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jueves 18 de abril del 2024

El afrodisíaco ignorado: la distribución equitativa del uso del tiempo en la pareja

Por Silvana Savoini, sexóloga.

La inserción laboral de la mujer implicó una modificación en el uso del tiempo, justamente por destinar tiempo al trabajo remunerado, pero sin lograr una disminución significativa del tiempo ocupado por el trabajo doméstico y de cuidado de personas – no remunerado-, también llamado “trabajo invisible”, tanto por la dedicación directa como por ser la depositaria de tal responsabilidad familiar (aún cuando se delegue esa tarea, sigue siendo la mujer la responsable de la contratación y dirección del personal que la asista). Esto ha sumergido a la mujer en lo que algunos autores llaman la “triple carga”. Los efectos adversos de esta triple carga para la mujer constituyen una problemática de creciente importancia por su impacto en la salud. Afectando además los vínculos de pareja, siendo el tema de la división de tareas una variable muy importante para la relación.

Existen aún significativas diferencias entre varones y mujeres a la hora de distribuir el uso del tiempo entre trabajo remunerado, no remunerado y tiempo libre. Habiéndose constatado en diversas investigaciones, la menor disponibilidad de tiempo libre por parte de la mujer, lo cual en sí mismo constituye un factor psicobiosocial desfavorable para su salud.

La triple carga emerge en el contexto de una transición, pero los tiempos de ese proceso dependen entre otras cosas, de la conciencia que la sociedad tenga de esta situación y sus efectos. Los contenidos simbólicos del género incluyen la construcción social e histórica de estereotipos, expectativas de rol de género, creencias respecto a lo que significa ser mujer y ser hombre, lo cual se reproduce generación tras generación, afectando las identidades, condiciones de vida, oportunidades, relaciones de todo orden.

La importancia del relevamiento del uso del tiempo en varones y mujeres reside justamente en la posibilidad de evaluar si realmente ambos géneros tienen las mismas oportunidades para la toma de decisiones respecto a sus vidas, actividades,al uso del tiempo, si ambos tienen el suficiente y equivalente poder para organizar satisfactoriamente sus propias vidas, y si sus trabajos (remunerados o no, domésticos o profesionales) tienen un mismo valor no sólo para el mercado sino para la sociedad, dado que el trabajo invisible (doméstico no remunerado) es un aporte oculto pero fundamental al bienestar social.

En una investigación llevada a cabo en 2012 por miembros de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la UNR se realizó una medición del uso del tiempo que tuvo como objetivo conocer el tiempo que cotidianamente utilizan varones y mujeres en distintas actividades como trabajo para el mercado, cuidado de los niños y el hogar, estudio, esparcimiento, etc. Esta y otras investigaciones actuales en parejas heterosexuales indican que pese a que las parejas consultadas racionalizan la idea de una distribución equitativa de tareas, pocas la implementan en realidad.

Esto significa que las mujeres continúan a cargo de la mayor parte de las tareas del hogar y del cuidado de los hijos durante su tiempo libre, y por ende, tienen menos posibilidades de disfrutar de tiempo de ocio.

La percepción de inequidad en el uso del tiempo en relación a la pareja, es una fuente de conflicto que atenta contra el surgimiento del deseo sexual, ya que suele ser fuente de frustración y/o enojo. El malestar, el disgusto, la percepción de injusticia, son factores sumamente anti-eróticos en una relación.

Actualmente se sabe que la respuesta sexual humana es diferente para varones y mujeres, las fases de deseo, excitación, orgasmo y resolución, no se presentan del mismo modo para ambos géneros. El deseo (las “ganas de”) suele presentarse de forma espontánea mayoritariamente en el varón. A partir de las investigaciones de Rosemary Basson, sabemos que la mujer muchas veces decide participar de un encuentro sexual por diversas motivaciones, y que el deseo comienza a aparecer y se va incrementando junto con la excitación, de forma espiralada, una vez que ya está participando del encuentro.

Para que la mujer experimente motivación por participar de un encuentro sexual, especialmente cuando nos referimos al contexto de una relación estable, requiere de una vivencia de intimidad. Intimidad entendida como conocimiento y confianza. La conexión emocional con el otro se vuelve un factor determinante entonces para la activación de la respuesta sexual.

Los conflictos y tensiones que subyacen al desenvolvimiento de la cotidianidad, afectan de forma significativa la posibilidad de sentirse conectados emocionalmente, y por lo tanto, al surgimiento del deseo.

Por lo tanto, a la hora de pensar en incrementar el deseo sexual, es importante revisar la distribución de tareas y el uso del tiempo en la pareja, antes que pretender encontrar fórmulas mágicas, alimentos afrodisíacos, perfumes con feromonas, vestimentas especiales y todo aquello a lo que el mercado incita a consumir.

Podemos hallar una serie infinita de estímulos sexuales, es cierto, pero pocas cosas erotizan más dentro de una relación estable, que la valoración y el respeto equitativo por el tiempo y los derechos de cada integrante.

 

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