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viernes 29 de marzo del 2024

¡Felices Fiestas! ¿Posibilidad o utopía?

Las fiestas de fin de año, según el sistema de creencias de cada uno, puedeN tener un gran significado espiritual o simplemente ser un rito social (los ritos son necesarios), una tradición, que involucra todas las áreas de nuestras vidas poniendo en tensión los vínculos, los proyectos, las finanzas, y fundamentalmente las emociones.

Las tristezas

Para quienes están atravesando una crisis vital o familiar, las celebraciones asociadas al cierre del año se vuelven uno de los momentos que hay que afrontar desde la nueva situación que se esté viviendo según el cambio acontecido. Las pérdidas, ya sea por un fallecimiento, una separación, el cierre de una etapa, el “nido vacío” cuando los hijos se han ido del hogar, grandes viajes o rupturas amorosas, implican un proceso de duelo para elaborar las ausencias o los cambios, desde la aceptación y el compromiso con el nuevo escenario que se nos presenta. Pero este proceso no está libre de tristeza, y el cierre del año suele ponernos de cara a esa realidad. Durante el primer año luego de una crisis estructural que cambia la configuración de nuestros vínculos afectivos, aparecen las primeras fechas en las que se perciben las ausencias, esta es una de ellas.

Es saludable dar lugar a la tristeza cuando aparece, no negarla, no sofocarla, pero tampoco permitir que invada toda nuestra existencia. Conectar con el aquí y ahora, con los lazos afectivos existentes, recuperar experiencias placenteras, gratificantes y permitirnos proyectar, pueden ser estrategias interesantes para convivir con el dolor.

Los balances

Por otro lado hay quienes cierran su año con un “balance” favorable, en función del logro de objetivos y proyectos que se han concretado. Pero la gratificación requiere de una toma de conciencia de aquello que hemos hecho. Muchas veces focalizamos en lo que quedó pendiente, en la frustración de lo que no pudo ser, y olvidamos “pasar el resaltador” también por lo que hicimos, los sueños que pudimos cumplir, lo que creamos, los vínculos que fuimos capaces de sostener o recuperar, lo que aprendimos, lo que aportamos a otros, lo que crecimos…Es un buen ejercicio tomarse un tiempo a solas para pensar, y por qué no, para escribir en un papel todo aquello que podemos rescatar del año, para así visualizarlo y ponerlo en valor.

Los conflictos

Es sabido que en víspera de las fiestas, recrudecen los conflictos interpersonales, porque estamos expuestos a mandatos sociales respecto a cómo, con quién, dónde y de qué manera “hay que” vivir las celebraciones. Ser capaces de identificar lo que deseamos, es el primer paso para la toma de decisiones a la hora de armar agenda. El siguiente es recurrir a la asertividad para transmitir aquello que decidimos.

La asertividad es la capacidad de transmitir lo que sentimos, pensamos, preferimos, de hacer valer nuestros derechos, incluso a decir que NO, de una forma adecuada, oportuna y sin ansiedad.

Una forma de lograrlo es realizar un planteamiento suave, comenzando a hablar con un “yo siento”, “yo prefiero”, “desde mi percepción”, “yo sugiero”, en lugar de utilizar expresiones que involucren a otros, acusaciones o agravios.

La organización

Pocas épocas del año activan tanto las llamadas  “funciones ejecutivas” de nuestro cerebro, que son aquellos procesos psicológicos requeridos para la organización, planificación y ejecución de tareas más o menos complejas.

Organizar el cronograma de actividades festivas, es en sí mismo una empresa en la que nos embarcamos sin siquiera notarlo, que implica la administración racional de diferentes recursos subjetivos y materiales: tiempo, atención, memoria, energía, dinero, espacio y lazos socio afectivos. Todo ello al servicio de organizar un evento colmado de expectativas que incrementan la presión.

Recomendaciones:

Confeccionar una lista de tareas, luego agruparlas por la proximidad en el espacio y en función de las posibilidades de tiempo, permite diagramar un cronograma donde tengamos la tranquilidad de saber cómo y cuándo resolverlas.

Planificar la distribución de las tareas en función de una estimación realista del tiempo que disponemos, es un factor que puede disminuir las posibilidades de desarrollar una respuesta de estrés que en definitiva, impide el disfrute.

Tomar un día a la vez, e ir resolviendo las cuestiones en función de las prioridades y la agenda pre establecida (pensar “todo junto” puede resultar agobiante).

Mentalizarnos en sostener la flexibilidad necesaria ante la adversidad para que la frustración no nos paralice cuando algo no resulte como esperábamos.

Tomar perspectiva para relajarnos, considerando que es sólo una fiesta, cuyo objetivo, además del religioso para quien así lo siente, es disfrutar de una reunión familiar o con amigos, o de un momento a solas, pero en PAZ.