Una frase famosa en el fútbol parece actualizarse en la política. Se habla de la ausencia pública de Roy López Molina. Sus potenciales rivales lo quieren en la cancha, mientras él espera en el vestuario. El futuro político local es incierto pero uno de los protagonistas ya definidos no quiere desgastar su imagen de cara a la contienda del 2019.
López Molina es número puesto. No hay un solo dirigente del PRO que te niegue que va a ser el próximo candidato de Cambiemos. Le dan tan bien los números que directamente puede ser que no tenga internas, aunque hay algunos que sueñan con generarle una “virtual” elección en las PASO para potenciarlo como sucedió en 2017 durante la rivalidad que se generó con Anita Martínez.
Desde que consiguió el anormal caudal de votos para las realidades actuales de Rosario el año pasado, se lo ve poco en las actividades, las elige a dedo, y solo con salidas esporádicas en los medios pudimos escuchar alguna vaga opinión. No se quiere desgastar y guarda los cartuchos para la gran final de 2019. Pero hay algunos que especulan con que esto puede ser un arma de doble filo y que la gente “se olvide un poco” de su imagen.
Además, desde el oficialismo local insisten con que “no es lo mismo una legislativa que una ejecutiva” y que el rosarino elige bien a quién darle la conducción de las riendas del Palacio de los Leones. Inclusive, desde todos los sectores opositores a Cambiemos insisten con que hay diálogos concretos para conformar un frente electoral y de gobierno para enfrentar al espacio del Presidente de la Nación en los sufragios del año próximo.
Lo que sucede, también, es que los escollos que López Molina tiene que sortear no están sólo afuera de Cambiemos, también debe afrontar disputas internas referidas a la construcción de poder y hasta de relaciones personales. Los armadores locales saben bien que Roy tiene vuelo propio y eso, aunque parezca mentira, en política puede ser un problema. Es mejor tener la vaca atada, muchas veces, a que un súbdito crezca.
Su línea directa con Casa Rosada, el caudal de votos el año pasado y su perfil joven, profesional y discursivo hacen que hoy no tenga rival externo. Pero sus limitaciones se dan por la dependencia que tiene en la conformación de equipos de otros dirigentes políticos locales. Él no tiene armado territorial y es allí donde se tiene que sentar a negociar.
Lo que uno puede analizar hoy es que si no comete errores no forzados puede ser el próximo intendente. Pueden ocurrir episodios no contemplados en esta opinión, como por ejemplo un desbarajuste nacional económico y político que perjudique a Cambiemos en su generalidad, o que el Frente Progresista y el Peronismo encuentren un candidato unificado y fuerte para ser real alternativa. Pero futurología, todavía, no podemos hacer.
“Jugá, pibe”, le piden sus rivales. “Jueguen ustedes, entro después”, contesta él. Veremos quién tiene la razón en un tiempo.