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viernes 26 de abril del 2024

La Justicia en el país de las maravillas

Hasta que no se sinceren los sistemas vamos a vivir en un escenario ficticio. La Justicia aplica con el criterio de “lo que debería ser” y el Ministerio de Seguridad pide dureza en las decisiones de salidas transitorias, puertas giratorias y prisiones domiciliarias. El texto de la ley, lejos de la realidad.

Con buen atino, Maximiliano Pullaro salió públicamente a exponer un problema que tienen: encierran a los delincuentes y salen por la puerta de atrás. Los rangos superiores siguen adentro, pero su poder de fuego sigue libre por las calles, por fuera de los bulevares.

Los tiros de fin de año y del comienzo del 2018 tienen base en la disputa territorial y re acomodamiento de poderes en el mercado ilegal rosarino. Y muchos que fueron partícipes o protagonistas de los mismos tenían antecedentes delictivos graves y gozaban de la libertad. Desde allí, el titular de la cartera de seguridad pública alzó su voz para visibilizar este conflicto.

Desde la justicia insisten con que tienen el amparo de la ley para brindar los beneficios de salidas transitorias, el garantismo está en el texto y eso los “obliga” a brindar los beneficios. Lo cierto es que obligados no están, son decisiones del proceso de cada uno de los magistrados. Es ideológico, no técnico, en muchos casos.

Ideología que tiene base en el principio de inocencia de cada acusado sin condena, y es por eso que a la espera del proceso del juicio y la sentencia muchos esperan en sus casas, en la calle. Ahora bien, el Ministerio de Seguridad, ¿utiliza esto como excusa?

Las cárceles siguen siendo escuelas de delincuentes lejos de ser instituciones que preparen a los internos para la re inserción. En términos generales, no es el lugar ideal para que razonen sobre su accionar, y lejos de rehabilitarlos, los empeora y los prepara para ser aún más agresivos cuando salgan.

Las libertades condicionales y prisiones domiciliarias deben ser controladas por la policía y por el sistema penitenciario. Pero no dan abasto debido a la cantidad de beneficios de estos que brinda la justicia, y allí entramos en otro mundo ficticio: nadie controla nada, o al menos no lo suficiente.

Casos y ejemplos sobran, no es el objetivo de esta columna ponerlos sobre la mesa. Sirve, a lo mejor, para pensar entre todos por qué hablamos sobre supuestos ideales y seguimos esquivando a la realidad de la situación que se vive en las calles y en las cárceles. Lo académico está muy claro, pero está a años luz de solucionar los problemas de los ciudadanos de a pie que quieren vivir tranquilos.