«Lo anunciaba, la iba a matar, le iba a desfigurar la cara. Él esperó y preparó el momento justo para llevar a cabo su plan. Era de su propiedad, un objeto que le pertenecía. Por eso la mató», aseguró la fiscal Cristina Herrera hoy por la mañana cuando comenzó el juicio contra Miguel Pastorutti, el asesino confeso de Romina Saavedra, para quien pidió una pena de reclusión perpetua.
En el proceso, la acusación intentará demostrar que el hombre actuó con premeditación y alevosía, mientras que la defensora pública Liliana Álvarez planteará que el homicida (reconoció el crimen) actuó bajo disminución o alteración morbosa de facultades. «Pido perdón. Uno no nace para esto. Pero lo que no pasa en la vida, pasa en un segundo», aseguró el acusado entre sollozos, en medio de una audiencia dramática.
Miguel Pastorutti: «Lo que no pasa en la vida, pasa en un segundo»
La foto de Romina Saavedra fue proyectada en la pantalla de la sala dos de los Tribunales provinciales por pedido de la fiscal Herrera «para que no sólo sea una menos; sino que sea Romina, la madre de cuatro hijos, la hermana, la hija, la mujer de 34 años». Con esa imagen como testigo, la investigadora relató su reconstrucción de los hechos.
Explicó que Saavedra conoció a Miguel trabajando como prostituta y se enamoró. Por eso fue junto a sus hijos a vivir a la casita de Neuquén al 900 —de San Lorenzo—. Allí conoció la otra faceta, la de una pareja posesiva, violenta, que pretendía que todo gire en torno a sus decisiones. Según explicó la fiscal, ella lo denunció en al menos dos oportunidades —una en marzo y otra en abril de 2012— pero él fue indagado muy tarde, en marzo de 2014, cuatro meses después del homicidio.
La investigadora hizo un relato minucioso de lo que ocurrió el 9 de diciembre de 2013. Romina llevaba un tiempo separada de Miguel. Él se negaba a aceptar la situación y, para restringir la independencia económica que había obtenido la mujer con las asignaciones por hijo que le había otorgado el Estado, le quitó los documentos de los chicos. Por eso se encontraron ese día, Romina pretendía que se los devolviera y él la emboscó.
«La esperó, la interceptó y la arrastró hasta la casa. Algunos testigos dicen que la llevó de los pelos, otros aseguran que le puso un cuchillo en el cuello. Se encerró con ella y trabó las puertas desde adentro para que nadie pueda socorrerla. Había preparado todo: tenía abierta la llave del gas y las garrafas estaba ubicadas cerca, para que exploten o se prendan fuego», aseguró Herrera.
En una pieza contigua a la casa, separada por un patio, dormían el hijo, el sobrino y la hermana de Saavedra, quienes al escuchar los gritos de la víctima intentaron ingresar al lugar, pero se dieron cuenta de que las puertas estaban trabadas desde adentro. Un grupo de vecinos que trabajaba en un taller mecánico de la zona logró abrir los postigos de la vivienda con una masa de voleo y se encontró a Romina inconsciente, con la mitad del cuerpo prendido fuego. La tomaron de los pies e intentaron arrastrarla hacia afuera; pero Miguel se arrojó sobre ella y, con una cuchilla de 20 centímetros, la apuñaló 25 veces.
La estocada que le dio en el cuello fue fatal y el corte que le partió la cara en dos a la víctima hizo que uno de los socorristas se descompusiera. «Él se lo había dicho; que la iba a matar, que le iba a desfigurar la cara», explicó la fiscal y aseguró que las acciones de Pastorutti se encuadran en un homicidio calificado por haber mediado relación de pareja, alevosía y violencia de género; imputación a la que le sumó tres amenazas coactivas.
La defensora pública Liliana Álvarez planteó en su discurso que Miguel es un hombre con una vida terrible. Su primer mujer murió por cáncer, su segunda pareja lo abandonó para irse con su hijo, el de su primer matrimonio. La tercera falleció por una insuficiencia cardíaca y la cuarta, Romina, había decidido dejarlo.
La letrada aseguró que estos hechos enmarcaron las acciones de su pupilo, un hombre que no completó sus estudios primarios y dedicaba su vida a mantener a Romina y su familia. El homicida -aseguró Álvarez- no preparó el crimen, sino que actuó por un impulso, en un arranque de violencia, que puso también su vida en peligro ante el fuego y el gas que había tomado toda su casa.
«La amé mucho, nunca lo hubiera hecho. Pido perdón, la quería con toda mi alma, los ayudé a todos»
Si los vecinos no entraban al lugar, posiblemente él también hubiera muerto el día de los hechos. Por eso le permitió a Miguel tomar la palabra y pedir disculpas por sus acciones: «La amé mucho, nunca lo hubiera hecho. Pido perdón, la quería con toda mi alma. Siempre ayudé a toda la familia», aseguró, antes de ser retiraron de la sala en medio de un ataque de nervios.
Miguel Pastorutti, de 64 años, escuchará durante cinco jornadas más las pruebas del caso y esperará el dictamen. Su defensora pidió que lo absuelvan y la Fiscalía prisión perpetua. La decisión final está a cago de los jueces Ismael Manfrín, Julio Kesuani y Edgardo Fertitta.