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viernes 26 de abril del 2024

Escoliosis: Cómo detectarla en forma temprana

El doctor Marcelo Barroso Griffiths, especialista en Quiropraxia afirma que “cada día son más los padres con hijos a los que se les diagnostica este problema, que acuden a la consulta del quiropráctico en busca de soluciones”.

La escoliosis es una curvatura lateral, anormal y progresiva de la columna vertebral, tanto de la parte torácica (central) como de la lumbar (parte inferior). Entre un 2% y un 4% de la población sufre de escoliosis, con una curva de más de 10 grados. Una curva inferior a 10º no se considera escoliosis.

Puede darse a cualquier edad, aunque en general se desarrolla en mayor grado durante la adolescencia, y es más común en las mujeres.

En la mayoría de los casos la causa es desconocida, de ahí que su nombre científico sea el de “escoliosis idiopática” (idiopático significa desconocido). En estos casos el componente hereditario es muy poco importante. En otro caso, la causa puede ser secundaria a otras patologías, como enfermedades congénitas (malformación de una vértebra, por ejemplo).

El tipo de escoliosis se clasifica, según el grado de desviación y la edad en la que aparece, en infantil o adolescente. Esta última es la más común. Estadísticamente, las personas que la padecen no registran una incidencia de dolor de espalda mayor que el resto de la población hasta llegar a la edad adulta. Normalmente, la escoliosis tiende a progresar mientras los huesos aún están desarrollándose, especialmente durante los estirones del crecimiento. Al llegar a la madurez ósea, aproximadamente a los 18 años, deja de aumentar el grado de desviación o, si lo hace, es ya a un ritmo muy leve.

Siete características para detectarla:

  1. Hombros desnivelados.
  2. Caderas desniveladas: una aparece más alta y prominente.
  3. Un omoplato más alto y más prominente.
  4. Giba torácica: “joroba”, causada porque la caja torácica posterior sobresale más en un lado que en el otro.
  5. Una desviación notable de la columna (lumbar o torácica).
  6. A veces también una curva lumbar exagerada (lordosis).
  7. Triángulos asimétricos entre tronco/pelvis y brazos colgantes.

Los tratamientos tradicionales incluyen aparatos de soporte, colocación de varas o barras en la columna por medio de la cirugía o el uso de corsés ortopédicos correctivos, diseñados para frenar el desarrollo de esas curvaturas más que para corregirlas. De hecho, no existe ningún estudio científico que demuestre que los corsés reduzcan los grados de desviación.

Cada día son más los padres con hijos a los que se les ha diagnosticado este problema, que acuden a la consulta quiropráctica en busca de soluciones menos invasivas y más naturales. La escoliosis es más común en las adolescentes.

La quiropraxia elimina la causa

Numerosas investigaciones han demostrado que la quiropraxia tiene excelentes resultados en el control, reducción y corrección de la escoliosis en personas de todas las edades, desde bebés hasta adultos.

Los neonatos presentan una estructura vertebral en forma de “C”, ya que la curva secundaria de las cervicales y lumbares se va desarrollando a medida que progresan en la elevación de la cabeza y en el gateo. Por eso es tan importante cuidar su evolución en esta etapa y fijarnos en la estimulación correcta del desarrollo. No es conveniente saltarse etapas de progreso colocando al bebé en posición erguida prematuramente, lo cual fuerza una postura vertical para la que su cuerpo no está preparado.

El papel del quiropráctico es el de detectar las subluxaciones o interferencias nerviosas debidas a un mal alineamiento de las vértebras y corregirlas, permitiendo así al cuerpo estabilizarse por sí mismo y al flujo de información del cerebro llegar a todas las partes del cuerpo. Muchas personas con escoliosis también sufren problemas digestivos, pulmonares u hormonales (menstruales). El quiropráctico, moviendo las vértebras y eliminando las subluxaciones, ayuda a corregir estos problemas.

Los quiroprácticos se basan en las estructuras de la naturaleza, argumentando que en ella no existen formas rectas. Así, si observamos con atención el tronco de los árboles, vemos que está torcido para poder soportar mejor el peso y las tensiones de su entorno. Lo rígido se rompe; lo flexible se adapta. Esta afirmación es válida también para nuestra columna vertebral.