Más de 100 días después de que las primeras vacunas contra el covid-19 se administraran en Latinoamérica, la pandemia continúa resurgiendo peligrosamente en algunas áreas. La batalla que libra la región para frenar el coronavirus permanece marcada por desigualdades. Mientras algunos países se jactan de tener tendencias positivas en la vacunación, hospitales de las naciones vecinas colapsan bajo las oleadas de casos nuevas.
En especial preocupan las altas tasas de mortalidad por covid-19 en Brasil, Perú, Chile y Paraguay. Una señal de que probablemente los sistemas de salud locales están bajo una presión que desborda su capacidad, precisaron en este informe de CNN en Español.
«La mortalidad aumenta cuando esto sucede, porque los pacientes tienen dificultades para encontrar la atención que necesitan. Mientras, los trabajadores de la salud están sobrecargados al tener que atender a demasiadas personas a la vez», explicó la Dra. Carissa Etienne, directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la semana pasada.
Incluso en países con una sólida administración de vacunas, el acceso equitativo a las dosis que pueden salvar vidas está lejos de ser la norma. A eso se suma que funcionarios de salud en Latinoamérica temen que una nueva ola de covid-19 gane impulso. Justamente, debido a las nuevas variantes contagiosas y, con demasiada frecuencia, a un enfoque gubernamental de flexibilización frente al distanciamiento social.
Latinoamérica, entre la vacunación contra el covid-19 y las variantes de propagación rápida
En este momento, Brasil es, por mucho, el país más afectado por covid-19 en Latinoamérica. Se cree que la variante P.1, identificada localmente, es más contagiosa que el coronavirus original. De hecho, solo en marzo se registraron más de 66.000 muertes adicionales relacionadas con el covid-19. Lo que representa más del doble del número de víctimas en cualquier otro mes desde el comienzo de la pandemia.
Mientras, a pesar de la sólida infraestructura de vacunación que tiene Brasil, la campaña de inmunización avanza a un ritmo lento. Solo poco más del 10% de la población total ha recibido la primera dosis de la vacuna contra el covid-19, según datos de los departamentos de salud de cada estado.
Además, las unidades de cuidados intensivos en 25 de los 27 estados del país están a más del 80% de su capacidad. Aún así, algunos estados, como Río de Janeiro, decidieron reabrir las escuelas, bajo la insistencia del presidente Jair Bolsonaro, firme opositor de los confinamientos.
Para intentar frenar la propagación del covid-19, varios países de Latinoamérica cerraron sus fronteras con Brasil. Y Uruguay, por ejemplo, incluso priorizó la vacunación en las áreas fronterizas con Brasil. Esto con la esperanza de crear un «muro de vacunas» que el virus no pueda penetrar.
Para algunos países, se acerca el invierno
Hasta esta semana, Chile había sido como un cuento de hadas de la vacunación contra el covid-19 en Latinoamérica. Comparativamente, el país comenzó a administrar vacunas muy temprano, en diciembre. Y rápidamente ganó fuerza gracias a los abundantes suministros de dosis de los fabricantes de China.
Hasta el momento, el país trasandino está a tercero a nivel mundial en cuanto al mayor porcentaje de población vacunada, por delante de Estados Unidos.
Pero, a pesar de este éxito, Chile registró un nuevo récord de aumento de casos durante dos días seguidos la semana pasada. Un hecho ominoso que llevó a las autoridades a cerrar las fronteras tanto a extranjeros como a ciudadanos chilenos para tratar de limitar el contagio.
De manera especial, preocupa el hecho de que Chile, junto a sus vecinos Argentina y Uruguay, se dirigen a temperaturas más frías en el hemisferio sur. Precisamente, el covid-19 prospera en condiciones invernales: tanto porque el virus en sí mismo es más estable y contagioso a temperaturas más bajas, como porque las personas tienden a pasar más tiempo en interiores durante los meses de invierno. Las autoridades de Chile y Argentina se preparan para nuevos brotes del virus en las próximas semanas.
Política y salud pública
Mientras tanto, Perú estableció un confinamiento total la semana pasada. Y solo permitió que una persona por hogar saliera de casa para asuntos esenciales. La medida busca limitar el impacto de una tercera ola del virus.
Ecuador, por su parte, también se encuentra en una situación desesperada. La semana pasada declaró el estado de emergencia en ocho provincias diferentes, debido al aumento de hospitalizaciones por covid-19. Y la cercana Bolivia, al igual que Uruguay, está cerrando sus fronteras con Brasil.
En Perú, la tercera ola del virus está en pleno apogeo y las cifras de casos nuevos crecen rápidamente. En marzo, el país registró más casos que en cualquier otro mes desde el comienzo de la pandemia, a excepción de agosto de 2020, justamente el pico de la primera ola.
Según un análisis de la Universidad John Hopkins, Perú tiene la segunda tasa de mortalidad más alta del mundo, solo detrás de México. Mientras tanto, la vacunación ha sido pasiva, con solo unos pocos miles de dosis administradas cada día. Al ritmo actual, a Perú le tomaría más de una década alcanzar la inmunidad colectiva a través de la vacunación.
Ahora bien, pese a los esfuerzos por mantener a las personas en casa, tanto Perú como Ecuador esperan dejar atrás los trastornos políticos del año pasado con nuevas elecciones presidenciales esta semana. Lo que significa reuniones masivas en todo el país. A pesar del resurgimiento del virus, ninguno de los gobiernos ha pedido que se pospongan las votaciones.
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