“La droga que quita el hambre”: una epidemia que se expande en los barrios profundos de Rosario
El grito es ensordecedor: “Hay que hacer algo por los pibes”. Todavía no se cumplió un mes de la primera marcha realizada por madres que tienen hijos con problemas de adicciones y las organizaciones sociales no saben qué más hacer para paliar una situación que ya es desbordante y crítica.
Pasta Base y pegamento son algunas de las drogas que más consumen los pibes “pobres” por su fácil y económico acceso. El registro ocular de los distintos protagonistas de ONGs de Rosario es escandaloso. “No sólo se los ve con la bolsita aspirando, sino que ya los cruzás cuando están pasados y no pueden ni hablar”, contó a Rosario Nuestro Richard Camarasa de Movimiento Solidario.
El poxiran es lo más frecuente, sobre todo, porque es la droga que “saca el hambre”, afirmó Alejandra Fedele, del Movimiento Evita. En los barrios que la referente camina desde hace años es “preocupante y alarmante” el crecimiento del consumo de “estas sustancias baratas”. «Durante muchos años vi de todo, pero como ahora la verdad que no; estoy viviendo momentos que ni me imaginaba”, fustigó.
Es en los barrios más profundos de Rosario donde se vivencia el alto consumo de pegamento. Según indican la mayoría de las organizaciones sociales, en barrio Toba se detecta el auge de esta sustancia que “los fulmina a los pibes”. Al no haber cifras oficiales ni registros cuantitativos y cualitativos sobre el uso y consumo de sustancias psicoactivas, no se puede tener una precisión real de cómo atacar fehacientemente la problemática.
Caminar gritando
“Ni un pibe menos por la droga” fue el grito al unísono que movilizó a decenas de personas para que marchen por las calles de la ciudad el 27 de junio, con la extrema necesidad de que se sancione la Ley en Emergencia en Adicciones a nivel nacional. También el jefe de la Sedronar, Roberto Moro, realizó un diagnóstico y afirmó que en los últimos cinco años se produjo un incremento “sistemático” del abuso de sustancias ilegales por parte de los jóvenes y que “el país está en el peor momento de su historia”.
El último informe sobre adicciones de la UCA en 2017 estableció que la mayor vulnerabilidad de esa franja etaria frente a este flagelo está dada por su particular contexto de exclusión social y por la ausencia del Estado; la ONG Techo relevó en 2016 que en el conurbano rosarino hay 50 mil familias que viven en 174 villas. Los números hablan por sí solos.
“Todo espacio que no ocupa el Estado, lo ocupa la delincuencia”, sentenciaron desde el Foro de Adicciones que agrupa a más de 10 entidades territoriales. El déficit de espacios e instituciones públicas para atención y contención de jóvenes adictos es una de las graves cuentas por saldar por parte de todos los niveles del Estado.
Además, los centros de acompañamiento terapéutico, como Asociación Nazareth, están colapsados. “Tenemos en lista de espera más de 40 chicos, porque no tenemos más lugar para alojarlos”, dijo a este medio uno de los responsables, Vicente Bondi.
Lo que más preocupa y ocupa a la ONG Madres Territoriales contra las Adicciones, es que “cada vez se inician en edades más tempranas a consumir porquerías y drogas baratas”. A su vez, Betina Zubeldía, una de las referentes, expresó que “en los últimos 7 años creció un 300% el consumo” y enfatizó que “tristemente no existen instituciones que puedan atender específicamente los comportamientos adictivos en modalidad residencial”.
“Por eso -continuó- necesitamos que se apruebe la ley, de modo que se logren destinar recursos para la prevención, abordaje, seguimiento y tratamiento de personas que sufren de adicción”. Inclusive, desde la ONG manifestaron que desean que se revea una de las aristas de la ley de Salud Mental (26.657) que prevé el derecho al fácil acceso a la salud, aunque “esto no es así, no contamos con eso”.
Con Reflejos no alcanza
Otro de los actores sociales primordiales y que llevan a cabo tareas fundamentales para la rehabilitación de muchos pibes, son los clubes de barrio. El club Reflejos, en zona Norte, se encuentra dentro del programa que otorga la Provincia “Nueva Oportunidad” para que los jóvenes puedan trabajar dentro de la institución y realicen distintos talleres que colaboren en su recuperación.
Si bien las esperanzas “no se pierden nunca”, el consumo de drogas “no lo vamos a erradicar nunca”, porque “falta más trabajo social, más participación de todos los Estados, más ayuda ciudadana y arrancar de cuajo la cultura del consumo de droga como medio fácil para subsistir”, sintetizó a Rosario Nuestro el presidente del club, Marcelo Antonelli.
Para el titular de la institución, el problema arranca “en la casa” con la familia, porque “son chicos que frente algún cortocircuito se siente solos, se aíslan y terminan siendo tentados por estas sustancias que cada vez veo que se consumen más”, dijo y aclaró: “Yo me encargo hasta de los pibes que fueron juzgados y deben cumplir probation, pero camino el barrio y me doy cuenta de que la cosa no da para más”.