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jueves 25 de abril del 2024

El fanatismo y la ilusión del enemigo único

Cualquiera que haya leído 1984 de George Orwell entiende a la perfección el concepto de la Policía del Pensamiento, el Ministerio de la Verdad, “El Ministerio de la Paz”, el Big Brother que conduce y controla a las masas en una única dirección y con un simple objetivo: eliminar todo aquello que piense distinto. Saliendo un poco de esa ejemplificación de regímenes totalitarios, me atrevo a hacer una comparación de algunos comportamientos de aquellas épocas que, a mi parecer, se reflejan en la democracia de estos tiempos que corren, en términos políticos y religiosos. Ciertos conceptos de opinión pública merecen ser recordados de manera reflexiva un día como hoy, a horas del atentado terrorista que si bien se perpetró en Manhattan, golpeó directo a los rosarinos, y trajo a flote el debate del “bien” y el “mal”: EE.UU vs el Estado Islámico, o mejor dicho, los yihadistas.

“Alá es grande”, en clara contraposición con la promesa estadounidense de “salvar al mundo del terrorismo”. ¿Cuál es el bien y cuál es el mal? Quiero despegarme de cualquier posición ideológica para analizar este fenómeno que hoy involucra al mundo entero con fines ajenos a los de la mayoría. Se ha planteado una guerra de la cual los argentinos somos ajenos y aún así nos golpea a todos con cientos de inocentes fallecidos y nos empuja a tomar partido por una u otra postura. Mediante la información (o desinformación), creemos que este asunto acabará cuando los fanáticos del ISIS sean abatidos, pero ¿cuán seguros estamos de eso?

Goebbels lo resumió muy claramente en los once principios de la propaganda que tranquilamente pueden ser aplicados al contexto mundial actual y que parecen ser el motor que impulsa a la humanidad:

  • Principio de la simplificación y del enemigo único: adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
  • Principio del método de contagio: Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
  • Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.

El fanatismo se ve y se escucha en todas partes: se observa en el fútbol, en el trabajo, en la religión, en las relaciones, en los discursos políticos, en las causas sociales, en la calle. Desde el momento que uno nace, nuestros padres nos hacen hinchas de un equipo, nos forman y educan con normas morales, religiosas e ideológicas. Con el paso de los años, uno va intentando abrir ese abanico y busca alimentarse de otras posturas, pero siempre con una cierta necesidad de identificación, aceptación y sentido de pertenencia porque si no pareciera que se instala la falsa creencia de aislamiento social. Queramos o no, pensamos y actuamos en grupo.

Los argentinos lo hemos vivido en carne propia con el kirchnerismo. Ese fanatismo ideológico, a favor y en contra de Néstor y Cristina, rompió familias, relaciones amorosas y separó a amigos. Enfrentó a un país en dos veredas. Y esa fuerza ideológica de la “grieta” aún se siente. Es el resabio del fanatismo, de la construcción de un enemigo único.

Con una mirada más macro, esto mismo es lo que sucede a nivel mundial: otra vez el “bien” y el “mal”. ¿EE.UU. tiene en esta guerra la misma responsabilidad que ISIS, que tortura y aniquila a su propia gente: niños, mujeres y gays, ni hablar de aquellos que piensan distinto a su régimen retrógrado e inhumano? Hablamos de una organización terrorista que aplica con su gente la propaganda del terror, que sobrepasa todos los límites en nombre de la religión y que expande la falsa creencia de que sus crueles normas son sagradas y que los elevará al paraíso.»Yihad» (por yihadista) hace referencia comúnmente a la guerra santa, una lucha violenta en defensa del Islam. Detengámonos acá: «¿Guerra santa?». Orwell quizá lo usaría de ejemplo para hablar de su Ministerio de la Verdad, donde la historia se reescribe y se cuenta con la verdad que ellos (en este caso ISIS) pretenden presentar.

Si seguimos con «1984», podemos también comparar esta guerra con el Ministerio de la Paz de Orwell, este lugar ficticio creado por el autor británico en su libro donde se mantenía a la población distraída con un odio hacia algo externo. Era fundamental -en la historia- mantener un conflicto bélico con alguien ya que, mientras eso sucediera, era menos probable que la población reflexionara sobre los problemas propios y se levantara contra el régimen. Y eso rige para los dos bandos.

Teniendo en cuenta lo anterior, es difícil resolver el grado de responsabilidad en esta guerra absurda que en realidad esconde otros fines (económicos), lejanos a cualquier interés de paz o respeto por la religión. Sin embargo, no cabe duda de que ambos bandos cargan en sus espaldas cientos de muertos que han pagado con sangre por sus ambiciones. Sostener y justificar que la culpa es del otro, pensar que “la guerra es la paz” y que al ataque se lo responde con otro ataque, seguirá siendo el mayor problema de la humanidad.