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viernes 26 de abril del 2024

Negó a Central por amor: la historia de un rosarino que es furor en redes

Desde su cuenta personal, Tomás contó cómo hizo para ganarse el corazón de su suegro durante 3 años.

Todos aquellos que viven, pasaron o conocen a alguien de Rosario saben que tanto Central como Newell’s generan una inmensa pasión entre sus seguidores y que hacerse pasar por hincha de otro club es algo impensado. Sin embargo, un rosarino relató en su cuenta personal de Twitter cómo le mintió a su suegro para que  lo aceptara en su familia. Con un imperdible hilo, un canalla se volvió furor en las redes. La historia del muchacho está basada en el cuento Los traidores, de Eduardo Sacheri.

«Mi ex suegro me detesta. Me odia con rabia sincera. Prometió que de encontrarme en la calle me desfiguraría a trompadas. Sinceramente creo que me lo merezco. Lo que le hice a Hernan es de lo único que me arrepiento en la vida. Quiero pedir disculpas públicamente», comienza su relato el usuario de la red del pajarito, Tomás Hodgers.

Y continuó: «En un instante de lucidez recordé que Victoria me había comentado que Hernan era hincha veneno de Independiente. Un enfermo total del Rojo. El tipo tenía una colección de más de 60 camisetas. Varias con ilustres autógrafos estampados».

«Encontré el talón de Aquiles de mi suegro. Ataqué justo ahí, sin piedad. “Hernan, no llamés a mi viejo, por favor. Hoy me junto con los chicos a ver el Rojo. Es el clásico de Avellaneda y si Pablo se entera de todo esto no me va a dejar ver el partido.» Fingí llorar».

«Su mirada feroz se transformó en una mucho más dócil. «¿Sos de Independiente?» me preguntó medio emocionado. «Obvio, del rey de copas.» Me dio miedo saber lo bien que me salió mentir. «No lo puedo creer, acá en Rosario no hay nadie de Independiente. Que grande el pibe» cerró».

«No sólo prometió no decirle nada a mi viejo sino que esa tarde se ofreció para que veamos el clásico en su casa. Yo solía querer que gane Racing, pero aquel día grité los goles de Independiente con euforia. Esa tarde comenzó la gran mentira. Duró casi tres años».

«Hernan me abrazaba en cada gol. Me preguntaba cómo lo veía a Tagliafico en la defensa central y que opinaba del pibe Meza. Yo simulaba estar de acuerdo en todos sus planteos tácticos. Ese día fue un baile bárbaro. «Ganamos» 3 a 0. Goles de Benítez, Méndez y Vera».

«Pero no podía sencillamente confesar que le había mentido, así que decidí sostener el fraude hasta las últimas consecuencias. Ese día cambié mi estado de WhatsApp «Todo Rojo Círculo rojoCírculo rojo» puse. Le pedí una camiseta vieja de Independiente a un amigo y posé en varias fotos. Se las envié».

«Al mes siguiente me regaló una casaca de su colección. “Cuidala mucho, pibe. Es un tesoro.” No se la quise aceptar, pero él insistió».

«Las ceremonias eran todos los domingos. Mirabamos al rojo y gritabamos los goles al unísono. Hernan me amaba, era el hijo que no supo tener».

«Lamentablemente la situación me sobrepasó. Un día en el torneo de fútbol “7” que jugaba nos enfrentamos a un rival que vestía la camiseta de Independiente. Al finalizar el partido les pedí a los rivales que nos presten las casacas a mi y a mis amigos. Sacamos fotos».

«Le comenté “Mirá Hernan, convencí a los pibes para que usemos esta camiseta”. Cuando llegó la respuesta me estremecí. “Te quiero, pibe” rezaba el mensaje. En ese momento me di cuenta de lo perverso de la situación. Estaba jugando con los sentimientos más profundos de un hombre».

«Mis amigos me decían que termine con la farsa, que estaba yendo demasiado lejos. Yo no encontraba forma de dar marcha atrás. Hasta que llegó la gota que rebasó el vaso».

«Hernan me mandó dos fotos de las entradas para ver los cuartos de final de la copa Sudamericana. “Pibe, quiero que me acompañes. Es nuestra copa”. Ese texto me hizo sentir sucio. Un verdadero traidor. Me puse en su piel y me odié. Prometí que después del partido confesaría».

«Esa noche de copa Sudamericana fue rumba pura. 4 a 1 y baile a Nacional de Uruguay. Hernan estaba exultante. Cantaba desesperado. Revoleaba la camiseta. Yo intentaba disimular el desconocimiento de las canciones. Sólo puteaba a los de blanco. «Uruguayo, la concha de tu madre»».

«Y así llega el final de esta triste historia. Cuando le dije a Hernan toda la verdad -por teléfono, obviamente- juró matarme. Nunca más pude ver a Victoria, pero eso es anecdótico. Le envolví la camiseta que me regaló y se la dejé en la puerta de su casa. No hubo respuesta».