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viernes 19 de abril del 2024

Mano Arriba: cumbia pop al ritmo de las chicas independientes

Natalia Ferrero tiene los labios pintados de rosa y lleva puesto un piloto plateado. Falta una hora para que se suba al escenario y se descubra entre coreografías. Allá arriba, usa top de microtul y short ajustado, corto, de cuero. Pero ahora está sentada en la combi que la lleva de gira, por quince días, por todo el país. Y se nota que, frente a Rosario Nuestro, está Natalia, una piba tranquila, una parte apenas de ese personaje que se sube a los escenarios y que resuena en los boliches, en la radio, en los grupos de amigas que encontraron en la movida de la noche a alguien que canta por ellas. «Ah bueno, entonces listo, te clavo el visto y nos vemos», le dice la cantante de Mano Arriba al chico que dice que no. Natalia es eso: la que les puso voz a la complicidad entre amigas en una época de redes, celulares y la para siempre salida del fin de semana.

La cumbia pop apareció con fuerza en Uruguay en los últimos años. Mano Arriba se subió a esa ola que rompe cada vez más lejos. De girar sólo los fines de semana en Montevideo y alrededores, ahora están conociendo cada rincón de Argentina. «Salen muchas bandas que se parecen demasiado. Chicos lindos que cantan, una chica y un chico que cantan. Pero no hay algo más que los haga recordables. Las letras son nuestra identidad».

Las letras de Mano Arriba no son obra de Natalia. Las escribe un varón. Álvaro Rabaquino, el tecladista, es el que dice que las cinco de la mañana no es horario para escribirle a una chica, que ella no va a estar a su disposición. «Con Álvaro nos conocemos hace muchos años. Juntos generamos este personaje de una mujer fuerte, independiente. Hay un estereotipo de la mujer objeto, obviamente, pero también el de una mujer víctima. Y yo no quería ese papel», cuenta Natalia. Y si bien ella es la que le pone la voz y el cuerpo a ese personaje que no tiene una pizca de sumisión, se ataja: no es que no pase nada en su vida, y hay cosas de ella en esas letras, pero de seguro Ferrero es mucho más tranquila.

Mano Arriba tiene un objetivo claro: que se divierta todo el mundo. Su música y sus letras fueron creadas para el boliche y para entretener. Pero tienen un plus. «Nosotros queremos que tenga ironía, que sean divertidas. Pero que además las mujeres se puedan identificar un poquito y cantar mirá si me voy a quedar en casa«, dice Natalia, sonriendo y agitando un brazo al ritmo de su canción. Por un instante, ella también es público, una más entre todas.

«Mi vida cambió totalmente»

Natalia Ferrero tiene 33 años. Hace tres que canta en Mano Arriba y uno que las giras de fines de semana en Uruguay se transformaron en recorridas también por Argentina. «La música se coló sola a través de redes sociales. Empezamos a viajar y mi vida cambió totalmente». Antes de ese cambio, Natalia cantaba y trabajaba entre ocho y diez horas por día en una tienda de ropa online que tenía con su hermano. «Y después, salía de gira. Volvía los domingos a mi casa liquidada. ¡No me podía levantar! Por pila de tiempo no me tomé vacaciones».

Natalia, dice, canta y toma clases de canto hace muchos años. También que bailó toda su vida y que hizo algunos años de teatro. Todo le sirvió para su carrera. Pero igual, empezar a hacer videos y estar arriba de un escenario fue «un descubrimiento».  Y entonces Natalia vuelve a hablar de Mano Arriba y su identidad: es una banda con letras para las pibas. «Yo me encontré cantando así y mostrando de repente una mujer sensual. Mi familia y mis amigos nunca me habían visto así, se quedaron de cara. Pero salir y mostrarse forma parte de una».

Las letras de Mano Arriba despertaron todo tipo de comentarios. Muchas personas se sintieron identificadas y muchas entendieron que trataban de pintar chicas histéricas, vengativas, orgullosas. «Lo que pasa es que hay mucho machismo. Es más fácil tirar para ese lado», dice Natalia, y confiesa que al principio la criticaban mucho. «Es muy fácil insultar en las redes, dejar comentarios. Lo difícil es hacer y ser valiente para exponerse. Al principio me pegaba bastante, ahora digo que estoy disfrutando lo que hago. Me parece bien lo que estamos haciendo y me siento cómoda con lo que represento».

Natalia hace un parate y vuelve a hablar de las sensualidades. De su sensualidad recientemente descubierta. «Es un costado que tenía bastante dormido, pero pude aprender explotarlo. No me siento culpable por eso. Es más, me gusta. Yo sé que es controversial, que estamos acostumbrados a que los cuerpos de las mujeres se usen como objeto. Yo, si un día quiero ser sensual lo hago, y si alguna vez quiero usar otra cosa, también lo hago. Yo defino qué me pongo, con qué estoy cómoda. Tengo ese poder en la banda».

La libertad de vivir de gira

Natalia está sentada en la combi que la lleva a todos lados. El móvil tiene dos mesitas, un par de camas. Está ordenado, sólo se ven instrumentos musicales. Antes de recibir a Rosario Nuestro, Natalia estaba escribiendo la lista de temas para el show del Día de la Primavera. En una hoja oficio, escrito con fibrón verde flúor, se puede pispear el primer tema: «Llamame».

Los cuatro varones de la banda y ella, dice, están todo el día juntos. «Me cuidan. Y nos cuidamos entre nosotros». Natalia, sin embargo, admite: a veces, entre tanta ruta y show, se siente un poco sola. «Necesitas a otra mujer, que te entienda. A veces, estando de gira necesito una amiga».

La cantante, sin embargo, está feliz. Aunque no lo diga. Se nota. Es lo que deseaba. Hace un año empezó a vivir de gira y su vida cambió. Lo que más le gusta, dice, es la libertad. «La libertad de un martes andar en bicicleta en Rosario, Argentina. Antes no lo podía hacer. Tenía que cumplir un horario y no hacía lo que me gustaba. Ahora tengo la libertad de hacer lo que quiera. Y cuando se trata de trabajar, es de lo que me gusta: cantar, bailar y divertir».