Especialistas en nutrición sostienen que las dietas détox son aquellas que permiten eliminar desechos del organismo. A pesar de que existen distintos tipos, normalmente se basan en el consumo exclusivo de vegetales, frutas y jugos elaborados a partir de los mismos.
Algunas son usadas para destintoxicar el organismo y otras para perder peso y la duración puede ser de días a varias semanas según cada caso.
El Consejos Argentino sobre Seguridad de Alimentos y Nutrición (CISAN) advierte que “promueven la eliminación de toxinas del organismo y la pérdida de peso a corto plazo. Si bien son muy populares, no hay evidencia científica que las respalde”.
CISAN destaca los siguientes riesgos que conllevan:
– Limitan la ingesta de proteínas y grasas esenciales.
– Al ser extremadamente bajas en calorías, conducen a un aumento del cortisol (la hormona del estrés) que estimula el apetito y puede llevar al aumento de peso de rebote una vez que se reanuda una dieta normal.
– Se han relacionado con el abuso de laxantes, diuréticos y agua. El exceso de agua se relaciona con hiponatremia grave (es decir, un descenso de la concentración plasmática de sodio).
– Pueden producir efectos secundarios como fatiga, dolores de cabeza, náuseas, insomnio, ansiedad y temblores.
– El ayuno extremo puede causar deficiencia de determinadas vitaminas y minerales, desequilibrio electrolítico, acidosis láctica e incluso la muerte.
Por su parte, la licenciada en nutrición Estefanía Beltrami destaca que este tipo de dietas producen efecto rebote y desórdenes alimentarios al salir del período de restricción.
El especialista en nutrición y entrenamiento deportivo Jorge Andrea afirma que con este tipo de dietas “lo que se pierde es masa muscular y no tejido adiposo por las subidas de insulina por lo que no son efectivas”.
Beltrami destaca que lo único efectivo es aprender a comer y el CISAN aconseja:
– Realizar 4 comidas al día (desayuno, almuerzo, merienda y cena) incluir verduras, frutas, legumbres, cereales, leche, yogur o queso, huevos, carnes y aceites.
– A lo largo del día beber al menos 2 litros de líquidos, sin azúcar, preferentemente agua.
– Limitar el consumo de bebidas azucaradas y de alimentos con elevado contenido de grasas (manteca, margarina, grasa animal y crema de leche), azúcar (golosinas, amasados de pastelería, etc.) y sal (palitos salados, papas fritas de paquete, etc.).