El pésimo arranque de campeonato con tres puntos cosechados sobre 12 posibles, con la frutilla del postre que fue la durísima derrota 4-0 de local ante Banfield, sumado al bajo nivel individual de varias piezas de las que Central necesita mucho más, hacen que la continuidad de Paolo Montero en su cargo parezca depender de un triunfo el miércoles ante Boca por Copa Argentina.
No tiene rumbo cierto el equipo del uruguayo, no se termina de entender a qué intenta jugar. Peor aún, no se comprenden algunas posiciones. Sólo como ejemplo, la mezcla explosiva que resulta ser la displicencia con la que juega Leonardo Gil y el hecho de que actúa en extrañas funciones como la de volante por izquierda y aún más insólita, la de mediocampista por derecha.
Otro que anda deambulando por sectores de la cancha donde no se le puede sacar provecho es Gustavo Colman, que en los pocos minutos que apareció en el puesto de enganche le puso un exquisito pase gol a Fernando Zampedri ante Temperley. Fue apenas por haber quedado justo por la zona, porque en Turdera anduvo más por la derecha y en el Gigante ante el Taladro jugó por izquierda.
Por su parte, Federico Carrizo, cuyo nivel cae en picada partido tras partido y colabora mucho con su propio rendimiento, también fue víctima de erróneas decisiones de Montero a la hora del armado del equipo. En los dos últimos partidos, en varios pasajes ofició de enlace, algo que está muy lejos de las características que ya se le conocen en los siete años que lleva como profesional.
Claro que se puede hablar de un acierto del ex entrenador de Colón al colocar a Mauricio Martínez de segundo marcador central y cuando había dudas en tocar eso que había funcionado bien, Fernando Tobio tampoco desentonó en la función, pero su compañero de zaga, José Leguizamón, se sumó a la lista de rendimientos en subsuelo con una tarde negra frente a los de Julio César Falcioni.
Justo en la previa al trascendental choque ante Boca, el paraguayo quedó en ridículo ante la jerarquía de Darío Cvitanich en el primer y tercer gol de Banfield, y le cometió un penal tan torpe como ridículo a Nicolás Bertolo que derivó en el segundo tanto de la visita. Es decir, el ex Olimpia, tuvo una actuación que bien podría hacerlo descansar, aunque habrá que ver si Montero toma esa decisión a contrarreloj, lo que haría que se conforme la dupla Tobio-Martínez.
Lo cierto es que el miércoles Central enfrentará ni más ni menos que al mejor equipo argentino del momento, el Boca de Guillermo Barros Schelotto, que tras sacarse la pesada mochila de haber salido campeón en el torneo pasado, juega liberado, con el libreto bien aprendido y en una versión mejorada que al del semestre pasado. Mientras el conjunto canalla atraviesa una profunda crisis futbolística, el Xeneize está en la cresta de la ola. Por lo tanto, el ciclo de Montero está en su momento más crítico.
Cambios tarde, falta de reacción
Se puede acertar o errar tanto con el planteo inicial de un partido como también en la elección de las variantes disponibles dentro de los siete suplentes, lo que parece ser un error mayor es directamente no intentarlo cuando el encuentro demanda darle alguna vuelta de tuerca.
Central perdía 2-0 ante Banfield y pese a que en ese momento parecía exagerado el resultado, tras el penal convertido por Cvitanich, el equipo empezó a mostrar signos de desmoronamiento. Se imponían cambios para arrancar el segundo tiempo, ya sea al menos para demostrar algún tipo de reacción incluso si el marcador no se podía revertir, pero Montero respaldó a los mismos once.
Mientras seguían llegando los tantos del Taladro, el DT uruguayo fue poniendo en cancha a los pibes: primero Leonel Rivas, luego Joaquín Pereyra y más tarde Diego Becker, todos los volantes ofensivos que había en un banco sin delanteros y con dos mediocampistas de contención.
«Vamos vamos los pibes», fue casi un grito de guerra en los cuatro costados del Gigante y los aplausos ante cada acción que realizaban Rivas, Pereyra o Becker, incluso si la misma terminaba sin un final deseado, marcaron el disconformismo generalizado de los hinchas auriazules con el hecho de que el técnico le dio escasa cabida a los juveniles surgidos de la cantera por su preferencia por jugadores de mayor experiencia.
Cuota aparte de responsabilidad para los dirigentes
Más de siete millones de dólares invertidos sólo en este mercado de pases, otros tantos en los anteriores. El resultado, un equipo que apenas en cuatro fechas está en el puesto 23 sobre 28 equipos, que pone el semestre en juego en 90 minutos ante el mejor del momento y que depende de que River, Lanús, Independiente o Racing ganen la Copa Libertadores o la Sudamericana para tener competencia internacional en 2018.
Los directivos, siempre en pos de seguir intentando tener equipos competitivos claramente, acataron cada uno de los pedidos del entrenador, invirtiendo cifras que traspasaron límites presupuestados. Para Central pasó a ser un problema tener dinero, los demás clubes y representantes rápidamente se anoticiaron y le sacaron provecho a lo que debió haber sido una ventaja.
Para colmo de males, vendidos Franco Cervi, Giovani Lo Celso, Walter Montoya y Víctor Salazar, no parece haber un futuro promisorio en cuanto a posibles transferencias de talentos surgidos en la cantera debido a que el técnico actual opta por no darle rodaje a los pibes ni pretende formarlos. En algunos meses se sabrá si lo que es pan para hoy, será hambre para mañana.