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viernes 26 de abril del 2024

Frecuencia sexual: ¿existe una óptima?

Por Silvana Savoini, sexóloga.

Cada tanto en los medios masivos de comunicación circula información acerca de la frecuencia supuestamente óptima de los encuentros sexuales. Esta es una de las inquietudes típicas que a veces incluso lleva a las parejas a la consulta sexológica. En la información que se ofrece suelen presentarse cifras óptimas, deseables, saludables, normales, necesarias?… Estas expresiones pueden resultar perjudiciales ya que para muchos se transforman en mandatos o se toman como parámetros a cumplir, y todo lo que se aleje de los valores sugeridos por el “instructor” de turno, provoca frustración, malestar, angustia, reproches y recriminaciones.

Si hablamos de números, ¿qué podemos afirmar?

Una  investigación publicada en 2011, que estudió esta variable en parejas estables, mostró que la frecuencia promedio de relaciones sexuales fue de 1 a 2 veces a la semana, frecuencia con la cual el 49% de los participantes decía estar satisfecho. A su vez se correlacionó mayor frecuencia con menor tiempo en la relación y con mayor satisfacción en el vínculo. Por el contrario, una menor frecuencia quedó asociada a diferentes variables como: convicciones religiosas, rasgos de ansiedad, alexitimia (dificultad para expresar las emociones) e insatisfacción con la relación más allá de lo sexual.

Estos resultados coinciden con los obtenidos en muchas investigaciones llevadas a cabo en los últimos años, así como con los datos hallados por Alfred Kinsey y su grupo de investigadores entre las décadas de 1940 y 1950, en una muestra aleatoria de 11000 personas que vivían en Estados Unidos, quienes encontraron que las parejas casadas tenían relaciones dos veces por semana en promedio.

Ahora bien, estamos hablando de promedios. El promedio es un valor estadístico.

El promedio (la media, media aritmética o media estadística) se obtiene a partir de la suma de todos los valores numéricos, dividida entre el número de valores, para obtener un número que pueda representar de la mejor forma posible a todos los valores del conjunto.

Esto significa que dentro de la gran variabilidad que existe en la frecuencia con la que las personas mantienen relaciones sexuales, se halla como valor promedio, la frecuencia de dos veces por semana.

Por ejemplo, Laumann y Michael reportaron en 2001 que el 7% de las parejas casadas tenían sexo 4 o más veces a la semana y el 10% tenían menos de una relación por mes, siendo el promedio de 2 veces a la semana.

En Sexualidad Humana, es fundamental entender, que lo que se aleja de la norma estadística, no necesariamente es patológico.

El indicador de patología no debe ser la anormalidad estadística (en este caso, alejarse de la norma estadística, podría ser por ejemplo, tener un encuentro sexual por mes), sino la existencia de padecimiento, de malestar, por parte de uno o de los dos de los integrantes de la pareja.

Esto quiere decir, que pueden haber personas que se sientan insatisfechas con dos encuentros a la semana, tanto como personas que se encuentren sumamente felices en tener uno o dos encuentros al año.

La variabilidad interpersonal de los niveles de deseo sexual es muy amplia. Existiendo también una relativa variabilidad intrapersonal, ya que la misma persona, en diferentes momentos de su vida, puede experimentar fluctuaciones en sus niveles de deseo sin que lleguen a ser un motivo de consulta. Esas fluctuaciones normales pueden estar asociadas a crisis vitales, a estar focalizados en otros proyectos, a estar transitando problemas de salud o situaciones de stress. El deseo sexual es tan complejo, que las oscilaciones en cualquiera de los factores biológicos, psicológicos, sociales o vinculares que lo propician, puede alterarlo transitoriamente.

Escapar de las fórmulas

La recomendación más saludable en cuanto al comportamiento sexual en general, es huir de la información que pretende dar fórmulas. Si hay algo que no puede ni debe estandarizarse en el ser humano, es la sexualidad.

Las promesas de felicidad asociadas a una determinada actividad sexual, ya sea por frecuencia, tipo de práctica, o modalidad, pueden ser perjudiciales ya que exponen a la frustración a quienes no se ajustan a esas pautas arbitrarias, y si provienen de profesionales de la salud, son faltas de ética porque exponen al sufrimiento con afirmaciones que no están fundamentadas en conocimientos basados en evidencias.

Kinsey, A. C., Pomeroy, W. B., Martin, C. E. y Gebhard, P. H. (1953). Sexual Behaviour in the Human Female, Philadelphia, PA, EUA: W. B. Saunders

Moral de la Rubia, José Frecuencia de relaciones sexuales en parejas casadas: diferencias entre hombres y mujeres Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, vol. XVII, núm. 33, 2011, pp. 45-76 Universidad de Colima, MéxicoISSN 1405-2210

Laumann, E. O. y Michael, R. T. (2001). Sex, Love and Health in America. PrivateChoices and PublicPolicies, Chicago, IL, EUA: Universityof Chicago