«La Primera Junta acreditó al mundo entero el revolucionario dogma de que ‘el crimen de un individuo no trasciende a sus parientes'». Con esas palabras, usadas por Mariano Moreno durante la Revolución de Mayo de 1810, Juan Pablo Escobar empezó su descargo en el que negó haber ayudado a un narcotraficante de Colombia a lavar US$ 2.446.516 en la Argentina.
Es la segunda vez que la viuda y el hijo del exlíder del Cartel de Medellín son investigados por lo mismo en la Argentina. Esta vez, detrás de ellos están el juez federal Néstor Barral y cuatro fiscales: Sebastián Basso (Morón), Gabriel Pérez Barberá (Procelac), Mariano Federici (UIF) y Diego Iglesias (Procunar).
Los investigadores, además de la imputación inicial, también acusaron a los Escobar de lavar US$ 306.293,06 a través de la compra en 2012 de un departamento, una cochera y una baulera en la avenida del Libertador 1717, de la localidad de Vicente López, con vista al Río de la Plata.
El hijo de Pablo Escobar presentó un escrito de 67 páginas, ofreció una caja llena de documentos y recordó cómo llegó al país el 23 de diciembre de 1993: «Tomé el camino de la educación en Buenos Aires tras la sentencia de los cárteles que le ganaron la ‘guerra’ a mi padre: ‘Si vuelven por aquí, los matamos'».
Por su parte, su mamá, María Victoria Henao Vallejos, agregó un escrito de 37 página, que también acompañó con papeles, y juró: «Hace 25 años que alquilo los distintos departamentos en donde he vivido porque no tengo dinero para comprar una propiedad«.
Sin embargo, ni bien llegó a la Argentina, hace ya 25 años, una de las primeras cosas que hizo fue comprar un inmueble. Se trata de un terreno en la avenida Ingeniero Huergo 913, en Puerto Madero, que escrituró el 22 de octubre de 1996 por U$S 200.000. Era un requisito clave para ingresar al país como «inmigrante con capital», según los documentos de la Dirección Nacional de Migraciones (DNM) a los que tuvo acceso TN.com.ar.
La viuda de Escobar adquirió en 1995 Inversora Galestar SA, una offshore radicada en Montevideo, Uruguay, y después abrió una sucursal en Buenos Aires, a la que transfirió US$ 480.000 entre diciembre de 1996 y enero de 1998. En tanto, en el Banco Morgan Stanley, sucursal Nueva York, movió US$ 696.000 entre esos años. Con un exsocio sumó seis lotes del Country Club Las Praderas, de Luján, por 290.000 pesos-dólares. Y también dos autos -un Chrysler Caravan y un Mazda- y 37 joyas, valuadas en 42.230 pesos-dólares.
En esa causa, la primera en la Argentina, el exjuez federal Gabriel Cavallo los llevó a juicio, pero los integrantes del Tribunal Oral Federal (TOF) 6 los sobreseyeron antes del inicio al considerar que el magistrado de instrucción presionó a los fiscales para sostener la acusación.
El Departamento de Justicia de los Estados Unidos no colaboró en ese momento con los investigadores. «Dado que no nos resulta posible cumplir con este pedido, hemos archivado el expediente de esta causa», le respondió el 12 de diciembre de 2002 la exdirectora del organismo, Mary Ellen Warlow, al fiscal Carlos Cearras, que quería saber si los Escobar habían triangulado dinero entre Colombia, Estados Unidos, Uruguay y la Argentina.
Ahora, los fiscales Basso, Pérez Barberá, Federici e Iglesias acusaron a los Escobar de realizar un «aporte de carácter esencial para el cumplimiento de los objetivos criminales» de José Bayrón Piedrahita Ceballos -detenido con pedido de extradición a los Estados Unidos- y Mateo Corvo Dolcet -empresario argentino procesado por asociarse con el narcotraficante colombiano-.
Victoria aseguró en el escrito: «Conocí a Piedrahita catorce años después de la muerte de mi marido, en un evento que realicé en Medellín para conseguir inversores. Ahí lo conocí: se presentó como gerente del frigorífico Subagauca. La trascendencia de sus negocios es un hecho público en Colombia». Juan Pablo agregó: «Para mi segundo libro, ‘Pablo Escobar in fraganti’, investigué toda la red de narcotráfico en mi país, los amigos y enemigos de mi papá y jamás apareció Piedrahita«.
Piedrahita, sin embargo, estuvo en la mira de la Administración para el Control de Drogas (DEA) por 21 años. El colombiano estuvo en tres bases de datos estadounidense porque supuestamente traficó 100 kilos de cocaína. En el Sistema de Información sobre Narcóticos (Naddis) era señalado como «un hombre fugitivo, peligroso y armado». En el sistema de la Policía de Control de Fronteras (Tecs), como «presunto proveedor de cocaína». Y en el Centro de Ingeligencia El Paso (Epic), como «imputado en una investigación sobre narcotráfico».
El narcotraficante, entonces, sobornó a un agente del Departamento de Seguridad (DHS), Christopher Ciccione, con la ayuda de Juan Carlos Velasco Cano, que se declararon culpables en noviembre en el Caso 17-20651 ante el Tribunal del Distrito Sur de Florida, al que tuvo acceso TN.com.ar. A Ciccione lo compró en 2010 con US$ 17.700, cenas en Pesquera Jaramillo y encuentros con mujeres en el Hotel Marriott para que lo eliminara de esas tres bases de datos. Los dos cómplices fueron condenados este año a tres y dos años de prisión.
En la Argentina, en 2011, los Escobar firmaron un acuerdo con Corvo Dolcet por haberle presentado a Piedrahita. El pacto lo pusieron por escrito: cobrarían el 4,5% de comisión de las inversiones del colombiano en los proyectos del argentino. En total fueron US$ 105.352. El año pasado, la DEA alertó al Gobierno de los negocios de Piedrahita con Corvo Dolcet en Pilar que ahora los complican.
Los Escobar negaron todo y cada uno de los delitos imputados. Sobre la compra del departamento en la avenida del Libertador, Juan Pablo explicó: «Como soy ‘el hijo de’ tengo que entregar la información que los fiscales podrían haber obtenido para advertir la ausencia de maniobra alguna. Lo compré con mi esposa Doria Andrea Ochoa por US$ 220.000 gracias a dos donaciones de mi mamá, por US$ 50.000 y US$ 175.000, como lo hace cualquier mamá que quiere beneficiar a sus hijos».
Victoria consiguió ese dinero y más -en total US$ 1.250.000- por la venta del terreno en la avenida Ingeniero Huergo 913, es decir, por lo primero que compró al llegar a la Argentina. La diferencia entre el precio de la compra y el de la venta, según el hijo, fue porque Puerto Madero había dejado de ser «una zona llena de personas en situación de calle y recicladores de cartón».
Juan Pablo Escobar lamentó tener que explicar por segunda vez cómo vive ante la Justicia, aunque agradeció la paz que le da la Argentina y aseguró: «Le prometí a mi hijo que no le dejaré un pasado reprochable como el que heredé de mi padre». El juez Barral deberá decidir en los próximos días si los sobresee o los procesa por lavado de dinero del narcotráfico.
Fuente: Agustin Ceruse Todo Noticias