sábado 04 de mayo del 2024

¿Fracaso, frustración o baño de realidad?

Para el futbolero, el diario del lunes es claramente el mas fácil de escribir. Es que se reúnen todos los datos para dar el «veredicto» mas contundente y acabado posible. En la victoria, seguramente se visibilizarán elementos positivos para decorarlo al borde de la exacerbación y en la derrota, indudablemente, el mensaje que reinará por esos días será el del sarcasmo, siendo lo mas hiriente, ácido e irónico posible enmarcados en lo que llamamos «pasión».

Argentina quedó eliminado sin peros ni demasiados atenuantes, en un torneo que se caracterizó para el elenco nacional por las variaciones, fluctuaciones permanentes en la propuesta de su entrenador y actuaciones en cancha, generalmente irregulares y por debajo de la media a nivel globo terráqueo para un conjunto con pretensiones.

La sensación de frustración o fracaso, está emparentada proporcionalmente con el grado de expectativa o ilusión que podía generar el conjunto nacional. Visto por las repercusiones previas y salvo la multitud que acompañó la travesía nacional, la Copa del Mundo no tuvo un gran impacto dentro de nuestro territorio, donde claramente abundó el descreimiento y el excepticismo en torno a las chances reales de protagonismo.

El principal punto de «esperanza» siempre estuvo relacionado con Messi frotando la lámpara y llevándonos a lo mas alto como por arte de magia. Sin embargo, el fútbol moderno ha dado muestras acabadas, sumándole la ida de Cristiano con Portugal y de Alemania en su conjunto en fase de grupos, que si antes era posible, ya no funciona así. El que quiera ser campeón deberá sostener otras banderas, exhibir argumentos mas contundentes a nivel colectivo y en ese ítem, los de Sampaoli no dieron con la talla.

La ilusión es algo gratuito, perfectamente atendible que cada uno construya imaginarios escenarios favorables donde Argentina prevalezca. Lo que está claro que con la historia, el peso de la camiseta, la convocatoria en las tribunas y banderazos de respaldo ya no alcanza. Como tampoco el factor H, eso que se le pide al futbolista que parece no tener argumentos futbolísticos o jerarquía individual como si fuese la solución a todos los problemas.

Argentina se despidió rápido pero poco hizo por cambiar el destino. Destino que comenzó con una lentitud y previsibilidad exasperante ante Islandia, que prolongó en el papelón ante Croacia y se maquilló con una aparición fantasmal de Marcos Rojo ante Nigeria. Francia, el último escollo en Rusia, se encargó de desnudarlo defensivamente, de reflejar los grandes problemas en la elaboración del medio y de marcar diferencias, por momentos claras, de tiempo y calidad de trabajo colectivo.

Algunos entienden que después de cada crisis se puede presentar una nueva oportunidad. El escenario, a horas de una eliminación tan justa como dolorosa, es desolador. Un plantel con figuras que irán dejando paso a nuevas generaciones. Jóvenes que no han logrado cimentar su camino a la mayor por su paso en juveniles como otrora tras el paso de Peckerman y Tocalli, por ejemplo, categoría donde hace mucho tiempo no hay resultados favorables y una casta política que intentará bajo todos los medios sostenerse como los dueños del espectáculo, con o sin Sampaoli.

Para esos de traje que deberán definir el camino a seguir, se planteará inmediatamente el dilema respecto al «proyecto». ¿Todo proyecto asegura el éxito?. Clarmante no, pero sin lugar a dudas las chances de un fracaso disminuirán ostensiblemente. Estos últimos años, en un descalabro inimaginable en AFA, el único proyecto fue de resultados pero de ninguna manera de trabajo mancomunado.

Cuatro técnicos en cuatro años, estilos diferentes de conducción, una eliminatoria traumática, Messi renunciando y volviendo, nombres pesados que quedaron al margen y una urgencia por volver a posicionar al fútbol argentino a nivel mundial a cualquier costo, presentaron un escenario sumamente complejo para que el final fuese feliz. Milagro fue como se encontró el triunfo con Nigeria y milagroso como llegaron a octavos (con cuatro puntos fue el de peor rendimiento). De haber pasado esta fase, también lo habría sido y jugar permanentemente con lo azaroso y lo místico hace que se conviva jugando plenos en un casino donde, al final de la noche, siempre gana la banca.