadavia, a un grupo de gente con un camión ayudando y eso me sorprendió, porque nunca antes lo había visto y porque en Rosario no se hacía. A partir de ahí, quise traer eso para acá”. El MSR es reconocido en la ciudad por sus típicos “recorridos nocturnos”, donde los integrantes de este movimiento salen a las calles con comida, ropa y lo que puedan colectar para entregárselo a los que no tienen un lugar para dormir.
La inquietud de su fundador, sin embargo, no nació en Buenos Aires, no es de los últimos años. Richard cuenta que ya cuando iba a la escuela y veía gente que estaba pidiendo en la calle, les daba sus alfajores o lo que tenía en la mochila. “Yo pensaba que con eso le iba a salvar la vida, viste. Después, cuando crecés, te das cuenta que no es así”, afirma.
Todas sus pequeñas acciones individuales, sumado a lo que había visto en la transitada esquina porteña, hicieron que la idea de crear una organización para ayudar a la gente que en situación de calle sea cada vez más firme. Y con esa misma convicción fue con la que le contó este plan a su madre. “Pero vos estás loco, te van a matar”, fue la respuesta que recibió. No era el apoyo que esperaba. Pero tampoco lo frenó.
Una de las primeras actividades que Richard recuerda fue una colecta en una plaza. Ese día se la pasó yendo y viniendo, repartiendo folletos y hablando con la gente. Desafortunadamente, el resultado no fue el esperado, pero dice que la experiencia fue muy buena. Sólo necesitaron tiempo. El Movimiento Solidario Rosario fue creciendo y Richard ya no estaba solo. Ahí fue cuando llegaron los lindos momentos: en Mendoza al 9000, cerca del Estadio Mundialista, ayudaron a un hombre que, tras un mal negocio, quedó en la calle con su familia. Esta persona empezó a estudiar albañilería y ellos consiguieron algunos ladrillos y arena. Un día una periodista que justo pasó por el lugar, hizo una nota sobre el caso y, desde ese momento, llegó mucha más ayuda. La gente mandó plata, ladrillos, puertas, ventanas, lo que tenían a su alcance para ayudar a esa familia.
También se han llevado algunos disgustos. Un puntero político quiso una vez hacerse pasar por ayudante de uno de los comedores de Villa Gobernador Gálvez en el cual ellos estaban cooperando. “Si bien la pasé mal en ese momento, me ayudó a darme cuenta que no tengo que confiar en nadie que no sea el dueño del lugar. Puede venir el Papa o quien sea y yo no voy a confiar”, cuenta.
Con la cantidad de actividades que ha realizado a lo largo de toda esta década, sorprende la seguridad y la pasión con la que Richard cuenta cada una de sus historias. Es cierto, algún que otro nombre se le escapa, pero ¿quién podría juzgarlo?
Luego de tantos años de trabajo, hay algo que Richard Camarasa tiene muy en claro: “Desgraciadamente nunca le vamos a ganar a la desigualdad. Cada día está un paso más adelante”. Aún así, eso no lo hace bajar los brazos. Su trabajo es tratar de ayudar a las personas y tratar de que sus vidas sean un poco mejor. Darles su ayuda, la necesiten o no.
Sus días en la calle también le dejaron otra enseñanza: él está haciendo política. Si bien llevan adelante una ONG, sabe que no pueden “levantar la bandera de ser independientes”. Dice que hay que hablar y relacionarse con todos, ya sean peronistas, radicales, socialistas o lo que sea, porque la política te abre muchas puertas.
Su última relación con el mundo político fue a causa del proyecto “Cuidacoches solidarios”, el cual fue lanzado por la Municipalidad en octubre. Si bien el MSR celebró la firma del acuerdo, ya que tiene como objetivo tanto la visibilización como la inclusión y reinserción social de los jóvenes y sus familias, la respuesta popular no fue la mejor. “Leí muchísimas cosas en las redes sociales que no podía creer. Había gente que escribía que había que matar a todos los cuidacoches. A lo sumo, agarrátela con algún político, pero nosotros somos una ONG, ¿qué me decís a mí? Nosotros no cobramos nada por esto y estamos tratando de ayudar”, dice indignado.
Camarasa cuenta que, por motivos como estos, a veces le dan ganas de dejar de hacer este trabajo, pero después lo piensa bien y se arrepiente. “Por momentos flaqueás, pero al toque ya estoy pensando en lo que hay que hacer al otro día o en los eventos que se vienen”.
Aún así, hay una pregunta que le cuesta contestar. Lo incomoda, hace que se mueva en su silla y lo hace pensar un rato, como nunca antes lo había hecho en esta entrevista. No tiene que mentir ni ocultar nada, verdaderamente no conoce la respuesta, o quizás sí, pero no está seguro.
“¿Qué me lleva a seguir día a día?», se re-pregunta.»Uff, no sé. Ya lo hago tan automático que no pienso en eso. Quizás es la inercia y eso no está bueno. Por ejemplo, el otro día hicimos la última recorrida nocturna del año y yo estaba contento porque había salido todo bien y porque había terminado. Ya no disfruto como antes. Probablemente, porque dejé de estar de ese lado y ahora me encargo más de la organización. Siento que quizás esté cerca de cerrar un ciclo, pero tampoco sé hacia dónde apuntaría. No creo tener el perfil de un político, aunque me apasione hablar de política. La verdad no lo sé”.