La malnutrición en los niños puede darse por un déficit o exceso alimentario y genera no sólo cambios en la composición corporal de los niños sino también en su capacidad de aprendizaje.
De acuerdo con la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2019) de niños y niñas en edad escolar, el 30% tenía sobrepeso y 6% obesidad.
La licenciada en Nutrición Brenda Ferro quien integra el Programa Conin destinado a lograr buenos hábitos alimentarios en niños agregó que “la malnutrición puede generar un menor rendimiento intelectual a largo plazo”.
“Son varios los aspectos que hay que considerar: el control del niño sano en donde se realice la evaluación física, de crecimiento y desarrollo; la orientación y educación a los padres en el cuidado de sus hijos y prevención y cumplir con el calendario de vacunación” afirmó la licenciada.
Una buena alimentación empieza en el embarazo
Durante el embarazo la alimentación tiene que ser saludable.
El consumo de alimentos debe incluir todos los grupos para que se incorporen los nutrientes necesarios para mantener la salud de la mamá y del niño.
Los nutrientes esenciales incluyen: hierro, calcio, ácido fólico, ácidos grasos.
Se recomienda la suplementación de hierro y ácido fólico hasta seis meses posteriores al parto.
“El período más crítico es el último trimestre hasta los dos años de vida. El desarrollo del cerebro de un niño depende un 50% de una buena nutrición y el otro 50 de la estimulación” detalló Brenda.
Organizadores de desarrollo
- Comunicación.
- Apego: seguridad para sus vínculos posteriores.
- Exploración.
- Apropiación del mundo entero.
- Equilibrio y control progresivo del cuerpo.
- Orden simbólico.
Durante el primer año de vida se deben evitar:
- Fiambres, hamburguesas y salchichas, salsas muy elaboradas, comidas muy condimentadas y picantes, gaseosas, jugos artificiales, bebidas a base de soja, alimentos fritos, lácteos fluidos.
- Golosinas, en general.
- Productos con alto contenido de sal: papas fritas, palitos de maíz.
- Alimentos pequeños, duros o esféricos (arvejas, maní, nueces, granos de choclo, uvas, etc.), especialmente por los ahogos.
- Evitar miel y soja hasta los 2 años de vida.
El impacto del aislamiento
La cuarentena generó alteraciones en el sueño y alimentación de muchos niños, falta de contacto social, menor movimiento, hacinamiento, etc.
“Es necesario que podamos aprovechar los recursos disponibles en el hogar, evitar el uso excesivo de pantallas, incluir actividades motoras y otras más tranquilas” agregó la nutricionista.
“Durante la edad preescolar y escolar es el momento de formar hábitos: debemos fomentar la actividad física, incorporar menos sal, priorizar alimentos naturales, aguas, verduras, frutas, carnes, huevos, cereales, etc.”
“Debemos fomentar el juego y el movimiento diario y erradicar malos hábitos que traemos los adultos desde chicos para no transmitirles a los niños como darles un dulce después de comer. Esto no es necesario” concluyó la licenciada.
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