“Los militares me secuestraron, me robaron y no me mataron de milagro”: la escalofriante revelación de un campeón mundial
«A mí los militares me secuestraron, me robaron y no me mataron de milagro«, la frase corresponde a Leopoldo Jacinto Luque, campeón del Mundo con Argentina en 1978, que en una entrevista con Clarín soltó esa estremecedora revelación sobre un momento aterrador que vivió un año después de esa conquista. «Cuando empecé a caminar y a encarar para el descampado, en mi cabeza solo esperaba el sonido del disparo, el ‘¡Puum!’ que me matara», agregó.
Pasaron 41 años de aquellos espantosos recuerdos, pero recién ahora el nacido en Santa Fe capital se siente con el valor como para contarlo. «Al principio no dije nada por miedo, andá a saber, si estos loquitos me reconocen, saben dónde vivo, me vienen a buscar. Después fue pasando el tiempo y, qué se yo, lo tenía ahí como una cosa más. Pero me da bronca cuando dicen que salimos campeones gracias a la dictadura. Dicen que andábamos con los milicos», explicó.
Con respectó a cómo se dieron los hechos, Luque narró: «Fui a la cancha a ver al equipo, a mis compañeros. Era un partido de noche. Me acuerdo de que adentro me encontré con unos amigos, vimos el partido y cuando terminó, me despedí de ellos y fui a buscar mi coche. Yo en ese entonces vivía por Martínez. Iba solo. Agarré la avenida esa que es la continuación de Cabildo y ya cuando estaba cerca de mi casa y tenía que doblar, veía por el retrovisor que tenía un auto bastante cerca. Yo veía que aceleraba fuerte y se me pegaba».
Estaba a seis o siete cuadras de su destino, el auto de atrás también. Luque se corrió hacia un costado en la bocacalle y cedió el paso. Ahí se invirtieron los roles y el ex futbolista quedó atrás. A la cuadra siguiente, el vehículó que lo había pasado se detuvo abruptamente y empezó el terror. «Veo que se baja un tipo corriendo. En una mano levantaba una chapa de Policía y en la otra tenía una pistola. Se me acerca y me pide los documentos. Yo le dije que sí, que se los daba. No entendía nada. Los tenía en la guantera, dentro de un sobre. Y el tipo me amenaza: ‘Quédate quieto porque te arranco la cabeza de un tiro’. En ese momento, otra persona entró por el asiento del acompañante, abrió la guantera, agarró todos los papeles que tenía y se me sentó al lado», contó quien tuvo un paso por Rosario Central en 1972.
Viajó acostado en el asiento de atrás de su vehículo con dos asaltantes que lo llevaban sin rumbo cierto. Uno manejaba; el otro lo mantenía quieto y lo apuntaba con la culata de su arma. «Yo estaba acostado atrás y lo único que veía era el reflejo de la luz de afuera. Hasta que quedó todo oscuro. Se habían metido por el medio de un campo, era una cosa terrible. El que me apuntaba, me decía: ‘no levantes la cabeza porque te la vuelo’. Hasta que en un momento indican: ‘Ahora bajate’. Y me bajé. Recién ahí me di cuenta de que estaba el otro auto que los acompañaba», continuó el santafesino, que recordó que le dijeron «caminá» y obedeció, pero fue hacia la Panamericana. Ahí lo frenaron en seco: «No, para el otro lado, no te hagas el pícaro», rememora las palabras de quienes lo detuvieron.
«Me fui caminando por el descampado. En ese momento apreté los dientes. Sentía que iba a venir el disparo, que iba a ser boleta. Caminé, caminé, había yuyos. Hasta que siento que se va un auto; me doy vuelta y era el mío. Y me quede ahí. Respiré», siguió el campeón del primer mundial para el fútbol nacional y añadió que les empezó a hacer señas a los autos que pasaban hasta que uno frenó. «¿Vos no sos Leopoldo Luque?», le preguntó el conductor con miedo y sorpresa. Y lo llevó hasta la casa. Donde arrancó la segunda parte de esta historia.
Luque fue a hacer la denuncia a una comisaría a tres cuadras de su casa. «Me trataron muy bien porque me reconocieron”, recordó el ex delantero. «¿Te apuntaron con un arma como esta?«, preguntó el comisario y apoyó una pistola sobre el mostrador, a lo que respondió que no sabía y alegó no conocer de armas. El comisario, incluso, llamó a otro policía que estaba adentro y lo puso frente al futbolista: «Mirá, vení. ¿Los que te asaltaron tenían el pelo así como él?». Cuando confirmó esto, el comisario diagnóstico: «Bueno, ahí está. Son policías o militares».
Unos dos meses después del secuetro, Luque se encontraba concentrado con la selección argentina en la quinta de José C. Paz, allí donde se forjó el primer campeón mundial de la mano de César Luis Menotti. El equipo estaba a punto de volar hacia Europa. De pronto, un patrullero estacionó en la puerta y un oficial pidió hablar con él: «Creemos que encontramos el auto, tiene que acompañarnos a la comisaría».
«Yo ya no quería saber más nada, me obligaron a ir y dijeron que había algunos sospechosos de haber sido quienes me asaltaron. Tuve que hacer el reconocimiento por una mirilla. Yo los veía, pero ellos no me veían a mí. Hasta que en un momento, cuando van rotando a uno de los sospechosos, lo ponen de perfil y me doy cuenta de que sí, era él. Y era un milico. Pero no dije nada. No sé, me dio miedo, pensé que sería peor», concluyó Luque el estremecedor relato.
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