El intendente Javkin y la escritora Beatriz Vignoli encabezaron el acto de apertura de la feria del libro de la ciudad
La poeta rosarina abrió su discurso de presentación leyendo una carta de Franz Kafka a Oskar Pollak y le dedicó una respuesta al autor de América y El Proceso.
El intendente Pablo Javkin, junto al la ministra de Cultura de Santa Fe, la escritora rosarina Beatriz Vignoli, y el presidente de la Fundación Libro, Alejandro Vaccaro, encabezaron este jueves en horas de la noche, el acto de apertura de la Feria Internacional del Libro de Rosario.
En un principio, el intendente destacó la celebración del evento y afirmó que en Rosario, las palabras y los libros son cualquier cosa menos poco importantes.
En ese sentido, recordó a los grandes autores de los que fue testigo el Gran Rosario: “Esta es la ciudad que contó el Negro, la que narró Aira y una noche inspiró a Carver, la que contó Fito y toda la trova en canciones que son poemas, la ciudad que retobada Simeoni y Maronna, la que de todos los días va a nacer un escritor nuevo de esos que se recomiendan de boca en boca, en los bares de siempre o en una reseña de tik tok”.
Luego, destacó: “Esta feria del libro ocurre en un momento especial, puesto que en esta ciudad hermosa, donde viven más de un millón de gente buena y laburante, atravesó momentos muy feos, muy bien puestos en agenda por muchos de sus periodistas y escritores”.
En ese marco, celebró el trabajo que está permitiendo que Rosario este “recobrando un poco de normalidad”.
Por último, concluyó: “Como estamos cambiando la piel de Rosario y por eso esta feria es la más grande de la historia de la ciudad. La calle es de la gente buena, porque los libros son de aquellos que llenan los parques, y los bancos de la plaza y los bares con sus hojas al viente, listos para disfrutar de una nueva historia, como las que escribimos todos los días las personas que amamos nuestra ciudad".
Carta a Kafka
En tanto, la escritora rosarina se encargó de ofrecer el discurso de apertura de la feria, y lo comenzó con la lectura de la carta que el autor de El Proceso o su obra más conocida, La Metamorfosis, Franz Kafka, le dedicó a Oskar Pollak en 1904, en cuyas palabras, sólo se deben leer libros que “muerdan o pinchen”.
“Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un puñetazo en la cara, ¿Para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices como dice tu carta? Cielo santo, ¡seríamos igual de felices si no tuviéramos ningún libro!”, consignó Kafka.
Que luego agregó: “Necesitamos libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que a nosotros mismos, libros que hagan sentirnos desterrados a los bosques más remotos, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio”.
Consideraciones las cuales, Vignoli se encargó de responder en una carta propia que le dedicó al escritor que precisó: "Querido Franz: soy tu fan. He leído todos tus libros. Pero creo que no, que no seríamos felices si no tuviéramos libros. Y no podríamos escribir si no tuviéramos libros que leer, porque escribimos con nuestra memoria de lecturas. Lo que se lee y se olvida, se reescribe. Leer es una forma de escribir, y escribir es una forma de leer”.
Luego, resaltó: "En Rosario tenemos una tradición de Ferias del Libro porque tenemos una tradición literaria, anclada no solo en obras sino en librerías, bares y afectos. Querido Franz, está científicamente comprobado que comprar libros nos hace felices: segregamos dopamina al hacerlo. Y sí, leemos libros para que nos hagan felices y además nos despierten del aturdimiento de la nuda vida. Leer nos da una vida más digna, más habitable. Escribir nos permite poner la vida fuera del cuerpo para sanarnos y recomenzar, liberados"
En referencia a uno de los pasajes de la correspondencia, subrayó: "Querido Franz, quiero creer que cuando ponés 'suicidio' no lo decís literalmente. Un libro como tu novela El Castillo nos saca de este mundo con pasaje de vuelta, nos saca de este mundo en las horas de vigilia como lo haría un sueño mientras dormimos. El sueño y la muerte serena son hermanos; la escritura y la muerte tienen un mismo dios, Thoth. Querido Franz, una vez me dolió un libro como la muerte de un ser querido. Era “La muerte de Iván Illich”, de León Tolstoi. Al leerlo, sentí la agonía desde adentro, y viví para recordarla. Me hizo más humana de lo que era antes de abrirlo".
"Querido Franz, recuerdo que un libro me llevó a la selva, al destierro bien lejos de toda civilización. Era El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad. Jamás olvidaré esa barca a medias hundida que va navegando por el río, esa barca agujereada de donde sacan el agua con baldes pero vuelve a llenarse y tienen que sacar agua todo el tiempo para que no se hunda. Esa barca era una alegoría de cómo sobrevive una humanidad alienada y explotada. Aquella barca hubiera podido ser un cuento tuyo, querido Franz", rememoró acerca de sus experiencias de lectura.
Más adelante, celebró la labor del autor más allá de su escritura: "Querido Franz, la gente te recuerda como autor de ficciones pesadillescas a las que llaman kafkianas. Ya han olvidado que como abogado protegías a los obreros, que como judío amabas el teatro en ídish, que como intelectual querías un arte por y para el pueblo, que como escritor estabas comprometido con los problemas de tu tiempo. Han olvidado que en un café de Múnich, en 1916, en plena Primera Guerra Mundial, leíste públicamente esa formidable alegoría antibélica, tu cuento “En la colonia penitenciaria”.
Para finalizar, cerró: “Escribo desde una ciudad llena de ecos de noches, bares y conversaciones; una ciudad de bibliotecas públicas que debieran ser refugios y existir preservadas y nutridas como tales, para que quien no pueda pagar el precio de un libro tenga siempre a mano el alimento del sentido. Querido Franz, te escribo desde una ciudad donde florecen los museos, donde la Universidad y las escuelas y los institutos terciarios resisten, donde la Provincia y la Municipalidad producen y preservan y difunden cultura, donde decenas de centros culturales independientes laburan, aunque muchos de ellos se desangren mes a mes pagando un alquiler o la cuenta de la luz y del gas”.
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