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sábado 27 de abril del 2024

El fútbol tiene pendiente un acto de justicia

Argentino, futbolero al ciento por ciento y nacido en 1990, unos meses antes que Codesal diera fin a la ilusión en Italia. Claro que quiero ver a la Selección ganar el Mundial, pero lo deseo fervientemente más por él que por cualquier otra cosa. Estoy convencido que merece levantar ese trofeo que como dijo Maradona: «Pocos saben cuánto pesa».

Nada cambiará lo enorme que es ni lo que ha hecho ya con la pelota en sus pies, tampoco las jornadas repletas de fútbol en Barcelona ni los momentos mágicos vestido de albiceleste que nos hizo vivir. Sin embargo, quedará ese sinsabor de no haberlo podido ver levantar la Copa del Mundo.

¿Por qué la merece? Muy simple, porque ha hecho de todo para lograrla. Desde amar tanto los colores que eligió jugar para Argentina cuando bien pudo hacerlo para España y estar rodeado de sus amigos del Barça donde, sin dudas, ya hubiese alcanzado la gloria hasta querer estar en cada partido, sin importar rival, sin importar los kilómetros o si se trataba de un simple amistoso.

Como esas muestras de incondicionalidad para con la celeste y blanca, a muchos no les alcanzaba. Estuvieron pendientes de si canta o no el himno, si se fastidia o no dentro de un campo de juego, de si corría más o corría menos. Sólo por el poder autodestructivo argento, se le criticó absolutamente todo, sin tener la capacidad de mirar más allá, en todo lo que él dio en una cancha para poder ganar un título con Argentina y más aún una Copa del Mundo.

El fútbol es un deporte hermoso donde como ley primera no siempre gana el mejor y donde a su vez hay momentos muy puntuales en cada encuentro que inclinan el rumbo para un lado o para otro. Es decir, Burruchaga con su corrida y definición perfecta en el ’86, Palacio y el pedido que pasará a la eternidad en 2014: «Era por abajo». ¿Queda claro, no?

«No es para mí, ya lo intenté mucho, se terminó para mí la Selección», llegó a decir el mejor de todos luego de una nueva decepción en la Copa América Centenario. Por suerte, cambió su postura y otra vez se calzó la 10 para llevarnos al Mundial, más allá de que la cosa estuvo bien torcida hasta que en Quito le salieron todas las que intenta siempre. En Rusia, lo buscará una vez más.

La final del Mundial será el 15 de julio en Moscú, ese debe ser el día en que la deuda quede saldada con él, quien despierta sueños e ilusiones en todo un país, incluso aquellos que muy sueltos lo tildan de «pecho frío». El fútbol tiene pendiente un acto de justicia: que Messi, como Diego, sea uno más de los que conozcan cuánto pesa la Copa del Mundo.