Después de muchos años en el deporte y más aún cuando se llega a ser un atleta olímpico de primera línea, es difícil parar, poner esa “pausa” para que otra etapa llegue. Pero a Clara Rohner se la nota segura de su decisión y conforme por haberlo dado todo, haberse entregado al máximo en cada entrenamiento y por no haber regalado ni una remada en cada desafío.
Clara nació en Rosario, en el barrio de Alberdi. Desde chica, sintió fascinación por el río. Por esas cosas de la vida que algunos llaman destino, recién a los 17 años conoció su verdadera pasión. El Club Remeros Alberdi, que queda a pocas cuadras de su casa, estaba sumando gente para competir en remo y Clara vio ahí una oportunidad única.
El haber conocido su pasión de grande no fue un impedimento, muy por el contrario, fue un aditivo para que todo fluya con mayor velocidad y llegar a competir en los Juegos Sudamericanos, ganar un Oro en los Panamericanos de Guadalajara 2011 e incluso formar parte del Seleccionado Argentino que representó a nuestro país en los Olímpicos de Londres 2012.
Muchos son los logros que la remera rosarina consiguió. Clara, la chica que dejó de lado muchas cosas -o “su vida”, como dice- para crecer en su profesión, tuvo incluso que viajar e instalarse en Buenos Aires para perfeccionarse. Perdió cumpleaños, fiestas y momentos familiares.
Lo remarcaba al principio: todo eso valió la pena porque sin darse cuenta, -y poco a poco- se fue poniendo objetivos más complejos y, como toda perfeccionista, los fue superando a base de sacrificio.
Sus comienzos fueron en su club, pero un día llegó la prueba para el Seleccionado. Como siempre, lo superó y se convirtió en una de las mejores remeras del país, con todo lo que ello conlleva. Logros, premios, reconocimientos, pero detrás de todo, entrenamiento. De lunes a lunes, todo el año, aunque llueva o truene, ella empezaba antes de que salga el sol para llegar al entrenamiento con todas las pilas. Y después venían los dos turnos de ejercicios, de tres horas cada uno.
El primero, por la mañana, dedicado exclusivamente a la parte del remo y el segundo, por la tarde, en el cual mejoraba la parte aeróbica con trotes, bicicleta o musculación en el gimnasio. Ni hablar de los descansos, que nos aclaraba que son igual o más importantes que los entrenamientos. Ese desgaste físico se puede hacer sólo por dos cosas: por pasión y por orgullo, los mismos dos sentimientos que nos dijo sentir cada vez que se ponía la camiseta argentina en una competencia.
Clara nos cuenta que en nuestro país es muy complicado ser un atleta olímpico. El estado entrega aportes muy bajos que prácticamente no les alcanza para vivir, y cada disciplina lleva rutinas de entrenamiento muy rigurosas que necesitan una vida exclusivamente dedicada a la misma. Por eso remarca con orgullo el apoyo que sintió en todo momento de su familia, y cuenta con tristeza como muchos de los mejores deportistas que conocía tuvieron que dar un paso al costado en su sueño para dedicarse a trabajar o estudiar.
Hoy, con más experiencia y todo un camino recorrido, Clara Rohner, una personalidad distinguida del deporte local, siente que su camino está en otro lado, el que alguna vez dejó para reconvertirse. Puso “pausa” en su carrera deportiva para estudiar kinesiología. Quizá ella misma sabe que en un futuro no muy lejano, ponga «play» y vuelva a remarla.