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viernes 26 de abril del 2024

El ciclo de Bauza: comienzo prometedor, recaída, frases picantes, éxtasis total y triste final

Este 23 de febrero será recordado como un día triste en la historia de Rosario Central. La comisión directiva canalla prescindió de los servicios de Edgardo Bauza tras los malos resultados en la Superliga. Su segundo ciclo en el club quedará marcado por siempre: fue el hombre que le dio el título a la institución tras 23 años sin éxitos.

Parece injusto decir que el Patón nunca encontró su equipo, más si tiene en cuenta en cuenta el éxito en la Copa Argentina. Sin embargo, mucho tiene de cierto esta expresión. Y así lo entendieron los dirigentes, que decidieron echarlo de su cargo tras una reunión matutina entre Bauza, el presidente Rodolfo Di Pollina y uno de los vices, Martín Lucero.

Central ocupa la décimo octava posición de la Superliga, producto de cinco triunfos, seis empates y nueve derrotas. El equipo del ‘Patón’ convirtió solamente 13 goles y concedió 23. Números preocupantes, que ya sumado a las anteriores campañas de Eduardo Coudet, Paolo Montero y Leonardo Fernández, casi condenaron al canalla a pelear por la permanencia en la próxima temporada.

El comienzo del segundo ciclo en el club fue ideal. Tres triunfos en fila con Banfield, Talleres y San Martín de Tucumán. Si bien el rendimiento futbolístico no fue alto, su equipo si mostró solidez defensiva y no recibió goles en ninguno de los tres partidos.

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Racing era la primera prueba importante para saber qué se podía esperar del equipo en este torneo, y falló. El equipo de Coudet barrió sin problemas al de Bauza. Luego, luego llegó la primera derrota como local ante el Defensa de Beccacece y dos fechas más tarde otra caída en casa, esta vez con un durísimo 0-4 ante Unión.

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Los malos resultados en la Superliga eran eclipsados en parte por el éxito en la Copa Argentina, como ya ocurrió en más de una oportunidad durante los últimos años. Si bien las actuaciones estaban lejos de ser convincentes, lo cierto es que el entrenador canalla seguía avanzado de ronda. Por penales, jugando mal, pero logrando el objetivo más importante.

En el campeonato local, el andar continuaba torcida. Central no pudo ni con Boca, ni con Colón, ni con Patronato, ni con Atlético Tucumán y sumó apenas dos puntos en esos doce en juego.

Antes del partido con el conjunto tucumano, Bauza y su equipo tuvieron uno de los momentos más felices: dejar en el camino a Newell’s en un partido histórico de Copa Argentina; Central se metía en semifinales, y soñaba, otra vez.

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Pese a que los pocos días cayó en Tucumán, el éxito ante el conjunto rojinegro pareció darle un impulso al equipo y otra vez los auriazules volvieron a sonreír por Superliga con dos triunfos en casa, ante Estudiantes y un partido pendiente ante San Martín de San Juan.

Con la cabeza puesta en la final contra Gimnasia, Bauza paró un equipo alternativo ante el Vélez de Heinze y perdió sin objeciones: su equipo cerraba el año con 18 unidades en 15 partidos. Pero salvo en estos últimas semanas, los ojos de los hinchas no estaban en la tabla del campeonato.

El momento más feliz del ciclo, y de los últimos años, llegó el 6 de diciembre en el Malvinas Argentinas, Mendoza. Después de 23 años, Central volvió a gritar campeón y Bauza se consagró como ídolo absoluto. Además, se convirtió en el primero en ser campeón como jugador y como director técnico.

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Llegó un nuevo año, algunos objetivos se renovaron y otros que habían quedado en stand by debían retomarse. Bauza inició el 2019 con la difícil tarea de repuntar en el campeonato local, defender el título en Copa Argentina, afrontar la Copa Libertadores y la Supercopa. Por eso solicitó seis incorporaciones y retuvo a dos jugadores que retornaron de los préstamos con la idea de engrosar su plantel.

Un traspié con Huracán y un empate como local ante Aldosivi encendieron las alarmas. Semanas antes, los pobres resultados en partidos amistosos ya habían dado un aviso de lo que se venía. Y un viejo fantasma volvió a aparecer: los promedios para el próximo año comenzaron a preocupar a la comisión directiva y a los socios.

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La mejoría futbolística no llegó ante Newell’s, si bien contó con chances para ganarlo, aunque sí se vieron signos positivos ante River, el último campeón de América. Cuando el ‘Patón’ parecía haber encontrado el esquema, ante Tigre decidió volver al viejo 4-4-2 y sufrió nuevamente una derrota dolorosa como local que lo dejó tambaleando.

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Ya las capacidades de Bauza para revertir la situación se pusieron en discusión. Central sumaba seis partidos sin triunfos y cada vez se hundía en los promedios. Hasta que este viernes llegó el final para el bicampeón de América con Liga de Quito y San Lorenzo.

Su equipo una vez más lució impotente, sin ideas. Con errores repetidos en estas 19 jornadas y con una mochila que cada vez pesaba más: siete fechas sin conseguir la victoria, sin sumar de a 3 en lo que va del año y un peligroso 1,127 de promedio para la temporada próxima.

Los dirigentes del canalla tomaron la decisión más difícil en estos más de cuatro años de gestión. Bauza no emitió palabras tras la decisión. Horas antes, había desafiado a los dirigentes y avisó: «Tengo los pasajes listos a Quito por si me quieren echar». No fue la única frase polémica que dejó en su paso por el club.

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Lo hizo cuando, cuestionado por el bajo nivel futbolístico, indicó que «le chupa un huevo si somos mezquinos», también cuando dijo que Abal no tenía jerarquía para dirigir un clásico rosarino o cuando expresó, en la previa  de la final con Gimnasia, que a esa instancia solamente llegaban dos y que «todos los demás están afuera».

Pareció ser el último paso de Bauza en Central. Al menos, sentado en el banco de los suplentes. El ‘Patón’ y su cuerpo técnico le dejan al próximo entrenador un equipo golpeado y en las últimas posiciones, pero al club le sacaron una mochila pesada que acumulaba 23 años de cargas.

Y parece ser recordado por eso. En la calle, los socios lo ponderan como una gloria indiscutible. Y en las redes sociales, los hinchas lo despidieron con una imagen unánime: rostro con alegría, extasiado y levantando en alto un trofeo.