El psicoanalista Ricardo Antonowicz, ex jefe de servicio de Psicología del Sanatorio Municipal Dr. Julio Méndez y ex coordinador de actividades asistenciales del hospital Borda detalla la situación actual de los argentinos.
La ansiedad y la depresión existieron siempre en el ser humano. La ansiedad fue producto de las reacciones para cazar, para huir, por el temor a los enemigos.
Después de la pandemia se pusieron muchos términos de moda que no se condicen con lo que realmente pasa.
Con mucha soltura se han inventado términos que parecen más «cool» pero, en la mayoría de los casos, se trata de cuadros depresivos en los cuales el entorno tiene mucho que ver.
Si el malestar es leve se termina conviviendo con él, Pero si es grave, se recurre a la consulta con el profesional. Lo que se recomienda es que se consulte a un profesional cuando la afección le impide realizar una vida normal.
Los políticos: parte del malestar de la gente
Hay un desgarramiento de la sociedad y los partidos políticos y la «grieta» no son ajenos a este padecimiento social de la Argentina.
Los candidatos confunden a la gente, les provocan mucha angustia y ansiedad. Estamos en manos de no sabemos quién. Nada es claro.
La gente ya no cree anuncios grandilocuentes; mejor dicho, ya no cree en nada. El país está tremendamente endeudado como nosotros y en ese contexto los decisores políticos prometen y dicen cualquier cosa.
Al consultorio llegan consultas «retroactivas», producto de todo este cuento sin fin.
Consecuencias de la pandemia
También se ven resabios de la pandemia. A algunos los llevó a replantearse ciertas cosas de su vida y ahí sí necesitaron la consulta de un profesional.
El COVID despertó cosas tapadas así que podemos decir que ese fue el efecto colateral positivo de la pandemia.
Por otra parte, la salud pública también debe preocuparse por las situaciones extremas: dormir, comer en la calle, y tiene que poder llegar a quienes están en desamparo absoluto. Además, debe atender a jóvenes que cometen delitos y que son vulnerables. Estas son personas que necesitan atención. Los desamparados no tienen nadie que se ofrezca, que pregunte qué precisan.
La salud pública no está a la altura para dar respuestas a la salud mental de los argentinos.