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miercoles 10 de abril del 2024

Estímulos y anti estímulos

La Respuesta Sexual Humana se compone de distintas fases: deseo, excitación, orgasmo y resolución, y todas implican factores biológicos, cognitivos y emocionales.

El deseo sexual, entendido como pensar o fantasear sobre sexo, como el anhelo de relaciones sexuales, las “ganas de”, no se presenta de la misma manera en todas las personas. Es una experiencia subjetiva que puede aparecer espontáneamente o junto a la excitación una vez que se entra en el juego sexual.

Los motivos por los cuales una persona participa de un encuentro sexual pueden ser muy diversos, como la búsqueda de acercamiento emocional, como forma de aumentar la propia autoestima, la necesidad de recibir y compartir placer en el contacto físico, la intención de complacer a su pareja, para cumplir con mandatos sociales y disminuir sentimientos de culpa por lo que considera una baja frecuencia de encuentros sexuales, y por supuesto, por el deseo de experimentar placer sexual.

El deseo sexual y/o estos diversos motivos, propician la focalización en lo que para esa persona opera como un estímulo sexual que desencadena una respuesta integral.

Excitación y estímulos

La fase de excitación se caracteriza por una serie de cambios fisiológicos (en el varón se produce la erección del pene y en la mujer la lubricación vaginal, entre otros cambios menos visibles tanto a nivel genital como del organismo en general, por ejemplo el aumento de la tensión muscular, la frecuencia cardíaca y respiratoria, la piel se ruboriza, etc.).

Para que la curva de la respuesta sexual siga su curso hasta el orgasmo, el deseo y excitación deben reforzarse positivamente con estímulos apropiados.

Ahora bien, en este punto es imprescindible considerar qué es un estímulo “apropiado”. Podemos pensarlo como aquello que constituye un estímulo para la propia persona, por lo cual no hay recetas ni fórmulas universales, no existen “tips” sino que se requiere conocer qué es lo que erotiza a esa persona en particular. Dependerá en gran medida de la configuración del “mapa de amor”, esa hoja de ruta que vamos construyendo desde la infancia y en la que vamos configurando lo que para cada uno de nosotros es el amor, el sexo y la pareja, en función de lo que aprendimos, observamos y experimentamos a lo largo de la vida.

Anti-estímulos

Es vital conocer también qué circunstancias, comportamientos, o actitudes operan como anti-estímulo. Muchas veces las personas intentan despertar el interés en sus parejas, haciendo exactamente lo contrario, por desconocimiento de sus preferencias, o por centrarse en lo que para la propia persona es un estímulo, sin tener en cuenta que lo que es estimulante para uno, puede ser un anti-estímulo para el otro. En ese caso extinguimos el deseo que pretendemos encender (por ejemplo, el lenguaje obsceno o el discurso romántico; cierto tipo de atuendos, la conducta sexualmente más agresiva, los aromas corporales, etc.).

Dialogar, conocerse, compartir las fantasías, identificar qué erotiza y qué des-erotiza al otro, cuidarse mutuamente, es fundamental para un encuentro sexual gratificante.