Ya desde este domingo, decenas de brasileños -en su mayoría blancos y de clase acomodada- se aglomeraron alrededor de la Explanada de los Ministerios, donde se desarrollaba el ensayo general para la investidura del próximo martes.
Pero un fuerte operativo de seguridad los mantuvo distantes del cortejo que simuló paso a paso el recorrido que hará el presidente. «Estamos un poco tristes, ¡pero será mucho mejor ver la ceremonia real, en dos días!», afirma Silvia Capital, habitante de Brasilia de 49 años que alojará parientes de Rio de Janeiro en su casa.
A su lado, un vendedor no tiene nada que reclamar: en apenas una hora y media vendió 25 bandas presidenciales amarillas y verdes con el rostro de Bolsonaro, a 10 reales cada una (2,7 USD). Los Dragones de la Indepedencia, un vistoso regimiento de caballería que integra la guardia presidencial, pasa de repente cerca de los curiosos y éstos estallan en aplausos.
«Brasil, ¡Brasil!, se entusiasman.
Al igual que el presidente electo, que es un excapitán del Ejército, muestran una verdadera fascinación por el mundo militar y la mayoría considera que los años de la dictadura (1964-1985) fueron beneficiosos para el país. Algunos llaman por el brazo a los soldados que vigilan el ensayo para tomarse una selfie. Otros inmortalizan el paso de la caballería transmitiéndola en vivo por Facebook.
La ceremonia estará cercada por un riguroso plan de seguridad, sin precedentes para una investidura en Brasil. Incluye un sistema anti-misiles, la prohibición de llevar paraguas -aunque en Brasilia sea la época de lluvias-, mochilas o coches de bebé.
El domingo, durante el ensayo general, helicópteros sobrevolaban la zona mientras soldados inspeccionaron los alrededores del Palacio de Planalto y la Explanada de los ministerios con detectores de metales.
«Un momento histórico»
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Daniel Dias Santos no se intimida con tamaña operación. Para llegar a la pose viajó durante cinco días en motocicleta desde el sureño estado de Paraná.
«Siempre quise conocer Brasilia y con la asunción de Bolsonaro surgió esa posibilidad. Es realmente un buen hombre», dijo a la AFP este operador de máquinas agrícolas de 52 años.
Con la cara del futuro presidente estampada en el dorso de su camiseta, defiende la flexibilización de la posesión de armas, una de sus promesas de campaña. «Si los ladrones están armados, ¿por qué las personas de bien no pueden estar armadas?», argumenta. «No tengo un arma, pero si las condiciones se vuelven más fáciles, seguramente compre una», reflexiona.
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«Brasil limpio»
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María do Carmo, una maestra de 62 años, viajó desde una pequeña localidad del interior de Sao Paulo para ver de cerca a su héroe.»No quiero perderme nada, nunca he sido fanática de nadie, ni de cantantes, ni de políticos, pero lo soy de Bolsonaro», confiesa.
Compró su boleto incluso antes del triunfo electoral, porque estaba convencida de que ganaría. «Quiere un país limpio, y es ese el país que quiero para mis nietos».
María le perdona los comentarios de tinte machista, racista u homofóbico que Bolsonaro ha proferido a lo largo de su carrera como diputado.
«No creo que esté en contra de los gays, pero no quiere -y yo tampoco- ver dos hombres o dos mujeres besándose en la calle. Cada cosa tiene su lugar apropiado, esto también vale para las parejas heterosexuales», afirma.
Luiz Fernando Barth, un abogado de 48 años que viajó con su esposa y sus dos hijos adolescentes desde la ciudad Jaragua do Sul, en Santa Catarina (sur), espera que Bolsonaro «libere al país del cáncer de corrupción».
Ataviada con una camiseta de la mujer maravilla con la inscripción «BolsoLinda», la carioca Leticia Spinelli, de 43 años, advierte: «Él no es un santo y de la misma manera que hoy estoy en la calle para apoyarlo, lucharé para que deje el poder si no hace un buen gobierno».