La ciudad atraviesa una nueva etapa de violencia crítica. Ya nadie lo niega. El Gobernador Miguel Lifchitz, el Ministro de Seguridad de la provincia Maximiliano Pullaro e incluso la Ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich se hicieron eco del problema y prometieron acciones urgentes. Todos aseguran conocer el origen y la solución del problema —siempre relacionado con la paja del ojo ajeno—, pero los tiros no cesan. De fondo subyace un problema interpretativo: ¿es una disputa interpersonal de mafiosos o presenciamos el reordenamiento del narcotráfico local?
Los políticos odian los titulares. Aseguran —con mucha razón— que representan interpretaciones, que muchas veces son mal intencionadas. Sin embargo los medios rosarinos se manejaron en forma muy cautelosa en nuestra ciudad, al menos en lo que va del año. Ninguno de los diarios impresos se animó a titular lo que todos sabemos que ocurre: el 2018 arrancó con una carnicería y así no hay estadística que aguante, ni feria judicial que se pueda responsabilizar de tamaña sangría.
Llama la atención que se hable de los responsables de esta situación con tanta soltura, cuando son miembros de clanes nombrados hasta el hartazgo en la crónica policial —Funes, Camino, Cantero, etc—. Pero más asustan las lecturas simplistas de un problema complejo.
Las autoridades hablan de problemas interpersonales entre las bandas, el viejo y conocido «se matan entre ellos». Pero es sabido que cuando el verdugo no tiene puntería la bala se incrusta en el cuerpo de un tercero.
Por último asusta y mucho que no se tenga en cuenta la posibilidad de que estemos presenciando una disputa entre grandes estructuras mafiosas que, como un iceberg, se oculten bajo el agua y solo dejen ver la puntita, es decir, sus pistoleros más despiadados.
Desde RosarioNuestro llevamos semanas planteando este problema. Es innegable que administrar la seguridad de Rosario es un trabajo muy complejo y que los problemas se resuelven puertas adentro, no micrófono de por medio. Pero planteamos un peligro latente, que creemos, si no se aborda en forma adecuada nos puede devolver a uno de los períodos más oscuros —y cercanos— de la ciudad.