Llevamos arraigada la tendencia de no poner atención a nuestras elecciones y hábitos de alimentación sumergidos en la vorágine cotidiana. Comemos sin estar presentes y por razones que no siempre tienen que ver con el apetito.
La licenciada en Psicología Noelia Trivisonno explica que “el acto de comer está íntimamente relacionado con nuestras emociones. Se conecta con el amor, la seguridad, la pertenencia, el premio cuando algo sale bien, el modo de calmarnos frente a una situación displacentera, entre otras”.
“Además, los alimentos producen un efecto placentero momentáneo en nuestro cerebro, debido a que provocan la segregación de ciertas sustancias neuroquímicas como son la dopamina y las endorfinas. Por eso, al transitar por un estado emocional difícil nuestro cerebro nos va a recordar que comer reconforta y va a aparecer el impulso de hacerlo”.
¿La relación con los alimentos tiene un fondo cultural?
la relación que cada uno forja con los alimentos también está influida por la cultura.
“Vivimos en una sociedad que refuerza el mensaje de que la delgadez equivale a salud y normalidad. En consecuencia, fomenta que comer nos haga sentir culpables. Así mismo, deja profundas marcas en cada uno de nosotros y puede establecer el circuito de restricción-ansiedad-atracón-culpa”.
Alimentarnos es parte de la especie, es una necesidad. La culpa por hacerlo se presenta cuando lo estético pasa a ser lo principal en lugar del cuidado del cuerpo y la salud. Para empezar a moldearlo tenemos que mirar hacia adentro y preguntarnos por la causa. Para esto, la atención y la intención son la clave.
Pasos para volver a conectarnos
El primer paso para modificar este tipo de hábito es hacer una pausa, tomar conciencia, preguntarnos qué sentimos. Las emociones son mensajeras de algo, hay que identificarlo.
Segundo es aceptar la emoción y entender que se trata de algo temporal.
Tercero, buscar qué desencadena ese estado e implementar estrategias alternativas que nos permitan transitar ese momento de un modo más adaptativo: respiración consciente, salir a tomar aire, ejercicio intenso, actividad distractora.
El cuarto punto consiste en poner atención a la función que le damos a los alimentos y al modo en que comemos, alimentación conciente.
El quinto paso consiste en buscar un equilibrio por medio de volver a conectar, escuchar y aceptar nuestro cuerpo.
“Hay que por fin animarse a cuestionar que muy gordo o muy flaco equivale a algo malo, que tener cierto peso equivale a estar saludable, y que importa más, si la apariencia o cómo nos sentimos”.
Consejos para un brindis seguro
- Beber alcohol deshidrata, por eso es necesario hidratarse muy bien, tomar agua antes, durante y después del consumo de bebidas alcohólicas.
- Consumir alimentos y bebidas fuentes de sodio y potasio, ya que son electrolitos que se ven afectados durante el consumo de alcohol.
- Consumir alimentos que contienen antioxidantes naturales como vitamina C y E, como frutas y verduras.
- Acompañar esas bebidas de alimentos fuentes de ácidos grasos insaturados como nueces, semillas y aceitunas.
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